Con tal de distraer su ajetreada cabeza, y su apesadumbrado corazón, la noche anterior se quedó hasta altas horas de la madrugada dándole cariño a todas las cosas nuevas que había recibido gracias al amable mayor. Decoró y acomodó cada rincón de su modesta habitación, se encargó de ordenar impecablemente toda la ropa en el diminuto armario y de lograr, casi con magia, que los productos de baño encontraran su lugar en la pequeña repisa a un lado del lavabo. Se entretuvo en sobremedida ojeando los diversos libros y aprendiendo a usar las aplicaciones de la computadora.
¡Estaba encantado con todos sus regalos, cada uno de ellos le hacía sonreír! Sin embargo, lo que más le robó el corazón, sin duda alguna, fueron sus peluches. Los acomodó con mimo sobre las almohadas, destacando entre las mantas blancas y añadiendo ese toque alegre y vibrante que tanto le encantaba. ¡Su habitación se llenó de una calidez que hacía brillar sus ojos de felicidad!
Hace tanto que no tenía cosas bonitas. Cosas que podía llamar suyas.
Sin embargo, la felicidad fue momentánea. Pues nuevamente se enfrentaba a una noche en vela.
La impotencia le impedía dormir. Había conocido a ese hombre desde los catorce años, testigo de las primeras veces en las que Chan realizó acciones tan cotidianas. Había sido su confidente, escuchándolo llorar y reír por cuestiones íntimas, revelándole sus secretos más embarazosos. A pesar de esa larga historia compartida, ¿cómo era posible que aún no pudiera prever las acciones del mayor? La desconcertante dualidad de su comportamiento le resultaba incomprensible, incapaz de acercarse siquiera a entenderlo. Actuaba de una manera en un momento y, luego, de manera completamente opuesta al siguiente.
El día que puso un pie en aquella casa, lo pensó de inmediato: ya no conocía a Chan. Se encontraba ante un hombre adulto, cargado de nuevos problemas y asuntos propios. Estaba casado, era propietario de una prestigiosa empresa y su rostro se exhibía en revistas y artículos de renombre. Estaba lejos de ser el chico dulce y risueño del que se enamoró en su juventud.
Aún así, esperaba poder encontrar destellos de aquel joven. Durante la tarde de compras juntos, pudo vislumbrar esos destellos en su sonrisa, en sus risas ocasionales y espontáneas, en la manera despreocupada en que cruzaba los brazos mientras miraba al cielo para matar el tiempo, en cómo resoplaba cuando parecía confundirse con las claves de las tarjetas de crédito y en lo ligeramente gruñón y apurado que se volvía cuando tenía hambre. El Chan adolescente seguía allí, sólo que bien escondido.
Luego, al regresar a casa, se reveló por completo la versión adulta de Chan. El sutil desdén hacia Felix y el anhelo expresado en sus ojos por poner todo en orden antes de la llegada de su esposa a la mansión dejaron más que clara la situación actual.
Pero, maldición, era difícil apegarse a su papel. Todo lo que Felix sabía hacer era seguir a su mayor. Durante muchos años, había evitado esa cálida sensación de confort que experimentaba al estar a las órdenes de Chan. Cuando estaban juntos, Felix sentía que podía reducirse a una criatura diminuta y esperar a que Bang lo guardara en su bolsillo para llevarlo consigo a todas partes. En algún momento, se cansó de esa dinámica y decidió alejarse, huyendo de su naturaleza sumisa. Sin embargo, ahora se encontraba de vuelta en el juego.
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I did something bad ♡ chanlix
Fanfiction❝Dicen que hice algo malo. Entonces, ¿por qué se siente tan bien?❞ Cuando Felix se ve envuelto en serios problemas económicos, en la calle y sin comer por días, acude a la única persona que podría ayudarle. Sin embargo, Chan siempre ha sido lo que p...