¿Casada?

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Capítulo 6

— Y este grupo de aquí es mi gran equipo, son unos máquinas, pero siempre que pueden se escabullen a tomar el café— me susurra Miguel.

Sonrío y lo sigo de cerca, saludo a varias de las personas que el me presenta. Son todos y todas bastante amigables, lo que me tranquiliza bastante, ya que me había quedado con la parte en la que Hugo Guardiola duda de mi potencial y tan sólo se fija en las tetas de Lola Montes y no en su profesionalidad.

El paseo por la compañía resultó largo pero enriquecedor. Se percibe una buena dinámica de empresa que hace sentir cómodos a sus trabajadores y eso me hace sentir más tranquila. Aunque no vaya a realizar un trabajo para el que estudié, al menos estaré en un lugar en el que me sienta cómoda.

—Y este es el lugar que nos ayuda a aliviar las malas tensiones, o a veces nos ayuda a despertarnos

—¿La cafetería?

—EXACTO!

Miguel da un aplauso y me señala una de las mesas donde me anima a tomar asiento. Va a por unos cafés y cuando vuelve me fijo en como me observa, intenta disimular la forma en la que sus ojos me estudian, pero falla durante el proceso, ya que sin poder evitarlo me incomodo.

Normalmente no me gusta que los hombres me miren, siento que permitiéndolo le fallo a Tomás y a su memoria. Lo sé, es una idea retorcida y sin sentido pero no puedo evitarlo.

—Estás casada— susurra Miguel observando mis manos.

De repente me fijo en mi alianza, la cual giraba de manera distraída en mi dedo.

—Sí— respondo.

Miguel carraspea antes de recolocarse en su silla, ahora un poco más incómodo. Es normal sentirse así Miguel, estabas observándome de una manera poco ortodoxa.

—¿Y cómo te ves para el puesto?— pregunta.

—Perdida— respondo, el me sonríe y yo le devuelvo el gesto— no puedo evitarlo, no tengo nada de preparación en tema de despachos, cuentas, atención al cliente o lo que sea que se necesite para trabajar de secretaria, ¿ves? Ni si quiera se que formación se necesita.

Miguel vuelve a reírse y toma mi mano. El gesto es inocente, y a diferencia de sus miradas, no me hace sentir incómoda.

—Tranquila Sara, lo harás genial estoy seguro de ello.

**

Cuando llego a casa siento que la cabeza me va a explotar. Realmente hoy no sabía hacer nada y me equivocaba cada dos por tres. Una de las trabajadoras, Petra, creo recordar que se llamaba así, me intentó ayudar y calmar en lo máximo de lo posible. El hecho de ser la chica que me recibió el día de la entrevista y conocer ya su rostro me tranquilizó un poco.

Por otro lado Miguel trató de darme tareas sencillas para que no me frustrase y yo no pude evitar sentirme mal por mi anterior incomodidad, pienso demasiado mal de todo el mundo y me hago un erizo muy pronto, necesito relajar.

—Hola reina— dice Natalia antes de darme un abrazo.

Se encuentra ya con ropa de deporte y una bolsa colgada del hombro.

—¿Vas a yoga?

—Sip, y viene Erik también, insistió— rueda los ojos.

—Vaya..., ¿se pone serio el tema?— digo mientras rebusco en el armario que utilizamos como farmacia para coger un paracetamol y metérmelo en la boca.

—No cariño, solo amigos, es gracioso y folla bien, estamos disfrutando, sólo eso, ¿y tú qué? ¿No vienes?

—Ha sido un día de locos y además, no quiero que exista la posibilidad de ver a Hugo, hoy se comportó como un patán...

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora