Alfredo era un niño muy especial. En la escuela era el mejor compañero, el mejor alumno y el más solidario. Siempre sacaba las mejores notas y ayudaba a todos. En la clase de matemáticas, cuando sus compañeros no entendían el tema, él se ofrecía a ayudarlos. Cada vez que Alfredo los ayudaba les iba bien en los exámenes.
Un día, Alfredo fue a la casa de su mejor amigo, José, porque éste quería mostrarle un regalo que sus padres le habían hecho. Allí, le mostró su nueva consola de videojuegos, la cual tenía un videojuego integrado en la memoria. José invitó a Alfredo a jugar a la consola.
A Alfredo le fascinó el juego, se trataba de un señor que tenía que salvar a su hijo secuestrado por robots que habían venido del futuro...
José le mostró a Alfredo cómo se jugaba al juego. Después de completar el primer nivel le prestó el mando para que él juegue el segundo... pero Alfredo, después de pasar el segundo nivel, siguió jugando y no le permitió a José jugar ningún otro nivel, ni siquiera lo escuchaba cuando le pedía que le dé el mando... Entonces, José apagó la consola.
–¿Qué hacés? –le dijo José a Alfredo levantando el tono de voz.
–¿No escuchás que te estoy hablando? ¡Me tocaba a mí!
–Uy, te pido disculpas -le respondió Alfredo refregando sus manos en el rostro. -Ese juego está genial-.
–Bueno, sí, tenés razón -le dijo José, entre risas.
–¡Quiero comprarlo! Se lo voy a pedir a mis papás.
Cuando Alfredo llegó a su casa, les suplicó a sus padres que les compre esa consola y ese juego que tenía su amigo. Luego de insistirles por un buen tiempo, los papás de Alfredo desistieron y tuvieron que comprarle la consola y el juego. Alfredo fue súper feliz, abrazó a sus padres y les dio muchos besos.
A partir de entonces, Alfredo empezó a jugar todos los días a ese videojuego. Todos los días. Tanto así, que bajó su rendimiento en la escuela, y dejó de juntarse con sus compañeros para quedarse en su casa jugando. Sus padres intentaban que salga de la consola, incluso a veces se la escondían cuando él se iba de allí para que no la usara, pero cuando Alfredo no la encontraba, hacía escándalos, comenzaba a zapatear y a llorar porque quería jugar, por lo que no les quedaba más remedio que devolvérsela.
A partir de entonces, sus padres dejaron de prestarle atención y no le hablaron más. La rutina de Alfredo era levantarse, ir a la escuela, volver, jugar a la consola e irse a dormir. Así pasaba sus días...
Una noche, cuando terminó de jugar videojuegos y se fue a dormir, comenzó a escuchar ruidos extraños. Al principio no les dio importancia, pero estos ruidos sonaron y retumbaron toda la noche, y no lo dejaron dormir. A la noche siguiente, volvió a escuchar los mismos ruidos, a la noche subsiguiente también...
Hasta que un día, decidió contarles a sus padres lo que estaba pasando, y les pidió disculpas por todo lo que pasó entre ellos, pero sus padres no le creyeron. Entonces, Alfredo decidió quedarse despierto toda la noche, mirando hacia su ventana, para ver quién hacía esos ruidos. Abrió la ventana para poder ver más de cerca. Estuvo varias horas, esperando a escuchar el ruido y descubrir a quienes lo hacían, pero esta vez, el ruido no se escuchaba...
Hasta que en un momento le dio sueño, y se echó en su cama, olvidándose la ventana de su habitación abierta. Fue entonces cuando entraron por su ventana unos robots de mayor tamaño que él, lo metieron despacio en una bolsa, y se lo llevaron volando.
Cuando Alfredo despertó, no entendía ni dónde estaba, ni cómo había llegado hasta allí. Estaba encerrado en una burbuja, a través de la cual podía ver cosas insólitas, cosas que nunca antes había visto, pero que le recordaban al videojuego que tenía en su casa. Aparecieron unos robots, que le dijeron que estaba en el año 3041, y que lo habían traído para realizar experimentos con él, y que nadie lo iba a salvar. Alfredo se puso a llorar...
Mientras tanto, en su hogar, sus padres fueron a su habitación a despertarlo para que vaya a la escuela, golpearon la puerta, pero Alfredo no respondía. Golpearon y golpearon... Entonces, abrieron la puerta ellos mismos; pero su hijo no estaba. Su ventana estaba abierta, y su cama desarmada. No lo pudieron encontrar, y nunca más volvieron a saber de él.
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Cuentos para niños (y no tan niños)
AventuraCuentos infantiles y juveniles que rescatan valores y sentimientos que se pueden encontrar los más pequeños. Espero que les gusten, voten y comenten.