Minhyuk se vistió lentamente, con el pelo todavía mojado después de la ducha, con los músculos gratamente doloridos después del sexo.
Hyungwon y Hyerim ya no estaban en el dormitorio.
Echó un vistazo a su teléfono para comprobar la hora. No era tarde; no era de extrañar que no fueran a acostarse todavía. Ahora que los finales se habían terminado, Hyerim podría quedarse despierta hasta tan tarde como le viniera en gana, y los horarios de trabajo de Hyungwon eran irregulares de todos modos.
Minhyuk volvió a deslizar el teléfono en su bolsillo, se puso los zapatos y dejó el dormitorio. Podía oír voces procedentes de la sala de estar.
Minhyuk se quedó quieto en la puerta.
Hyungwon y Hyerim estaban decorando el árbol de navidad, o más bien, Hyerim lo estaba decorando mientras Hyungwon miraba, viéndose vagamente divertido. Ellos estaban hablando tranquilamente; Hyerim estaba sonriendo y rodando los ojos. Hyungwon parecía relajado y cómodo, con su suéter y pantalones de chándal gris de aspecto suave.
–Estoy segura de que la he visto en alguna parte,– dijo Hyerim, excavando en las cajas. –¡La encontré!– ella agarró una estrella en su embalaje, sosteniéndola para inspeccionarla. Bajo la luz, brillaba con gracia y arrojaba pequeños fragmentos de luz dorada en el suelo y en sus manos. Era perfecto.
Eran perfectos. Una pareja tan perfecta.
–¡Voy a ponerla en el árbol!– Hyerim declaró, saltando sobre sus pies. –¿Me levantas?
–Puedes usar el taburete,– Hyungwon dijo secamente.
Hyerim hizo un puchero.
–¡Hyungwon!
Suspirando, Hyungwon se acercó y la sostuvo para que ella pudiera poner la estrella en la parte superior del árbol. Hyerim colocó la estrella antes de deslizarse por el cuerpo de Hyungwon y besarlo, con los brazos alrededor de su cuello.
Minhyuk los vio besarse. Tenía una sensación de frío en la boca del estómago, una sensación que se revolvió y lo atravesó. Sentía náuseas.
Se aclaró la garganta y entró en la habitación, poniendo una sonrisa brillante.
–Muy bien, me tengo que ir– no era como que pareciera que se acordaran de que él estaba aún allí.
La pareja dejó de besarse y se volvieron hacia él.
Hyerim sonrió, apoyando su mejilla contra el pecho y envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Hyungwon. Su lenguaje corporal apestaba a posesividad.
–¿Vas a pasar la Navidad aquí? Quiero decir en la ciudad,– añadió rápidamente, como si temiera que Minhyuk lo confundiera con una
invitación.
Minhyuk sonrió con fuerza. No era ni estúpido ni ciego. Él notó que había comenzado a no gustarle a Hyerim. Se preguntaba por qué ella no le había dicho nada todavía.
–Sí, realmente no tengo ningún otro lugar a donde ir. Mis padres están en Islandia, estudiando los volcanes, así que somos simplemente la abuela y yo.
Hyerim asintió.
–No te veremos de nuevo por un tiempo, así que ¡Feliz Navidad!
Minhyuk casi se echó a reír. Era tan sutil como un puñetazo en la boca.
–Sí,– dijo, encogiéndose de hombros en su chaqueta. –Feliz Navidad a ustedes también.
Estuvo a punto de llegar a la puerta cuando Hyungwon dijo: