Capítulo diecisiete

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Una catastrófica idea

Me sentía fatal, la situación en la academia era demasiado tensa y yo no ayudaba nada. Ahora que Saúl había separado las clases pensaba que los entrenamientos serían menos intensos pero estaba equivocada. Quería que mantuviésemos el nivel, pero sin los alumnos de último curso de por medio para echarnos una mano éramos un desastre.

-Así no llegamos a ningún lado, seguís siendo demasiado lentos y tenéis muy poca resistencia.-

Saúl estaba desquiciado y lo peor es que no era el único, todos parecían preocupados desde la aparición de Cato. Había demasiadas expediciones y como no permitían asistir a los estudiantes de último año las tropas estaban en las últimas. La situación era estresante para todos.

-Como me haga dar otras diez vueltas vomito.-

-Nils, lo he oído. Diez vueltas más.-

Nils comenzó a correr y yo lo miré con lástima. Esto era demasiado para todos.

-Los demás volved a lo vuestro.-

Cada uno volvió a su lugar y yo me acerqué a Saúl. 

-¿No crees que esto es demasiado? Creo que todo el mundo está agotado.-

-Ya bueno, ese no es mi problema. Necesito que estéis preparados.-

-¿Cómo vamos a estar preparados si n podemos ni movernos?-

-Angella no es ni el momento ni el lugar. Vete a tu habitación o haz algo productivo.-

-No puedes mandarme a mi habitación.-

-Resulta que sí puedo. Fuera.-

-Increíble-

Me marché de allí pero en lugar de ir a mi habitación fui en busca de Lucille. No estaba segura de por qué pero quería hablar con ella.

-Lucille tienes que hablar con Saúl, está como loco. ¿Te puedes creer que me ha mandado a mi habitación? Se le ha ido la cabeza.-

-Angella, creo que solo quiere que estéis preparados. Lo que está pasando es muy peligroso y no podemos bajar la guardia.-

-Tú también, la gente se está volviendo loca.-

Me dispuse a marcharme y ella me sujetó la muñeca unos instantes.

-Oye, sé que aún intentas adaptarte a todo esto y que crees que lo tienes controlado pero créeme cuando digo que esto es peligroso y que solo queremos lo mejor para todos.-

Asentí en silencio y me marché. Aún seguía dándole vueltas al asunto. Especialmente a lo de haber pintado a Cato sin conocerlo de nada. No podía contarle eso a nadie pero a la vez necesitaba ayuda para llegar al fondo del asunto.

No sabía si lo que iba a hacer era buena idea pero cuando salió el sol me dispuse a salir de la academia. Caminé un buen rato hasta que llegué al lugar exacto en el que me encontré con Cato y estuve observando unos minutos hasta que vi un pequeño camino. Lo seguí y llegué a una zona sin árboles, llena de flores, con un río... era igual que mi cuadro. Lo único que faltaba era...

-No creo que sea buena idea que estés aquí sola.-

Oh no.

Me giré lentamente hasta que estuve cara a cara con Cato. Todo era exactamente igual a mi cuadro. El paisaje, el ambiente, Cato... lo que realmente no entendía era por qué no sentía ningún temor. Estaba completamente relajada y eso era preocupante.

-Puedes hablar, no voy a hacerte nada, mi nombre es...-

-Sé quién eres. Lo que no sé es por qué estás aquí y no entiendo por qué aún no me has matado.-

Saint AmaranthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora