SPIDER-MAN NOIR

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La noche era oscura, fría y aburrida. Trató de resguardarse del temporal entrando a un cabaret de la zona que no conocía.

En definitiva, la mejor decisión que pudo tomar.

Aquella mujer era simplemente despampanante. Bailaba con gracia, agitando su volante en cada vuelta que realizaba encima el escenario. De vez en cuando contorneaba su figura con las manos, deteniéndose sobre el reluciente escote del corsé en un atrevido movimiento. Las llamativas y grandes plumas sobre su cabeza no se atrevían a opacar su presencia.

Se acercó a la barra sin a penas quitarle el ojo de encima, pidiendo una copa para disfrutar del espectáculo en solitario que estaba dando.

Desprendía una chispa hipnotizante.

Él no dejó de concurrir el lugar, siempre a la misma hora para verla bailar y lucirse.

Hasta que una noche, por culpa de sus deberes con la justicia, no pudo hacer acto de presencia a tiempo.

—Disculpe, pero hemos cerrado.

Fue grata la sorpresa al verla en la entrada con llaves en mano. ¿A caso ella era la dueña de aquel cabaret?

Las palabras no salían, de repente sentía la boca seca y sus piernas flaqueaban al tenerla tan cerca.

—¿Le importaría a la bella dama que la invite a una copa?—fue lo único que pudo salir de él.

—Usted es el que siempre viene a verme, ¿no es así?—sonrió con una dulzura algo cínica—. ¿Cómo se que no es un acosador que intentará aprovecharse de mí?

—No...—balbuceó—. No se lo puedo asegurar...

—¿No sabe si es un acosador?—soltó una risa contagiosa.

—¿Qué le parece en la calle principal?

—Insiste. Está bien, vayamos por la calle principal hasta un bar—tomó su brazo—. Pero, dada su insistencia, espero que al menos sea uno de prestigio.

Y así fue.

A él no le pareció una chica ingenua en lo más mínimo, al contrario de otras mujeres de cabaret que salían de juerga e iban de hombre en hombre hasta terminar tiradas en cualquier callejón. Le pareció segura de sí misma, con la cabeza bien ordenada y un fuerte carácter marcado.

Le encantaba. Por esa razón las citas continuaron día tras día, semana tras semana, mes tras mes, hasta que finalmente él se decidió por dar el siguiente paso.

Se sentía nervioso, lleno de miedo por pensar que le rechazaría aunque no hubiera motivo, porque ella también aceptaba con gusto las citas más que obvias.

—¡Ya les dije que no quiero nada con unos estúpidos como ustedes!

—Vamos, chica del cabaret—uno de los desconocidos se acercó con una expresión asquerosa—. Concurres siempre este bar, y con esa ropa. ¿No vas de buscona?

—¡Salgo de trabajar, inepto!

Ambos hombres la agarraron, listos para ponerle sus manos encima. Ella luchaba contra una fuerza que triplicaba la suya, teniendo un pensamiento fugaz sobre el hombre que había conseguido robar su corazón.

De repente, su cuerpo cayó sobre la nieve helada. Ya no había nadie sobre ella y su ropa permanecía intacta.

Miró hacia todos lados, encontrándose con los desgraciados colgando de una de las azoteas de los edificios que formaban el callejón, envueltos en telarañas.

—Mi bella dama...

No imaginó encontrarse nunca a aquel justiciero del que tanto se hablaba en el periódico, pero ahí estaba, tendiéndole la mano como un caballero para ayudarla a ponerse en pie.

—Spider-Noir...—aceptó la ayuda llena de agradecimiento.

—El mismo.

—Gracias por su ayuda—acomodó su abrigo—. Si... Si hay algo que pueda hacer para compensar lo que ha hecho por mí...

—Tal vez hay algo.

Colgó boca abajo con una de sus telarañas, quedando frente a ella y, bajo su atenta mirada, deslizó un poco su máscara, hasta la nariz, sonriendo con diversión.

—Disculpe—se apartó de inmediato—. Pero hay un hombre...—puso una mano sobre su pecho, cerrando los ojos en un delicado pestañeo—. Es el único que puede reclamar mis besos. Si hay otra cosa que pueda darle para agradecer que me haya salvado la vida...

Pareció pensarlo, pero en realidad se encontraba rebosante de alegría. Colocó su máscara de nuevo.

—Con lo que me acaba de decir es más que suficiente—se dejó caer frente a ella, tomando su mano para besarla sobre la máscara—. Ese hombre es sin duda muy afortunado.

•••

—¡Peter!

—Escuché lo que pasó—recibió a la mujer en sus brazos—. ¿Llegaron a sobrepasarse contigo? Como me encuentre con alguno de ellos...

—Estoy bien—soltó un pesado suspiro—. Spider-Man Noir llegó a tiempo.

—Tendré que agradecérselo si el destino cruza nuestros caminos.

—Pensé en tí.

Su corazón dio un vuelco por la afirmación tan directa. Y lo único que pudo hacer fue guardar silencio para que ella se explicara.

—Peter...

Sus ojos vidriosos reflejaban cierta tristeza tras una expresión llena de entusiasmo. Tal vez no era tristeza, sino miedo.

—Yo...—pensó, realmente no sabía si era buena idea hacerlo, pero estaba muy enamorada—. Solo quiero recibir tus besos. Solo quiero que me toques tú.

Miró su cara, era hermosa, bueno, ella en su totalidad. Todavía más bajo la tenue luz de la Luna envolviéndolos en esa noche helada.

—Mi bella dama...—acarició su mejilla, pasando su pulgar en un delicado movimiento—. Sé la dueña de mis besos y mis pecados en la intimidad—acercó su rostro, saboreando el sutil roce de labios—. Tu sola presencia llena mi vida por completo.

—Bésame.

—Como ordene mi bella dama.

[] SPIDER-VERSE [] ONE-SHOTS []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora