Capitulo 3

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Era su cumpleaños número 12, se sentía feliz, no había sentido tal felicidad hace mucho, en estos últimos 6 años habían pasado muchas cosas, primero estaba su promesa con Aegon, como buen amigo la ha cumplido pero había momentos, en que Aegon se distraía o se quedaba dormido, y aprovechaba esos momentos para ir con Aemond, sabía que esto era una pequeña traición a su amigo pero no le importaba, no es que no pudiera hablar con él pequeño Aemond, claro que podía pero por lo general solo era en los momentos que también estaba Aegon, disfrutaba pasar tiempo con ambos pero le gustaba aún más pasar tiempo a solas con el pequeño Aemond, se había convertido en un niño muy inteligente pero tímido, le costaba hablar con la mayoría de personas, hasta con su propia familia pero con Lucerys no era así, se sentía cómodo a su lado, así que cada vez que se encontraban era un momento muy especial para ambos, a Aemond le encantaba como Lucerys se preocupaba por escuchar todo lo que tenía por decir, por entender todo lo que le gusta y Lucerys adoraba escucharlo, saber todo lo que le gustaba como que su helado favorito era el de limón, adoraba que le leyera libros de todo tipo, pero sus favoritos son los de animales y hablando de animales su animal favorito era los gatos; le encantaba saber esos pequeños detalles de Aemond, lo hacía sentir como alguien importante en su vida, y así se pasaban sus días al lado de Aegon, pero breve momentos al lado de Aemond.

Pero no todo podía ser bueno, una mañana mientras se levantaba de su cama escucho un llanto, no reconocía de quien era así que fue a investigar el origen de este, lo tomó por sorpresa saber que era su madre la causante del sonido, se apresuró a abrazarla, quería consolarla, no le gustaba verla llorar.

"¿Que haces despierto tan temprano?"- su madre se sorprendió de verlo, seco sus lágrimas rápidamente mientras el niño se aferraba ella, correspondió a su abrazó, lo necesitaba.

"¿Por qué estas llorando?"- su madre lo miró unos segundos antes de hacerlo levantar su rostro-"Mi querido niño, lamento mucho que estés viendo este aspecto mío, pero ya tienes 10 años así que te lo diré, tu papá y yo hemos tenido problemas y esta mañana ha decidido irse".

Lucerys no entendía muy bien esas palabras-"¿irse? ¿Cuando volverá?"- no paso ni dos segundos antes de que su mamá volviera a llorar y en ese momento fue que se dio cuenta de la situación, su papá no iba a volver, los había dejado, se sentía enojado no podía creer que esto le estuviera pasando a él y que todo esto lo estuviera causando su padre, no faltó mucho para que el resto de familiares y amigos se enterarán de la noticia, los primeros en llegar fueron Alicent y su familia, estuvieron con ellos todo el día, nunca había visto a su madre a si, se veía débil, no había parado de llorar en todo el día; Aegon también había estado junto a él todo el día, repitiendo palabras de consuelo diciéndole que no estuviera triste, pero ese era el problema, el no estaba distraido, estaba enojado, lo único que podía sentir era odio, odio a su padre, era todo lo que podía sentir ahora, agradeció a su amigo por estar allí.

Después de un rato, Aegon salio de su habitación no sabía el porqué, seguramente se lo había dicho pero no presto mucha atención, ahora estaba allí, solo, cada vez se hundía aún más es sus pensamientos. Miró por encima de su hombro un rincón de la habitación allí se encontraba una guitarra, pero esta no era cualquier guitarra, era la guitarra que le había regalado su padre, se acercó lentamente hacia ella, observándola viendo cada detalle de ella, pensando en él día que su padre se la había dado, estaba tan feliz, se había esforzado mucho en su notas en la escuela, ayudando en casa y el jardín para poder tenerla; todo por esta guitarra, recordaba como tocaba con ella y su padre, por que si, a su padre también le gustaba tocar, siempre le decía lo mucho que se parecían en eso, que había heredado su talento musical, no supo en que momento había tomado la guitarra en sus manos, pero solo sabía que ya no la quería, así que la alzó sobre su cabeza, quería destruirla, todo de ella le recordaba a su padre, lo que los unía ya no quería nada de eso, estaba apunto de tirar su guitarra con toda su fuerza am suelo, pero sintió unas pequeñas manos tomando su camisa, desvío su mirada y era Aemond, ahí fue que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, lo veía en los ojos de Aemond, rogando porque no hiciera lo que fuera a hacer.

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