capítulo 8

273 23 6
                                    

La residencia de los Kleiss es enorme, pensó Candy después de que los recibiera Karen y ella y Neil pasaran a los jardines. La música en el salón de baile salía por las ventanas. Grupos de invitados estaban reunidos en la terraza y los camareros circulaban con bandejas llenas de copas de champán. El zumbido de las conversaciones y las risas prometían una noche exitosa.

—Tanto derroche por un aniversario—dijo en tono burlón Neil—presiento que lo que hay detrás es el anuncio del compromiso de Terry y Susana ¿no lo crees?

Candy tomó un sorbo de su licor y no respondió. Se sentía tan frágil como el cristal de la copa por el esfuerzo de fingir que no estaba enamorada de Terry.

En ese instante, Terry apareció en la terraza. Un sexto sentido hizo que Candy notara su presencia a pesar del murmullo y la distancia que los separaba. Ella levantó la mirada y a su lado vio a Susana con un vestido rojo, deslumbrante.

Candy, con sus dorados rizos y sus verdes ojos expresivos de largas pestañas, tenía su propia belleza. Sin embargo, al ver a Terry y Susana juntos, sintió cómo se le encogía el corazón.

Desde donde estaba, Candy podía ver el impacto que causaban como pareja. Las cabezas se voltearon y les dedicaron su atención. La personalidad de Terry era tan arrolladora que la gente gravitaba a su alrededor.

Un camarero se acercó y Neil tomó otra copa. El hecho de que hubieran llegado juntos no la obligaba a pasar toda la noche a su lado.

—Vamos con los demás—sugirió Candy.

Le fue más fácil perderlo. Ella hablaba con uno de los vinicultores y su esposa cuando se les unió uno de los primos de Karen.

Candy había visto un par de veces a Christopher en reuniones sociales. Tenía cerca de treinta años, era alto y divertido. Tomó la mano de Candy, la pasó por su brazo y antes de que ella pudiera protestar, la alejó del grupo.

—Decidí rescatarte—le dijo con su sonrisa divertida.

—¿De qué?—Candy rió.

—De los socios de Terry. Son gente encantadora, pero demasiados serios para alguien como tú. Ven con mi grupo hasta que sea hora de la cena.

Nadie que los hubiera visto caminando juntos entre la gente habría podido decir que Candy no estaba feliz y relajada. Y ella estaba decidida a que nadie adivinara lo contrario.

Al subir a la terraza, pasó a un lado del grupo donde Terry y Susana reían. Ella miró de soslayo y se encontró con la mirada de Terry; el fulgor en los ojos azules la desconcertó. Era obvio que él estaba muy molesto con ella… Susana debió haber tergiversado todo lo que ella dijo.

Un poco más tarde, todos empezaron a pasar al salón de baile para la cena. Candy estaba en la misma mesa que Neil, aunque a unos cuantos asientos de distancia.

—Te veré después—le dijo Christopher con una sonrisa cuando tuvo que dirigirse a la mesa de honor a reunirse con su familia y los amigos más íntimos.

Para Candy fue fácil entablar conversación con la gente que la rodeaba. Sin embargo, no podía dejar de dirigir una que otra mirada en dirección de Terry y Susana.

Al fin sirvieron el café, y los fotógrafos del periódico local se acercaron a la mesa principal, listos para el momento en que el Eleanor se digiera a sus invitados. Bajaron un poco la luz, la música cesó y todo quedó en silencio.

Su discurso fue expresivo y entretenido. En él se refirió a su carrera, al buen desempeño como empresario de Terry dejando de lado su carrera artística y a la academia de actuación que dirigía desde dos años antes. Propuso un brindis y con la mano pidió un mayor silencio.

Caminos cruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora