capítulo 9

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Una semana después, Candy entraba en el consultorio de Albert para comunicarle que renunciaba, decisión que debió de haber tomado desde el momento en que se percató de lo involucrada que estaba con su paciente. Entonces podría haber escapado a la agonía de desear el amor de Terry y saber que nunca lo tendría.

Fue la naturaleza de su relación, después de la noche de la fiesta, lo que al final la empujó a dar el paso. A la mañana siguiente, al terminar el desayuno, Terry le preguntó si quería el día libre… además de eso ninguno de los dos mencionó el intento de violación de Neil.

Cuando le dio la terapia, ella se mantuvo más callada que de costumbre. La actitud de Terry fue cortés, a pesar de la tensión que ella notó en la voz de Terry; sin embargo, parecía que algo estallaría entre ellos en cualquier momento.

Candy se enteró de que Susana regresaría a Nueva York para el montaje de una nueva obra en la compañía Stafford. Tal vez esa era la causa del enojo de Terry, pero en vez de gritarle y atacarla con su sarcasmo, como lo hacía antes, él simplemente… la evitaba.

Candy sin duda explotaría si tuviera que soportar más tiempo ese trato impersonal. Era obvio que la situación no podía continuar así.

Al llegar al consultorio de Albert, éste le ofreció café, y a pesar de que la conversación giraba en torno a su boda con Karen era notable que él ya sabía que el motivo por el cual había ido era para tratar un asunto delicado. Tan pronto como salió la recepcionista, Candy empezó a decir:

—Albert, quiero que me retires del caso. Me gustaría regresar a Chicago.

—Espero que todo esté bien en el hogar de Pony.

Candy trató de sonreír.

—No se trata de eso. Lo que pasa es que no puedo seguir con el caso.

—¿Por qué?—preguntó—has tenido mucho éxito. Terry ya camina y estoy seguro de que quieres ver la recompensa de todos tus esfuerzos.

—Por favor Albert, no me preguntes cuáles son mis razones.

—Lo siento Candy, pero no puedo dejar de preguntar—alzó los hombros—aunque no sea más que por el bienestar…

—Si creyera que la recuperación total de Terry dependiera de que yo permanezca a su lado, me quedaría—lo interrumpió—pero, en esta etapa, cualquiera puede continuar la terapia.

—Sí, alguien puede tomar tu lugar, pero sé lo que Terry pensará de la idea ¿acaso ya se lo dijiste?

—Todavía no.

Albert se puso de pie, dio la vuelta al escritorio, tomó una silla y la colocó al lado de Candy, a quien le habló como el amigo que siempre fue.

—Hace mucho que nos conocemos. Ahora dime ¿cuál es el problema realmente?

—¿En verdad no lo adivinas Albert?—dijo Candy con una sonrisa débil.

—Con franqueza, no. Si hubieras venido a verme cuando Terry todavía estaba en la silla de ruedas y me hubieras hablado de la brusquedad de su trato y el sarcasmo de sus comentarios, lo hubiera entendido a la perfección. Quise que fueras su terapeuta por la tiranía con la que él actuaba y por la duda que aún existía de que pudiera volver a caminar. Honestamente no lo habría logrado con otra persona. Pero ahora todo eso es historia y cualquiera puede ver la forma en que ustedes dos se entienden. Lo que no me ayuda a encontrar cuál es la razón por la que quieras dejar el caso.

—No puedo continuar con el tratamiento de Terry porque…—Candy guardó silencio y después de prisa confesó—me he enamorado de él. Por eso tengo que irme.

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