PETER B. PARKER

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—¡Cielo, ve con cuidado!

—¿Cuál es el tuyo?

La mujer desvío la mirada casi una milésima de segundo, indispuesta a perder de vista a su pequeño que correteaba por el parque.

—¿Has venido con tu hijo?—preguntó con sospecha. El aspecto del hombre no era muy confiable.

—Con mi niña preciosa, ¡Mayday!—levantó los brazos, saludo que fue recibido por un niña pelirroja de unos seis años.

Relajó su semblante tras cerciorarse que no se trataba de un sospechoso, esbozando una cálida sonrisa.

—_______, un gusto. Disculpa mi actitud tan frívola.

—Peter B. Parker. Un placer—se presentó, devolviendo la sonrisa—. No te preocupes, sé que da miedo que puedan lastimar a tu pequeño.

Le resultó tierno el rostro lleno de cariño con el que miraba a su hija, quien se encontraba jugando en los columpios junto con su hijo.

—Sí...

—No sé si sería muy indiscreto de mi parte...—pasó una mano por su cuello tras analizar las manos de la femenina—. Después vamos a ir a tomar algo en algún restaurante, a Mayday le gustan mucho las cajitas que vienen con juguete y...

—Claro, estaría bien.

—¿De verdad?

—Por supuesto. Quiero suponer que solo es una salida tranquila, ¿o no?—abrió sus ojos con sorpresa.

—Tal vez.

—¿Estás casado?

Apartó la mirada, su expresión se volvió melancólica, pero no tardó en volver a sonreír al ver a su hija.

—Mi mujer falleció hace cinco años.

—No debí- Qué inoportuno de mi parte, disculpa.

—¡Tranquila!—se apresuró a decir al verla preocupada—. Fue difícil, pero mi niña me ayudó a salir adelante. Pero, ¿qué hay de tí? He supuesto que no estás casada porque no llevas anillo, pero...

—Mi "esposo"—dijo con resentimiento—me abandonó cuando se enteró que estaba embarazada. Pero yo quería tener a mi bebé.

El toque en su vientre hizo que Peter se sintiera triste al pensar lo difícil que tendría que haber sido para ella.

—Llegamos a un acuerdo para que él no me debiera nada. Claro que fue demasiado difícil, y riesgoso, pero también luché por mi pequeño.

—Eres una mujer maravillosa—susurró.

—Gracias—soltó una risita con las mejillas rosas—. Tú seguro que eres un padre estupendo.

—Y... ¿Después de esta agradable conversación no te ha dado hambre?

—Vamos a comer—dijo riendo.

—¡Mamá, mamá!

Fue solo un minuto, un minuto que aprovechó aquel hombre para tomar a su hijo y correr con él.

—¡Mami, ayuda!

El hombre corría hacia una camioneta, ella, con la mente fría, quitó sus zapatos de tacón y se dirigió hacia el hombre a toda velocidad. Y le alcanzó.

—¡Tú, desgraciado! ¡SUELTA A MI NIÑO!

—Ya ha oído a la señorita.

Spider-Man apareció en acción, aterrizando sobre el vehículo para evitar el escape del hombre. El hombre le miró con pánico.

—Oye, que te estoy hablando, imbécil.

El puño impactó en su cara perfectamente, tirándolo al suelo y haciendo que soltara al niño, siendo este atrapado en el aire por los brazos de su madre.

—Eso debió doler.

—¡Mamiiii!—chillaba el niño lleno de miedo, aferrándose a su madre.

—Ya está, cariño—dio palmaditas en su espalda para calmarlo—. Mamá está aquí. Siempre...

—¡Señora, eso fue una gran hazaña!

Los reporteros no tardaron en aparecer. Tal era que aquel hombre parecía ser un delincuente bastante buscado.

Al ver a la mujer en un apuro, Spider-Man no tardó en cargarla en brazos junto a su hijo para sacarla de ahí.

—¡Ay Dios mío!—abrazó a su niño, aferrándose con fuerza a Spider-Man al ver que se encontraba a unos cuantos metros del suelo.

—¡No se preocupe, señorita, todo irá bien!

—Lo tenía controlado—habló cuando la dejó, en el suelo, en un lugar apartado—. Gracias. De hecho, debería ir a buscar mi coche. Gracias, Peter.

—No hay de qué. Es mi deber como- Espera, ¿me has llamado...?

—Tienes a Mayday colgando de tu espalda con un gorrito hermoso que apenas le cubre el rostro. Sigo recordando la ropa que llevaba en el parque. Y tú te has dejado los pantalones y zapatos puestos.

—Es lista y hermosa, papá—habló la niña bajando de su espalda.

—¿La comida sigue en pie?

Peter no dejaba de temblequear, pensando en que si Miles lo viera en estos momentos se estaría riendo a más no poder.

Ella pareció pensarlo unos segundos, mirando a su hijo. Su expresión pasó de miedo a sorpresa por ver a su superhéroe favorito.

—Por supuesto.

•••

Así es como se conocieron, y después de aquello, Peter no dejaba de sentirse cada vez más y más enamorado.

Ella era una mujer simplemente maravillosa. Era inteligente, valiente, fuerte, graciosa, linda...

Le pidió muchas citas, aunque rara era la vez cuando salían solos debido a los niños, pero eso no era ningún impedimento. Además, lo de ser padres solteros era algo que les unía mucho. Podían llegar a entenderse perfectamente.

—Ya se durmieron. La cuidadora debe estar a punto de llegar.

—Perfecto—pasó sus manos por las caderas ajenas hasta apretar la cintura de la mujer.

—Peter...—suspiró, pasando los brazos por su cuello.

—Si dices mi nombre de esa manera no podré evitar amarte más, ______.

—Entonces lo diré hasta que llegues a amarme como yo lo hago.

—¡Mentira!—dijo indignado—. Eso no es cierto.

—Ya está aquí—se separó al escuchar el timbre.

Saludaron a la cuidadora, dándole algunas indicaciones y dejándole el número personal de ambos. Y, como siempre, no pudo faltar alguna indirecta de la mujer por si le pasaba algo a sus pequeños.

—Eres sobre protectora.

—Eso no es malo mientras no se lleve de mala manera.

—Tienes toda la razón, cariño—la tomó por la cintura, listo para saltar de la azotea.

—¿A dónde me vas a llevar?

—Un lugar donde solo estemos tú y yo—acercó su rostro en busca de sus labios.

—Perfecto...—eliminó la distancia, besando apasionadamente a su verdadero amor.

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