15. La última luz

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—No es tan tarde...

—Jack..—susurre limpiando mis lágrimas —¡Está con vida! ¡Está con vida! ¡Está con...! —le pegué —¡Que idiota! Casi me da un infarto ¿Estás feliz? —le espeté y él rió.

—Así que me amas ¿eh? —dijo engreído.

—No. Ese golpe en la cabeza te pego feo —respondí, dandolo por loco.

—¿Y Pitch?

—No lo sé, tal vez esta en su guarida —informé —tenemos que salir de aquí si queremos acabar con él.

—Me vas a tener que dar muchas explicaciones, luego —dijo mientras nos poníamos de pie.

—Si, lo sé ¿Cómo vamos a salir de aquí?

—No tengo idea. No puedo volar sin mi bastón.

—Pues... yo sí —le entregué el bastón partido en dos.

Cuando Pitch lo lanzó, me devolví a tomarlo.

—No se de qué pueda servir, ya que está roto...

—De hecho si sirve, Tori —contestó él y unió ambas partes del bastón.

Este comenzó a brillar, al final Jack logró arreglarlo y salimos volando de ahí.

Fuimos en busca de Pitch. Lo buscamos en su guarida, pero no se encontraba ahí.

—El globo.. —dije señalando el globo terráqueo que tenía Pitch ahí.

Nos acercamos a este y nos dimos cuenta que aún quedaba una luz, así que nos dirigimos allí.

La noche envolvía el mundo en su manto oscuro, mientras la luna, con su fulgor carmesí, dominaba el firmamento. Su luz era tenue y lúgubre, otorgando un aspecto sobrenatural a todo lo que se encontraba a su alcance. Las estrellas, apenas perceptibles, se ocultaban tímidamente detrás de las nubes, como si temieran ser descubiertas por la enigmática oscuridad reinante.

Las calles, desprovistas de vida, yacían sumidas en un silencio sepulcral. No había rastro de actividad humana, solo el eco de los pasos solitarios de algún insomne aventurándose en la inquietante noche. Era Pitch...

—¡No puede ser! —susurro este sorprendido al vernos —¿Que quieren tortolitos? ¿Vinieron por la última luz? Veamos quién se la queda..

Pitch, el maestro de las pesadillas, desató su poderoso ataque de lazos de polvo oscuro contra nosotros. Jack y yo nos preparamos para defendernos. Yo con mi fuego, lanzando llamas ardientes para contrarrestar los lazos de pesadilla, mientras Jack con el frío y el hielo de su bastón, creando barreras de hielo para protegernos.

Saltábamos ágilmente, evitando los ataques de Pitch, quien a su vez trataba de esquivar nuestras ofensivas. El aire se llenaba de tensión y energía mientras nos enfrentábamos en un duelo épico en el oscuro cielo nocturno. Los lazos de pesadilla se retorcían y se enredaban alrededor de nosotros, amenazando con engullirnos en un mar de pesadillas.

De repente, Pitch conjuró dos nubes negras cargadas con su polvo de pesadilla. Con un movimiento fluido, se elevó en el aire junto conmigo, atrapándome en su maligno abrazo.

—¿Te gusta la vista Astoria? —insunió Pitch.

Me encontraba adolorida, exhausta por cada embate que lanzaba contra Pitch. Sentía el dolor que le había infligido y todo ello debido al maldito pacto de sangre que habíamos sellado. Cada fibra de mi ser dolía y parecía que en cualquier momento iba a desplomarme, pero sabía que debía continuar. Era la única forma de salvar a todos.

Mis músculos, tensos y fatigados, protestaban con cada movimiento que realizaba. Cada golpe que intentaba asestar llevaba consigo un recordatorio de la herida que Pitch me había causado. Sin embargo, me negaba a rendirme, a dejar que el dolor y la debilidad me dominaran.

El Origen de los Guardianes y El Misterio de la Luna RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora