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Jennie corrió hasta el hogar de la omega, entrando y caminando rápidamente al baño para buscarla.

—Mira nada más, que bonita omega tengo —rió al verla envuelta en una bata blanca con el cabello en una toalla del mismo color.

—Las burbujas se pusieron rojas —se quejó e hizo un puchero—. Y sigue saliendo.

—Lo vamos a arreglar ahora mismo —sonrió dejando las cosas en el lavamanos, cargando a Lisa y poniéndola sobre un banquito—. Iré por ropa interior para ti.

—Okay, alfa, ve por unos calzoncitos —dijo, sonriendo levemente—. ¿Compraste lo que necesitaba? —movió su cabeza, buscando las cosas.

—Síp, y le traje unas golosinas especiales a la omega más bonita de la tierra —caminó a la habitación de la pelinegra, volviendo con ropa interior limpia y un camisón blanco con flores rosadas—. Toma, cachorra.

—Gracias, alfita, ¿con eso ya no va a salir sangre? —ladeó la cabeza, cada vez se confundía más.

—Oh, no, primero a vestirse y luego te explico —murmuró, dándole las prendas—. Ponte la ropa interior —cubrió su rostro con ambas manos.

—Pero si me la pongo se va a manchar —soltó un lloriqueo, mordiendo su labio—. Explícame, por favor.

—Espera, ¿estás cómoda si veo, cariño? —preguntó, no quería asustarla—. ¿Amor? —alzó las cejas.

—Sipi, alfa, yo soy tuya y sé que no vas a verme con ojos feos —asintió, confiaba demasiado en ella.

Jennie sonrió con orgullo, destapando sus ojos.

—Mira, esta es una toalla sanitaria, es para que cuando la sangre salga no te manches y debes cambiarla al menos tres veces al día. Aunque no importa si la tienes puesta y te manchas, eso es algo normal, no todas tienen el mismo flujo.

—Okay —asintió, tomando la toalla entre sus manos—. Se pone aquí, quitamos esto y esto, y... ¡listo! —sonrió orgullosa, había visto varios vídeos en internet mientras la mayor no estaba, poniendo la toalla sanitaria en su ropa interior.

—¡Muy bien, cachorra! Perfecto, mi niña grande —besó sus mejillas.

—Alfa, me duele la pancita —se quejó, poniéndose el camisón—. ¿Vamos a jugar ahora?

—Tengo la solución para eso —le dio una pastilla y un vaso de agua—. ¿Sabes pasar pastillas?

—No, cuesta mucho.

—No importa, cariño, te explicaré —sonrió—. La pones en tu lengua y le das un traguito al agua, luego la pasas, olvídate de la pastilla.

La omega entrecerró los ojos, asintiendo.

—Está bien —siguió los pasos, frunciendo el ceño—. Desapareció.

—¡Muy bien! Con eso van a pasar los dolores, vamos a tu habitación —tomó el chocolate, extendiendo su mano.

—¿No vamos a llamar a mi mami?

—Cuando llegue le vamos a contar —sonrió, alzándola por la cintura.

—¡No, alfa! —levantó las manos, de nuevo avergonzada—. Voy a mancharte.

—No pasa nada, muñequita. Ven aquí, no pasa nada si me manchas, puedo cambiarme. ¿Quieres ver una película?

—Claro que sí —ronroneó—. Alfita, hablando de eso, ¿tú cómo sabes?

—Pues es algo natural, amor, tengo que saber si voy a tener a una omega bonita —besó sus mejillas, caminando a la habitación de la menor.

—Y, ¿cuándo me vas a marcar? —hizo un puchero.

—Cuando seas más grande, pequeña —se acostó en la cama, dejándola sobre su abdomen.

—Alfita, te amo mucho —sonrió, abrazando a la castaña—. ¿Te quedas a dormir hoy? Mami tiene doble turno y me deja solita en casa.

Jennie acarició sus caderas, mordiendo sus mejillas.

—Mi muñequita, mi muñequita de porcelana —rió acariciando su cintura—. Claro que puedo, bebita.

—No me gusta muñequita, suena muy feo —hizo una mueca—. Mejor... ¡cachorra!

—Pero eres una muñequita —dejó un casto beso en su frente—. Mi muñequita, mi cachorrita, mi bebé.

—No me digas eso porque me lubrico —bromeó.

—Calenturienta —rodó los ojos, ahora besando sus labios—. Elige tú la película mejor —abrió la bolsa de chocolate.

—Nini, me gusta que me hayas elegido como tu omega —sonrió, besando la mandíbula de la alfa.

—Y a mí que tú me hayas elegido como tu alfa. ¿Crees que seremos una pareja feliz más adelante?

—Si me haces caso sí, si no lo haces no —arrugó las cejas.

—¿Ah si? ¿Quieres una alfa obediente?

—Sipi, yo soy una omega mandona.

—Omega mimada —corrigió.

—Omega mandona —insistió—. Y tú serás una alfa obediente.

—¿Seré una alfa mandilona? —rió.

—Sipi, vas a ser una alfa mandilona.

—Practiquemos. Actúa como una esposa mandona.

—Okay, voy —asintió de nuevo, levantándose de la cama—. ¡Jennie Kim! ¡Dejaste la tapa del baño arriba! ¡Debes bajarla siempre!

—Calla, patito —guiñó un ojo, riendo al ver cómo la omega se ponía roja y encogía sus hombros.

—Así no funciona —hizo un puchero—. Ahora actúa como si fueses mi esposa.

—Entonces... ¡ah! —rió—, y luego correría al baño mientras me persigues con tu sandalia.

—Con la sandalia no, no soy una vieja —frunció el ceño.

—¿Entonces? ¿Con un dildo? —carcajeó.

—¿Por qué dices eso? ¿Quieres uno? No te preocupes, te lo presto —buscó entre los cajones.

—¡Omega atrevida! —carcajeó—. Tonta, elige tu tonta película.

—Vamos a ver la de... ¡Moana! —chilló emocionada.

—Yo soy Maui.

—Claro que no, mastodonte —rodó los ojos, poniendo la película.

—Y tú eres Pua —asintió riendo.

—¡Eso no es cierto! —lloriqueó—. Yo soy Tefiti.

—Eres Heihei.

—Pues tú eres... ¡Teka!

—¿Soy malvada? ¡Grrr!

—Grrr —gruñó tierno—. ¡Nini, mira lo que aprendí a hacer!

Alpha will help you | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora