fachada gloriosa, contenido macabro 🩸

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Asiento con la cabeza y corro cautelosamente al sanatorio. Mis piernas tiemblan, no razono con cordura en este momento. Para mi pútrida sorpresa, me topo con Müller inesperadamente y mis sentidos se contraen.

-ah, Alan. ¿Qué hace usted a tan altas horas de la noche merodeando?

-por las mismas razones suyas, supongo- replico con desazón.

Este me mira interrogativo, apaga los ojos y le aclaro-por insomnio claro.

-hay cosas más absorbentes que el mismo insomnio, amigo-camina müller hacia el ventanal, con pasos impetuosos y sus brazos cruzados por la espalda.

-imagino- se me hace un lio fingir, lo que mi alma respira en este momento.

-¿escucha usted los rugidos de este sanatorio? Son almas condenadas a permanecer aquí para siempre...conmigo-esta última palabra atraviesa su garganta como un rugido.

Cuan cauteloso es el horror, la sangre estancada. Tanto, que cuando finalmente estas salen, nos damos cuenta de que algo siniestro está sucediendo.

-increíble - procuro ser cortante para no mostrarme comprometido con el asunto.

-doctor Alan, ahora que le veo.

-dígame, señor.

-necesito que reemplace al doctor Adolf el día de mañana, no podrá venir, pensará que soy un abusivo, pero se trata de una paciente extremamente delicada y requiere...atención- me mira de reojo misteriosamente, toma su pipa y saca humo.

Carraspeo la garganta, asiento con la cabeza, me encuentro sin palabras y absorto del momento, estar ahí con Müller es una función macabra.

-sí, señor. Estaré al tanto del paciente mañana.

-magnífico, debo informar que mañana no verá a Liz por la mañana, la atenderá a las 6:00 pm.

Vuelve a mí el alma, la voy a ver. Pensé que me iban a omitir la sesión con Neumann.

-de acuerdo señor, buenas noches. Me retiro- inclino mi cabeza educadamente y doy media vuelta.

Este no dice nada, le veo frenado frente al ventanal como si algo lo absorbiese. Me encamino hacia el cuarto y a medio recorrido mi cuerpo se detiene, a través del cuarto de un paciente se escucha una voz angustiada y alguien más dentro. Acerco mi oído a la madera y oigo atentamente.

-¡tienes que dejar de negarte! ¿Acaso quieres que Müller te masacre?-susurra pesadamente un hombre.

-¡nooo!- dice entre sollozos la mujer.

-entonces calla y disfruta como todas las noches, primor.

Mi mente colisiona, escucho que tapan su boca y sus gritos salen ahogados. Lo pienso dos veces, quiero irrumpir este hecho tan atroz, pero detrás de mi aparece Müller como un fantasma que traspasa paredes.

-¿husmeando de nuevo, A-LAN?

Su voz golpea mi pecho, retomo mi compostura- es horrible lo que le están haciendo a esa mujer, tiene que pararlo Müller.

Se le sale una risa incrédula y me mira burlón- es parte de la terapia, señor.

-¿cómo dice?

-usted solo vaya a su recamara, doctor-me traspasan sus fríos ojos, ya cansado de tanto tropel, me dirijo a mi habitación con el corazón consternado y afligido. Nuevamente como cada noche, me duermo de la nada.

A la mañana siguiente, 8:00 am.

Ya claro del número de habitación al que debo ir a laborar, introduzco las llaves dentro del cerrojo y la puerta se abre. Ante mi aparece una mujer que mira hacia un solo punto, ida, como si su cerebro estuviese en blanco. Cierro la puerta cautelosamente, le miro y sigue en su inicial posición. Deslizo una silla con mi mano y me siento frente a ella.

-usted no es el doctor Adolf- sigue mirando perpleja la pared.

-no mi señora, hoy le reemplazo yo.

-al fin puedo respirar un día sin ese idiota- sonríe aun mirando la pared. Me sorprende su palidez. Leo su expediente.

Margot Wesley

Luxemburgo

49 años de edad.

Remitida a verruckter Müller por asesinar 3 personas, su familia expresa que padece demencia desde los 15 años.

Fecha de salida: indefinida y poco probable.

Asesina de 3 victimas... un caso perturbador.

-dejaré que usted diga lo que quiera decir, no le hare preguntas estúpidas- cierro mi portafolio.

-sólo sé que usted me cae bien, doctor- para mi asombro gira su rostro y me mira con los ojos entrecerrados.

-¿por qué lo sabe, Sra. Margot?

-porque no tengo deseos de matarlo- su voz sale gruesa y definida y vuelve a mirar la pared.

Me rasco la garganta y sonrío incrédulo a lo que estaba escuchando. No sé si estaba impactado o agradecido porque no quería matarme.

-ya veo, en un gesto amable de su parte- respiro hondo y después de una larga consulta, culmino el curriculum.

Pienso en que voy a decirle a Liz después de tanto descubrimiento nefasto. Ha sido un día arduo, lleno de acontecimientos escabrosos, escandalosos y demás. Ella... ¿cómo? ¿Cómo es que se ha metido en los callejones de mi mente de tal manera? ¡Qué se supone que haga! No lo sé, solo quiero arrancar su existencia de aquí, del psiquiátrico más macabro que he pisado en toda mi bazofia vida.

AMOR O CORDURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora