Capítulo Tres

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— Señorita Brown, mi primera pregunta es ¿usted duerme bien en las noches?

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— Señorita Brown, mi primera pregunta es ¿usted duerme bien en las noches?

Por aquella interrogación, los dos hombres que se encontraban al lado del que hablaba junto con los cuatro de adelante, mostraron una expresión sin entender como también sorprendida.

La señorita que estaba entre los cuatro y la cual se le hizo aquella pregunta, levemente abrio sus labios para responder pero su abogado la interrumpió.

— Por favor, Stone, si desea divagar en chistes. Límitese en no hacerlo.

El nombrado solo dejo escapar una carcajada, acomodando ambas manos en la mesa. Ignoro todo dicho de uno de los abogados de la mujer para solo verla a ella a los ojos.

— Por supuesto ¿cómo no dormiría mal con su ropa de marca? —espetó con una sonrisilla dando a conocer que sabía a la perfección que aquella vestimenta es de diseñador— por ende, tiene una buena cama, habitación, casa, un patio, y claro, alguna que otra peste peluda y pulgosa.

Lo último lo dijo por un notorio pelo que se le podía ver, uno fino y de tricolor que daba a entender que ella poseía un felino.

Y claro, su evidente alergia.

Sí, Connor es alérgico a esas bolas de pelos llamados gatos.

— Pero por el contrario, doscientos y tres familias, no tienen esas comodidades, ¿y por qué? Por la obvia razón que su empresa cometió un fraude  inmobiliario.

— Mi empresa nunca cometió...

— Es la representante como la encargada de la gestión es usted. ¿Realmente lo va a negar?

— P-por supuesto que lo nieg..

— Oh, por favor chicos —levantó su mano para calmar la ansiedad de aquellos hombres que comenzaban a tomar lugar en la conversación para impedir que la mujer siguiera respondiendo— sean como abogados generales que solo hacen papeleos y no se encargan nada más de dar la cara bonita en la televisión.

Al decir eso, se acomodo en su asiento.

— Sabemos sobre los montos de los últimos meses.

— ¿¡Pero qué está diciendo abogado!? ¿¡Acaso me está acosan...!?

— ¿Acosando? obvio, acosando y espiando su cuenta de valores —indicó con su palma a su cliente el cual se encontraba a su lado derecho— los investigadores privados del señor Danforth lo hicieron.

Volvio a acomodarse y ahora se dedico a ver tanto a ella como a los tres.

— Tanto su cuenta como la de sus tres abogados se encuentran estado crítico —por el nerviosismo de los hombres este arqueo sus labios— vaya caso... Cuando se haga público, quedaran más que deshonrados... Oh, deshonrada y deshonrados. Madam, caballeros.

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