capítulo 4

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—Ahora ya sabe cómo hacerlo, me gustaría que intentara ese ejercicio otra vez, pero solo en esta ocasión.

Mientras hablaba, Candy se alejó un par de pasos para dar mayor espacio a Terry. Si tenía los nervios de punta por soportar sus gritos durante dos horas, no lo demostraba.

—Pensé que pretendías sacarme de esta maldita silla de ruedas. No que me volvieras un gimnasta en ella.

—La paciencia no es una de sus cualidades—le dijo Candy con un poco de ironía.

El comentario hizo que se ganara una mirada salvaje de Terry.

—Creo que el hecho de que todavía estés aquí, después de quince días de sufrimientos, indica lo contrario. Albert te pintó como una hacedora de milagros, y todavía espero ver la evidencia.

—¿Cuánto progreso espera obtener en quince días?

—¿Será esa la misma respuesta, después de un mes, un semestre, un año?

—La recuperación es cuestión de tiempo.

—Eso me dices siempre.

—¿Se puede pasar a la cama?—Candy trató de no discutir con él.

—¿No crees que ya me has torturado bastante esta tarde?—Terry casi gritó.

—Si no hiciera mi trabajo con esmero, usted sería el primero en indicármelo.

Mark entró en ese momento.

—¿Qué pasa Mark?—preguntó Terry, más gentil.

—Estoy aburrido—suspiró el pequeño—¿a qué hora llegará la tía Eleanor?

—Poco después de las seis—le indicó Terry.

—Ve por tu carrito—sugirió Candy—cuando regreses, ya habré terminado con la terapia de tu tío, y te llevaré a dar un paseo.

—¿También iras tú?—le preguntó el pequeño a Terry, con la mirada esperanzada.

El rostro de Terry perdió la expresión mientras respondía.

—Tengo que descansar.

—¿Por qué si estas sentado todo el día estás cansado?

—Son los músculos de mis piernas los que se agotan—repuso Terry; la tensión de la mandíbula contrastaba con el tono sereno de la voz.

—Vamos Mark, ve a buscar tu carrito—Candy trataba de evitar que siguiera con su interrogatorio.

—Está bien—aceptó divertido, sin tener conciencia de la tensión que dejaba tras de él.

—Te quedaste muy callada—señaló Terry, sarcástico—creí que tendrías algún comentario acerca de lo difícil que es para un niño comprender lo que es estar confinado a una silla de ruedas.

—Mark solo quiere que las cosas sean como antes del accidente, que usted pueda jugar con él y poder ver a la señora Eleanor.

—No hay razón por la que Eleanor no acompañe a Mark—repuso, molesto—ella decidió invertir muchas horas en la vinatería en vez de solo trabajar un poco en su academia.

—No tiene opción—indicó Candy—cuando lo consulta acerca de un problema, usted no quiere saber nada. Si mostrara un poco de interés en el negocio, Eleanor no estaría tan ocupada. Sería mejor para ella.

—¿Quiere decir que yo debería de ser una carga menor?—resumió Terry, su ira iba en aumento.

—Yo no dije eso.

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