O1: ¿Mala suerte o el destino?

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Lee Felix no creía en el destino

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Lee Felix no creía en el destino. Toda su vida, desde que era un bebé regordete, había estado repleta de desgracias y carencias hasta en lo más mínimo. Hijo de padres alcohólicos y estafadores; abandonado por su abuela materna cuando ella debía ser su tutora legal; pésimas notas en la escuela sin importar cuanto estudiase; muchas entrevistas de trabajo rechazadas; tropiezos con la más diminuta piedra que se encontraba en el asfalto.

A todo eso, él le daba una explicación de "mala suerte". Quizá por su horóscopo, la alineación de las estrellas, el lado de la cama por el que se levantaba cada mañana. Era simple mala suerte, como si el mundo tuviera un problema con él.

Detestaba pensar en el destino. No podía ser que su vida estuviera escrita con desgracia tras desgracia. Era deprimente, y para el niño de cabellos castaños, ojos mieles y pecas en el rostro, quien adoraba mirar la lluvia caer por la ventana, jugar con sus juguetes frente a la chimenea flamante, y beber leche chocolatada; no era aceptable pensar así.

Felix había perseguido la felicidad desde que tenía memoria. Era un terco de primera, tenía lo suficiente para sobrevivir entre penurias sin rendirse por completo.

Era por eso que, aquella madrugada de martes de un frío otoño en Seúl, sentado en la húmeda banca del parque más cercano a la gasolinera donde estaba pasando las noches, usaba el último 5% de la batería de su agrietado teléfono para marcar el número que juró jamás volver a llamar.

Channie🫶

De su boca salió una buena cantidad de vaho denso cuando soltó una carcajada, avergonzado por el apodo que le había puesto a Chan en sus años de noviazgo.

Ah.. qué frío hacía.

Observó el contacto en la pantalla mientras acurrucaba su rostro en el cuello de tortuga del sucio suéter rojo que había usado las últimas semanas. No pudo lavarlo, y mucho menos sacárselo. La temperatura era tan baja que fácilmente podría morir de hipotermia, más aún ahora que dormía en el piso de aquella gasolinera, en los pasillos de atrás de la pequeña tienda de conveniencia para no asustar a los clientes. La única condición que le puso la ancianita que trabajaba ahí como cajera, para poder quedarse y pasar las noches bajo un techo.

Toda su ropa estaba agujereada y rasgada, sucia y tiesa en muchas zonas. Su cabello y cuerpo los limpiaba como podía en los baños públicos del parque, pero había dejado de empaparse demasiado desde que se enfermó hace unas semanas. No comía mucho, ni comía cosas nutritivas, así que temía enfermarse de algo más grave si su sistema inmunológico se debilitaba más.

Repasó el número en su mente, aclarándose a sí mismo que era el mismo de antes. De pronto, quiso llorar. Era una humillación enorme lo que estaba por hacer, ¿pero cuántas opciones tenía? No soportaba continuar así, y no podría encontrar una solución por su cuenta. Ni siquiera lo habían aceptado como camarero, ni como conserje en aquella escuela, y los albergues para indigentes le aterraban.

I did something bad ♡ chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora