4. Instintos

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Luchar contra sus instintos era lo más difícil que había echo hasta ahora... tener a Kalego a su merced, escucharlo gemir, poder besarlo... tocarlo, pero sin poder consumar completamente aquello...

lo estaba volviendo loco...

El Naberius había dejado en claro que nada ocurriría hasta después de su celo. Aunque entendía las precauciones, las razones resonaban en su mente como un constante recordatorio. Las historias de embarazos no deseados, las marcas que dejaban a los omegas abandonados, los remordimientos posteriores...  la decisión de Kalego de esperar un poco más era comprensible. Aunque solo llevaban dos meses saliendo, cada día que pasaba se convertía en una batalla contra sus propios deseos...

Los besos se volvían adictivos, el aroma de su omega perfecto era como una droga, y los gemidos que Kalego emitía eran un llamado irresistible que amenazaba con quebrar su autocontrol.

¿Cuánto tiempo llevaba soñando con convertir esos anhelos en realidad?

Comenzó a admirar a Kalego casi al momento de conocerlo, no solo por su imponente presencia y actitud fría, lo consideraba un ejemplo. Con sus problemas para socializar, encontró en Kalego un refugio, un lugar donde podía ser él mismo sin juicios. La mirada amistosa de Kalego traspasaba la máscara, alcanzando el corazón de Balam. Aunque sabía que solo podrían ser amigos, su corazón comenzó a albergar esperanzas, sentimientos que se suponía uno no debía tener con un compañero, pero era un susurro de deseos que se aferraban a la posibilidad de algo más... y eso se había alargado por varios años. 

Fue en una noche silenciosa, que Kalego decidió compartir su verdad con Balam. 

— Soy... una farsa, Shichiro... soy un omega y nadie lo sabe. Todos me ven como un Alfa, pero soy un fraude, y mi parte Omega... anhela que alguien me mire, que alguien me desee... ¿qué tan patético puedo llegar a ser?

Las confesiones fluyeron como un río de emociones reprimidas, y Balam, con una ternura genuina en sus ojos, buscó consolar a su querido amigo.

— Kalego, yo... creo que inconscientemente lo sabía. Mi instinto lo sabía. Eres un perfecto Omega a mis ojos, uno que admiro y respeto... y estoy más que seguro de que si algunos alfas más lo supieran... no dudarían en querer estar contigo. Eres perfecto tal y como eres.

Las palabras sinceras se deslizaron con la gracia de un suspiro, creando un vínculo más fuerte entre ellos. Su amistad, marcada por una nueva comprensión, evolucionó lentamente. Kalego, impulsado por aquellos sentimientos que había negado como Omega, comenzó a acercarse más a Shichiro. Cada paso resonaba con la promesa de un cambio profundo, y una nueva realidad se formaba.

Hasta que, en una noche con unas copas de mas, Shichiro no pudo evitar decir las palabras que cambiarían todo. Ver reír a Kalego de forma sincera, sin tapujos, mostrándose tal y como era realmente... hizo que dejara de pensar.

— Te amo... Kalego...  - y aunque inmediatamente intentó pedir que lo olvidara, que quizas habían sido las copas de más... Kalego, sintiendo el impulso de un amor que había guardado celosamente, decidió romper las barreras de su propia reticencia. En un gesto lleno de significado, sus labios encontraron los de Balam en un beso cargado de emoción y aceptación. 

Desde ese día su instinto le decían que no lo soltara, que era su destinado... lo amaba. Y si debía esperar lo haría todo el tiempo que hiciera falta... pero al mismo tiempo, otra parte le decía que debía marcarlo, hacerlo suyo... y...

— Mejor paramos, o luego no podré controlarme

Aquellas palabras alertaron al Naberius... y supo que era necesario alejarse, Balam era sincero, bueno, sobre todo su cuerpo...

 y supo que era necesario alejarse, Balam era sincero, bueno, sobre todo su cuerpo

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Sinfonía de Secretos (Balam x Kalego) OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora