ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ɪɪɪ

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Me costó muchísimo abrir lo ojos. 

Mientras nos quitábamos las máscaras los intenté mantener cerrados por una ultima vez. Muy fuertemente, intentando que apagaran tambien el sonido que me rodeaba. 

Teniamos a todos los rehenes en la sala principal de la fábrica. Apelotonbados, tapados con antifaces y sollozando. 

Me repetí que no podía dejar esto me superara mientras me quitaba la mascara. Me juré que no iba a hacerlo al terminar de quitarmela y abrir los ojos definitivamente. 

-Lo primero... -declaró Berlín con tono dictador -Buenos días. Soy la persona que está al mando. Y antes que nada, quiero presentarles mis disculpas. 

Mientrás el hacía su papel, Rio y Denver iban pidiendo móvil y pin rehen por rehen.

-...Por que esta no es manera de terminar la semana. Pero ustedes están aquí en calidad de rehenes. Si obedecen, les garantizo que saldrán con vida. -terminó Berlí. 

Entendía el porque. Pero no aguantaba que el profesor le hubiera dejado marcarse su circo de cínico. Me ponía de los nervios. 

Mientras Denver peleaba con un rehén revelde, Berlín seguía con su papelón. Calmando y dejando claro que el no era un mounstro. No fuera a ser que los rehenes que teniamos encerrados en contra de su voluntad pensaran mal de él. 

Estaba empezando a desesperarme. La situación se me estaba haciéndo bola y para colmo, cada vez que miraba el reloj, me parecía que el tiempo pasaba más lento y más lento. 

-¿Estás bien, Malta? 

Nairobi me miraba preocupada y entonces me di cuenta de que estaba jugando inquieta con el arma en mis manos, tratando de contener mis nervios.

Asentí como pude e intenté dejar el arma quieto contra mi pecho para darle veracidad a mis palabras. 

Por suerte, el sonido de un teléfono llenó la sala y Nairobi tuvo que sonreirme y conformarse con esa mentira que ni si quiera me había atrevido a pronunciar en voz alta. 

-¿La señorita Mónica Gaztambide, por favor? -preguntó Berlin apartandose de una rehén a la que calmaba. 

Desde la otra punta miré a quien todos sabiamos que era Mónica. A su lado, el director de la fábrica y amante, le susurraba algo  mientras le sostenia del brazo demasiado fuerte para mi gusto.

Ella se mantuvo quieta, susurrandole algo muy seco de vuelta, y Berlín siguiendo su papel, volvió a preguntar por la señorita Mónica. 

"Por favor, Mónica. Por favor se inteligente y da un paso al frente." Rezé por su bien. Y como si hubiera escuchado mis plegarias, antes de que Berlín volviera a llamarla perdiendo la paciencia, Mónica dijo mientrás daba un paso adelante: -Soy yo. 



La señorita Gaztambide superó con creces la prueba y para ese momento ya nos podiamos comunicar con el profesor de manera indetectable.

Habiamos sellado las puertas y las alarmas no habían saltado. Estabamos como en un limbo del tiempo, sin que nadie supiera que habíamos tomado la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Y aunque mis compañeros se habían dejado llevar por la apariencia de un día corriente, yo sabía que tan solo era la paz antes de la tormenta. 


Estaba sentada en las escaleras, con la mirada perdida entre los rehenes cuando escuche una interferencia por la radio. 

Enseguida miré al techo en busca de la camara, y una vez la encontré, antes de que hablara ya sabía que estaba haciendo zoom en mi dirección. 

-No debería hablar por aquí más que para dar instrucciones... -escuché al profesor a traves del pinganillo. -Pero no lo he podido evitar.

El corazón me dio un vuelco al imaginarlo colocandose las gafas tras decirlo.

-Que irresponsable por su parte, Profesor. -dije entrecerrando los ojos a la cámara de seguridad que me enfocaba.

-Malta... -susurró, y no pude evitar cerrar los ojos e imaginar su voz en otra situación. Pero entonces continuó: -Todavía sigue en pie lo que te dije. Confio en ti y en que no nos vas a traicionar. Ahora te mantienes al marguen y en cuanto aparezca la inspectora te engregas... 

Solté el aire que me había hecho contener en un suspiro y volví a abrir los ojos ahora con rureza.

-Olvidate de eso, Sergio. 

Tardó unos segundos, incluso le escuché tragar antes de hacerlo. 

-Entonces, llámame Profesor. - y cortó la conexión.



ᴍᴀʟᴛᴀ - ᴇʟ ᴘʀᴏꜰᴇꜱᴏʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora