ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ɪ

148 14 1
                                    


Nadie nunca había dado un palo asíNi en Nueva York, ni en Londres, ni en Montecarlo. 

Asi que si mi foto volvía a empapelar el pais, que fuera por el atraco más grande de la historia


"Bienvenidos." Escribió el Profesor en la pizarra. 

-Os doy la bienvenida y las gracias por aceptar esta... oferta de trabajo. -comenzó, y escuché risas por detrás. 

Nos dijo que viviriamos allí. En una casa perdida de la mano de dios, alejada de cualquier actividad social, escondida a los ojos de la policia. Durante cinco meses, los cinco meses que pasariamos estudiando el plan.

-¿Cómo cinco meses? -interrumpió un hombre de barba canosa a mi lado. -¿Estamos locos o qué?

Me quedé mirandole incredula. Cinco meses eran nada comparado con la magnitud del golpe.

Sergio se acomodo encima de su mesa de profesor y le explicó: -Mira, la gente pasa años estudiando para tener un sueldo, que en el mejor de los casos, no deja de ser un sueldo de mierda que con suerte te da para un capricho al mes. Sin embargo, cuando todo esto acabe no vamos a tener que volver trabajar en nuestra vida. Ni nosotros, ni nuestros hijos, ni posiblemente los hijos de nuestros hijos. Yo llevo pensando en esto... muchísimo más tiempo del que os imaginais. ¿Qué son cinco meses comparado con toda una vida?

Trás su monologo todos lo entendieron. Se quedaron callados encogidos en su mesa de pala. Creo que fue la primera vez que vieron la magnitud del golpe, aunque no lo supieron en el momento.

-Bien. -siguió con un tono más emocionado. -De momento no os conoceis... -habló mientras escribía en la pizarra- y quiero que siga siendo así. No quiero nada de nombres, ni preguntas personales, ni por supuesto... -dejó de apuntar en la pizarra y me miró por un segundo. 

No sería capaz...

-Relaciones personales. -finalizó al quitarme la mirada, colocandose las gafas. 

Si había sido capaz. 

Negué con la cabeza, con una sonrisa mientras escuchaba las risas de los demás.

-Quiero que cada uno elija un nombre, algo sencillo. Números, planetas, ciudades...

-Rollo Señor 17, señorita 23. -questionó el chico de la risita, picando a su padre, el hombre de barba del mi lado, quien no era muy bueno recordando números. 

A partir de ahí se instaló una guerra en la que unos no querían números, y otros no querían planetas por la mala rima de alguno.

-Ciudades, van a ser ciudades. -cortó la discusión el profesor.


Y así fue como acabé llamandome Malta.

La chica sentada detrás de mí es Tokio, la última reclutada. Salvada por el profesor cuando su propia madre le iba a vender a la policia. Cometió un error en el atraco a un banco con su pareja y pasó de ladrona a asesina.

El que le mira el culo es el señor Berlín, en busca y captura, 27 atracos. Joyerias, casas de subastas y furgones. Su mayor golpe, los Campos Elíseos, en París. 434 diamantes. Es como un tiburón en una piscina. Puedes bañarte con el, pero nunca estás segura. Y era la mano al mando del asalto.

El hombre de la barba canosa es el señor Moscú. Lo primero que cavó fue una mina en Asturias. Después comprendió que cavando hacia arriba llegaría más lejos. Seis peleterías, tres relojerías y la caja Rural de Avilés. Maneja lanza térmica y cualquier herramienta industrial.

El que está sentado detrás de él es Demver, su hijo. Drogas, dientes y costillas rotas. Es el rey de las peleas de discoteca. Pura sangre caliente. En un plan perfecto, una bomba de relojería.

El que parece un crío es Río. La debilidad de Tokio. Segun ella es como un Mozart, pero con los ordenadores. Programa desde los seis años y lo sabe todo de alarmas y electrónica. Para el restio de las cosas de la vida es como si hubiera nacido ayer.

Los sieameses. Helsinki y Oslo. Hasta en el plan más sofisticado hacen falta soldados, y que mejor que dos serbios. Pero que sus pintas de portero de discoteca no te impongan, son dos ositos.

Nairobi. Optimista empedernida. Ha falsificado billetes desde los trece, y ahora es nuestra encargada de calidad. Es posible que esté loca, pero tiene tanta gracia la jodia.


-Pensar que durante semanas, vamos a estar en boca de todos, en cada telediario. Cada familia de este pais se va a preguntar que estamos haciendo ahora, y sabeís que van a pensar, que somos unos cabrones, que ojalá se le hubiera ocurrido a ellos. 


El Profesor. Sin antecedentes, sin registro. La ultima vez que renovó el DNI fue con 19 años. Un fantasma a los ojos de la policia. Pero un fantasma muy inteligente. 

Él es mi debilidad.


-Porque no vamos a robar el dinero de nadie. Porque les vamos a caer hasta simpaticos. Vamos a ser unos puñeteros heróes que se quejan de la sociedad y el sistema. 

Con cada palabra que decia se notaba como el entusiasmo crecía en el, y en consecuencia, en nosotros. 

-Pero mucho cuidado. -advirtió. -Porque en el momento en el que haya una sola victima, un solo herido, una simple gota de sangre. Dejaremos de ser unos Robin Hood, para convertirnos en unos simples hijos de puta.

-Profesor. -llama la atención Tokio a mis espaldas. -Eso está muy bien pero, ¿qué vamos a robar?

El nudo de mi estómago se ensanchó. Sergio nos señalo algo a nuestras espalda y con los nervios a flor de piel me giré. 

-Vamos a robar la Fabrica Nacional de Moneda y Timbre.








ᴍᴀʟᴛᴀ - ᴇʟ ᴘʀᴏꜰᴇꜱᴏʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora