ᴘʀᴏʟᴏɢᴏ

157 13 2
                                    




Me llamo Malta, pero cuando comenzó esta historia, yo no me llamaba así.


Las puertas automáticas de la prisión se abrieron, y a diferencia de lo que pensaba, esperando para recibirme había algo más que el calor infernal típico de un día de agosto y el sonido de las chicharras en mitad del campo.

Frente a mi, estaba aparcado un curioso Seat Ibiza rojo del que en cuestión de segundos, salió él.

Me lo había dicho. Me había prometido que iba a estar esperándome cuando saliera de aquí.

Pero en su momento no me lo creí. Porque aunque quería hacerlo, una vez había confiado en una promesa y había acabado seis años encerrada en la cárcel. Así que ya no confiaba en nadie.

Pero a pesar de la desconfianza que aquella promesa rota me había generado, verle ahí, cumpliendo con su palabra, me lo había removido todo. Por lo que dejé mis pertenencias en el suelo, y con ellas toda la desconfianza, y corrí a abrazarle.

El hombre tardó unos segundos en devolverme el abrazo, pero cuando lo hizo y me envolvió en sus brazos, por primera vez en muchos años, sentí que todo iba a estar bien.

-Te prometí que estaría esperándote. -me susurro todavía en el abrazo, acariciándome la cintura. Haciendo que me aferrara aún más a sus promesas.

Y como otras promesas me habían llevado a estar seis años en prisión, las suyas me llevaron a él y a su plan.

-¿Qué coño haces aquí, Sergio? -le pregunté una vez nos separamos del abrazo, con los ojos llorosos.

El se colocó las gafas y me invito a entrar en su coche.

Parecía nervioso, porque dentro del coche volvió a ajustarse las gafas antes de hablar.

-¿Cómo te suenan 2400 millones de euros?

ᴍᴀʟᴛᴀ - ᴇʟ ᴘʀᴏꜰᴇꜱᴏʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora