El silencio reina en la habitación, las palabras resuenan en mi cabeza velozmente. Liz levanta su cabeza de mi hombro, quedando a escasos centímetros de mis labios. Cierro los ojos y solo siento su acelerada respiración y el potente latir de mi corazón. Pareciese como si el tiempo nos hubiese congelado. La luz de la luna es la única que nos ilumina por la ventana. No nos movemos, su nariz toca con la mía y el silencio se hace cada vez más ruidoso. Decido poner mi palma en su mejilla, tan helada, tan suave. Veo su perfecto rostro frente a mí, y nuevamente me cuestiono el porque me estoy sintiendo así. Bastaron estos pocos días para sentirme de forma inefable al lado de Liz. No quiero apresurarme, no pretendo hacerla sentir usada, o que sus ojos me vean como un loco acelerado azotado por sus sentimientos, en tan solo unos días. Pero ella no piensa lo mismo, abre sus labios lentamente y aterriza en mi boca. Mi cuerpo se desploma, mi mano situada en la mejilla se desliza dentro de su cabello. Es indescriptible, siento que caigo en un hoyo profundo, drogado, mareado y extasiado con ella. Mi ceño se frunce mientras le beso, quita la levantadora de mis hombros y cuando estoy a punto de arrancar su vestido, un fuerte ruido proviene de la cocina. Es el preciso momento en el que se que debo marcharme, para poder seguir con este demente secreto entre ella y yo.-volveré, pero debo irme-planto un beso en su frente.
-y yo estaré esperándote, Alan, ahora corre- se ríe y se acuesta mirándome tiernamente.
Le doy una última mirada y le guiño el ojo, corro sin emitir ruido alguno hacia mi habitación y me encierro. Miro a través de la ventana la espesura de la noche, siento una ansiedad absoluta de salir, mi mente está encerrada. Nuevamente salgo, en silencio y sigilosamente. Roland me ha otorgado llaves para salir y entrar al sanatorio a mi antojo. Doy pasos apresurados. El viento resopla en medio del corredor y cierro de forma temblorosa mi levantadora. Bajo las escalas y me recibe el gigante y deteriorado salón principal, parado ya frente a la puerta introduzco la llave y hago fuerza para que el rechinido bestial de ella, no despierte a medio mundo.
El viento arremete hacia mi rostro, una cálida sonrisa visita mis labios. Algo que no puedo negar, es que la vegetación fuera del sanatorio es un paraíso y saludable a su vez, mucho más de lo que se intenta ser allí dentro. Seria revitalizante que los pacientes saliesen a interactuar con la naturaleza con supervisión, que estar rodeados constantemente de superfluas cuatro paredes sin color. Camino hacia un árbol de roble fuerte, junto a él, se halla una piedra a la que puedo considerar como asiento. Me trepo, me siento sobre su dura textura que a mi parecer, es más reconfortante que estar en el ambiente tan lúgubre que habita entre las vigas de verruckter Müller. Las estrellas que refleja el cielo sin la contaminación de una ciudad, es el espectáculo perfecto para una mente llena de taras. Entonces pienso en Liz. Giro mi rostro hacia su ventana, resoplo confundido. Imagino su rostro tras las rejas, su mano plantada en el vidrio. Mirándome repetidamente y yo admirar ese par de grandes ojos que brillan como el firmamento de esta noche. Que caos, simplemente me enamoré de ella.
Un enorme ruido proviene del frondoso arbusto de hortensias. Me alarmo inmediatamente. Me dirijo lentamente hacia el sin saber a lo que me enfrento. Con mis dos manos separo el matorral y ante mi aparece horrorizada, una mujer de bastante edad, melena desaliñada y gris, una cuenca del ojo medio cerrada, la otra completamente normal. Características claras de abandono total.
-¡descuide mi señora, no le voy a hacer daño!-señalo con mis dos palmas símbolo calma.
-por fortuna roland no me vio- su voz sale ronca y nasal, lleva sus deterioradas manos a su pecho y exhala.
-¿qué hace usted por aquí, a tan altas horas de la noche mi señora?
Respira entristecida- ay muchacho- sus ojos desbordan lágrimas y empuña sus manos como si hiciese una plegaria.
Miro hacia el sanatorio alarmado. Me escondo tras el arbusto con ella y me acurruco tomándole las dos manos como consolación.
-dígame, ¿qué está ocurriéndole?
-el amor de mi vida...está ahí dentro-señala con su tembloroso dedo hacia verruckter Müller-tan indefenso, sin voz para debatir, me lo arrebataron- me traspasa con sus ojos llenos de furia.
-¿indefenso?- mi sangre se enfría, así que la cuestiono- ¿qué está pasando realmente allí dentro?
-mi esposo trabajaba para roland como interno- explica con la mirada perdida- un día, pidieron a Ulises que cometiera un acto horroroso. Mi esposo se rehusó. Pasaron los días, todo parecía en orden por su negación. A las dos semanas lo citaron al despacho de roland-su voz ruge cuando dice su nombre- mi Ulises confundido, ve a su alrededor cuatro hombres de uniforme blanco...-aprieta sus ojos mientras yo recreo la escena en mi mente- lo toman por la fuerza, le atan sobre una camilla, sin poder objetar ante estos cuatro sujetos. Roland sabía que no convenía que uno de sus súbditos supiera tanta macabra información, al rehusarse, Ulises es blanco de amenaza. Lo medicaron día tras día para que no supiera que pasaba a su alrededor. Por eso desde hace 5 años, vengo cada día entre la oscuridad a tratar de encontrar la forma de recuperarlo. En ocasiones Roland logró descubrirme, me amenazó con hacerme crueldades si volvía a aparecerme por aquí, pero por amor se hacen cosas inimaginables, y no importa cuántas veces ese gañan me amenace. Voy a recuperar a mi Ulises.
Cada palabra que sale de su boca es una puñalada para mis sentidos, ¿por esa razón Liz le teme a roland?
-ten cuidado muchacho, roland es una bestia, un ser despiadado. Si sigues sus pasos todo irá bien, de lo contrario, te hundirá los ojos con sus propios pulgares. Todo lo que les hace a sus pacientes es terrorífico, los somete a experimentos como ratas de laboratorio. Desaparecen repentinamente después de alguna "terapia de reintegro" luego mienten al personal diciendo que se han entregado a sus familias. Y afuera a sus familiares, que estos han muerto de infarto u otras causas nobles. Pero en realidad los matan, porque en la mente de Roland solo cabe sangre y desprecio.
Me contengo de vociferar, imágenes macabras se cruzan por mi mente. ¿Cuántos? ¿Cuántas son las victimas que han muerto a manos de Roland? Liz, los demás están expuestos a ser experimentos de la retorcida cabeza de Müller.
-disculpe, señora. Pero debo volver si me lo permite.
-adelante muchacho, solo ayúdeme, ayúdeme a acabar con ese infeliz.
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AMOR O CORDURA
RomanceAlan es un doctor especializado en psiquiatría, con un pasado de dolor y depresión, el cual tuvo que superar solo sin el apoyo de su adinerada familia. Su primer trabajo en un hospital psiquiátrico sucede en Alemania a las afueras de las montañas de...