A sus 19 años, Enid debería estar apoyando a su banda favorita, yendo a centros comerciales a mirar la ropa de temporada que ha llegado, o estar juntando dinero para su graduación de preparatoria. Pero no, a sus cortos -o largos- 19 inviernos, Enid...
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"¿Estás lista?"
La voz de la alfa suena a sus espaldas. Es gruesa y siente su olor intensificarse con cada segundo que pasa. Enid tiembla con sólo oírla. Voltea a verla y está sin camiseta, con el torso marcado al aire.
"Y-yo" Merlina alza una ceja, totalmente impaciente. "Si-si, está bien"
Con los ojos vidriosos, la más alta se le acerca y los latidos de Enid se aceleran. Le quita la camiseta con mucho cuidado, besando su hombro desnudo.
"Tienes que estar segura"
"Lo estoy" Aclara con voz quebrada.
"Puedo hacerlo sola si no estás segura"
"Te dije que sí"
Rondando los ojos, la alfa la recuesta en la pequeña cama de su habitación. Enid gime al sentir el calor de la más alta cubrirle, se siente segura ahora.
"Merlina" Chilla al momento de que la nombrada pasa sus labios por su estómago plano.
Los besos que la pelinegra le da por todo el cuerpo, hace que se pierda, fijándose únicamente en lo bien que se siente.
"Mer-Merlina" Vuelve a decir su nombre, en un gemido ahogado.
Merlina ha comenzado a prepararla con los dedos, evitando gemir cuando toda la húmeda entrada de la omega. Muerde su cuello suavemente, tratando de no romper la piel, por más que quiere.
"¿Lista?"
Enid asiente.
"¿Segura?"
Traga saliva, pero vuelve a asentir.
Merlina sisea, entrando en Enid, y ella quiere gritar de tan bien que se siente. La omega sólo abre los labios en grande, nada saliendo de ellos.
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Divina seca las lágrimas de su rubia amiga, sonriendo triste.
