Capítulo 13

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Alessandro

Atenea Morelli

Salgo al estacionamiento subterráneo de la tienda para eventos, decidí venir a comprar algunas decoraciones para la cena de esta noche. Adriano desea lo mejor y en eso somos idénticos, la elegancia y altura debe predominar en nuestras decoraciones.

Apolonia se encuentra en la casa con Domenico, desayunó con Adriano, pero por todas las cosas que él tuvo que hacer prefirió dejarla en casa. Quería traerla conmigo, pero su seguridad es muy importante para mí, por eso prefiero no exponerla bajo ninguna circunstancia.

Siento como una mano tapa mi boca y la otra me arrastra hacia una zona oscura, mantengo la calma, reconozco el perfume, a pesar de los años sigue conservando la misma asquerosa fragancia. Espero a que me quite las manos de encima sin moverme de mi lugar, no sé cuáles sean sus intenciones, lo que significa que debo ser más inteligente que él.

― Tranquila, no pienso hacerte daño.

Me volteo con tranquilidad y lo veo a los ojos, no voy a negar que se sigue viendo hermoso, los años le han sentado mejor, ahora es más fuerte, broncea más su piel, sigue luciendo bien.

― Tampoco es que esté alterada.― digo con sarcasmo.― ¿Qué deseas?

― Lo sé todo, pero no debes preocuparte, el secreto de nuestra hija está a salvo conmigo.― me mira fijamente, busco cualquier lápiz de mentira en sus palabras; sin embargo, no logro encontrarlo.― Lo único que quiero es que me dejes conocerla.

― ¿Por qué debería creer en tus palabras? ¿Por qué después de todo el daño que me hiciste?

― Reconozco mis errores, sé que te lastimé, pero al igual que tú, llevo años sufriendo la muerte de mi hija, creyendo que no formaba parte de este mundo, cuando realmente nunca fue así.

― ¿Cómo lo supiste?

― Exhumé el cadáver que se encontraba en la supuesta tumba de Hera, resulta que se encontraba un niño sepultado durante todo este tiempo.

― ¿Qué te hace pensar que sigue viva? Nuestra hija puede estar sepultada en otro lugar.

― Tu pregunta confirmó mis dudas, tu serenidad por igual.

― No pienso permitir que mi hija tenga ningún vínculo contigo.― observo mi camioneta, mis hombres me esperan recostados del capo de la misma.

― No quiero matarte, mucho menos tengo nada en contra de ti.― mira hacia mi misma dirección.― La actitud que he tomado ha sido para mantener a Artemisa confundida, no me alejo de ella por mi hija, me necesita y no sé cuanto tiempo le quede de vida.― su mirada se ve apagada al hablar sobre su otra hija.

― Me da pena la niña, no merece su enfermedad, mucho menos tenerlos como padre.― endurezco mis palabras.― Pero esas son las condiciones de construir una felicidad a base del dolor ajeno, se le llama karma, mejor que yo he de conocerlo.

― Solo te pido que me dejes conocerla, es todo.

― Lo lamento, pero Hera tiene a otro como su padre, no a ti, si te acercas a ella pasarás a ser un desconocido.

Sus ojos se cristalizan al escucharme, por un momento siento dolor al negarle la oportunidad de conocerla, pero no confío en él, ya me falló una vez, que lo haga dos veces, no sería problema para él.

― Imagino lo mucho que me odias, yo en tu lugar haría lo mismo, quizás peor.― voltea a ver a mis hombres como si el tiempo a mi lado se volviera cada vez más corto.― Pero necesito que me escuches bien, tengo poco tiempo.

Sed de venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora