Nubes Rojas y Anillos Blancos (Capitulo 2)

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Eran las doce. Llovía al otro lado de la ventana del restaurante. Estaban en el box de siempre. Al fondo, en el lado donde todas las mesas tenían una ventana que daba a la calle. El restaurante no tenía aleros en la fachada y las finas gotas salpicaban el cristal enmarcado en la madera. Dentro, las voces lejanas de los comensales y el débil sonido de la lluvia los envolvían mientras esperaban sus platos. Konan estaba inclinada sobre la mesa con el mentón en una mano, mirando por la ventana. Había dejado su sobretodo doblado junto a sus piernas. Llevaba un fino suéter negro que se ajustaba a su figura femenina. Las mangas estaban remangadas, mostrando los antebrazos de suave blancura. La parte superior del suéter dejaba ver la base de su cuello cálido, apenas rozando la ligera protuberancia de su nuez, encerrada junto a la mandíbula entre las paredes de pelo azul que enmarcaban su rostro.

Era una de esas raras ocasiones en las que Konan dejaba que su espalda se relajara. Miraba, ensimismada, como cualquiera que se pierde en sus pensamientos frente a una ventana en un día lluvioso.

Del otro lado de la mesa, Naruto alternaba entre ella y el largo pasillo que se formaba entre las mesas, esperando a que llegara el camarero con sus platos. Siempre tenía hambre a esas horas. No sabía lo que era, pero había algo en las horas de trabajo que le permitía comer cualquier cosa. Era un hambre diferente a la común. Lo notó desde el primer día que comenzó sus actividades en la Oficina Central. Las primeras horas habían sido lentas, muy lentas, y cuando tuvo su hora de almuerzo se alegró, y la alegría duró poco, porque luego venían otras cuatro horas de básicamente mover papeles, cargar datos, enviar mensajes, y preparar informes, muchos informes. Hoy estaba más acostumbrado, ya era rutina, y le ayudaba a poner orden en su vida. Era un mal necesario, por así decirlo. Porque de otra manera inexplicable, trabajar te hace más productivo durante el resto del día.

Pero trabajar era un hábito, y el hábito nunca es un placer. Por eso, aunque no lo pareciera desde fuera, disfrutaba cada segundo de haber quedado con ella para comer. No le importaba que ella no hablara. El simple hecho de estar acompañado por alguien diferente a la horda de seres grises que veía cinco veces por semana hacía que una ligereza brotara en su estómago. Y los fines de semana, por supuesto, eran la oportunidad de olvidarse de los cinco días anteriores con la ayuda de unas latas de cerveza.

El camarero no aparecía. Naruto se volvió hacia Konan, que seguía congelada en su posición mientras observaba la lluvia. En otra persona parecería antinatural —quedarse quieta durante tanto tiempo—, pero ella lo hacía sin ningún signo de artificialidad.

"Después de todo, está acostumbrada", pensó.

Acostumbrada. Se preguntó si Konan disfrutaría ver caer la lluvia, algo que había hecho desde sus primeros días conscientes. Pero decidió no preguntar, porque eso llevaría a hablar de Amegakure.

Decidió abordar el tema de conversación habitual que tenían, su comodín cuando no sabía de qué hablar.

—¿Quién fue el más difícil de reclutar?.

Los ojos de Konan se desviaron hacia él. Un escalofrío recorrió su columna. Sólo los ojos se habían movido, acompañados de un leve parpadeo de la suave sombra de sus ojos y sus pestañas. El resto del cuerpo permanecía en su posición contemplativa.

Ella le miró de reojo durante un largo instante. Su mirada estaba cargada de una extraña resonancia. Puede que ahora fuera diferente, pero ella había sido una Akatsuki.

Konan finalmente movió su cuerpo y se relajó contra el respaldo, con los brazos cruzados sobre la mesa.

—Kakuzu.

Naruto se acodó y se frotó la barbilla, haciendo memoria.

—Sí, recuerdo que era un tipo de mal temperamento.

Momentos de Lluvia y Tristeza (Moments of Rain and Sorrow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora