Acorralados

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-Puedes levantarte, Donovan. Gracias a vosotros por venir a buscarme.

-Pero usted nos encontró a nosotros -recuperó ese tono formal-. Hace una semana se nos dijo que la habían visto cerca del Desierto, pero no pudieron encontrarla. Nos rendimos y volvimos a la base en Tera. Estábamos a punto de abandonar esta también.

Loen y yo nos miramos, conscientes de la suerte que habíamos tenido. Quizás, si hubiéramos esperado a cruzar por el puente abarrotado, no hubiésemos llegado a tiempo.

-¿Ibais a abandonar la búsqueda?

-No -Donovan se exaltó-, por su puesto que no. Solo regresaríamos a Samoterra para solucionar un pequeño altercado ahí.

-¿Qué altercado? No recuerdo malas relaciones con Samoterra -hice memoria de mis clases.

-Ni buenas. Digamos simplemente cordiales -completó Loen. Donovan le lanzó una mirada extraña, cargada de una culpa que no pude descifrar.

-¿Y qué ha pasado?

-Acusan a nuestros soldados de traspasar el límite.

-¿Me estabais buscando también ahí?

-Sí mi señora.

-Pues parece que es culpa mía.

-No, claro que no majestad. Es solo... -De repente el miedo llegó a sus ojos-. Lo que ha sucedido.

-Por favor, dejadnos solos -pedí en voz alta. Donovan me había reconocido, así que mi estatus volvió a mi de inmediato, eso me decía que Viktor todavía me tenía en cuenta como su prometida. Fue un alivio ver como los soldados obedecieron sin rechistar, salvo uno que se quedó esperando en la puerta.

-¿Majestad? -Loen me miró interrogante. El soldado que esperaba, manteniendo la puerta abierta, lo miraba directamente.

-Loen tiene permiso para estar a mi lado en todo momento.

Donovan alentó al guardia a irse con un movimiento de cabeza. El cansancio le pesaba, a duras penas evitó apoyarse en la mesa que tenía detrás.

-Donovan, te ordeno que, desde ahora en adelante y mientras estés asignado a mí, para ti sea solo Asia.

-¿Qué quiere decir, alteza?

-Creí que ya te había quedado claro al ser mi guardia. No necesito que me subas el ego ni que me reafirmes mi poder. Quiero que me llames Asia, que me corrijas cuando haga falta y, sobre todo, que seas sincero conmigo. Mientras cumplas eso, tendrás mi apoyo incondicional, como yo espero tener el tuyo -Donovan se decidió por fin, se apoyó en la mesa y curvó sus hombros, pero siguió callado. Evitaba mi mirada, hacía paradas demasiado cortas en Loen-. Donovan, puedes decírmelo. ¿Qué sucedió en Samoterra?

-Nos dieron permiso para que algunos guardias cruzaran la frontera y te buscaran, pero no éramos suficientes -suspiró-. El príncipe nos ordenó montar una base clandestina y fuimos introduciendo más soldados. Acabamos siendo demasiados y nuestros métodos comenzaron a ser brutales. Su majestad se impacientaba, necesitábamos encontrarla pronto. Comenzamos a colarnos en propiedades, a interrogar a los nobles, a contratar mercenarios y piratas para vigilar la tierra y el mar... -Una pausa, para ordenar sus pensamientos-. El gobierno de Samoterra es particular, es un reino, pero la Familia Real no tiene el poder absoluto, se apoyan en un consejo formado por diez miembros. La única ventaja del rey es que su voto cuenta el doble, pero es fácil desestimar su palabra ahí. Pusimos al consejo en nuestra contra con nuestras acciones, pero han sido benévolos. Nos han prestado a sus soldados por el momento, pero, una vez te hayamos encontrado, tendremos prohibida la entrada a Samoterra, cualquier ilariano.

Por el primer latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora