Capítulo 6

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Neyla tarareó una hermosa melodía mientras peinaba sus hermosos cabellos platinos mirándose en el espejo de la lujosa habitación que su amado Mehmed le había dado.

Neyla tarareó una hermosa melodía mientras peinaba sus hermosos cabellos platinos mirándose en el espejo de la lujosa habitación que su amado Mehmed le había dado

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Hoy era uno de esos raros diás en los que Mehmed no estaba a su lado ya que se encontraba en los preparativos para el recibimiento del sultán

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Hoy era uno de esos raros diás en los que Mehmed no estaba a su lado ya que se encontraba en los preparativos para el recibimiento del sultán.

Sonrió al recordar como Mehmed le suplicó mil veces que lo acompañara ya que no quería separarse de ella pero Neyla se negó ya que una concubina no tenía poder para recibir al mismo sultán en persona.

Su estatus en el harem no había cambiado. Seguía siendo la amada mujer del príncipe. En el harem corrían rumores de su divina y etérea belleza que hechizó al príncipe.

Sin embargo no podía confiarse. Ella estaba decidida a cambiar la historia de toda la dinastía otomana.

Su padre Allá le había contado que su misión era hacer que Mahidevran volviera a ser el amor del sultán y también hacer que su hijo Mustafa no muriese y fuese feliz.

Ella quería hacer que Hurrem y Mihrimah vivieran un infierno por hacerle perder a su hijo antes. Nunca se los perdonaría.

Aunque fue su error por quedar embarazada. Si de verdad Hurrem hubiera querido que su nieto viviera, ella hubiera convencido al sultán de dejarla tener al bebé pero en lugar de eso decidió hacerla abortar por la fuerza.

Mihrimah también ayudó a esto. No perdonaría a ninguna de las dos.

Sus pensamientos fueron interrumpidos ya que tocaron las puertas.

- Adelante - volvió a cepillar su cabello.

Un Aga entró con la cabeza baja y le hice una reverencia con total respeto.

Neyla sonrió, Mehmed se había de que todos la trataran como una sultana, dejando en claro su estatus en su corazón.

- Señorita, el shehade Mehmed ha enviado dos esclavas para su servicio - dijo sin mirarla.

El shehade había prohibido a cada hombre del palacio mirar siquiera un solo cabello de su amada. Si lo hacían él mismo se encargaría de cortarles la cabeza.

La Única Mujer | Shehade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora