Capítulo 11

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En el peor momento el sofisticado teléfono de Wyvern había sonado. La vibración del artefacto producía un ruido imposible de obviar en el cristal de la mesita junto al sillón en el que su dueño miraba atónito la pantalla donde se podía leer Saga. Su acompañante furtivo ya estaba terminando de vestirse sin prestar apenas atención a la correcta botonadura de la camisa celeste que no le pertenecía y pretendía salir huyendo sin mirar atrás.

-¡KANON!- rugió furioso el rubio, ni siquiera se había cubierto cuando saltó detrás del gemelo, a quien volteó para que lo mirase y a quien le propinó un golpe con el puño cerrado en la mejilla. El peliazul escupió un hilillo de sangre y, aún con los ojos llenos de lágrimas, se puso la mano en el sitio del dolor -Lo lamento tanto... debes estar decepcionado porque esperabas que fuera Saga... perdón- se disculpó para comenzar a sollozar.

El inglés ni siquiera sabía qué decir: ¿no acababa de coger con Kanon? Era el mejor de los escenarios, pero, todo este tiempo el gemelo le había hecho bromas de muy mal gusto para hacerlo enojar sobre todo cuando estaba cerca de su hermano, ¿quién no le aseguraba que estaba actuando?

El ruido del timbre los sacó de sintonía -Saga acaba de llegar, mejor vístete- advirtió el gemelo menor antes de salir huyendo hacia su habitación y cerrar de un portazo. El inglés rápidamente se puso su ropa y trató de disimular un poco su agitación para dirigirse a la puerta.

El mayor de los Gemini agradeció que le abriese la puerta y lo saludó. Inmediatamente notó que algo estaba sucediendo, y con la mirada recorrió el espacio pero no pudo detectar, al parecer, nada. Sin embargo Rhadamanthys se notaba claramente agitado, molesto, e incluso traía la corbata sin anudar. Sospechó que tal vez habría discutido con su hermano -¿todo bien? ¿Kanon te hizo algo?- directamente cuestionó, recibiendo solo un movimiento de cabeza como respuesta.

-Vine por mi billetera, pero ya me voy. Solo me quería despedir, Saga. Nos veremos ocasionalmente, supongo, en el campus- con premura tomó el mencionado objeto y pretendió dirigirse a la puerta -Rhadamanthys. Sí hay alguien más. Era alguien que estuvo allí desde mi niñez, así que, te agradezco el interés pero claramente esto no funciona. Pero no me parece justo que se me vea como el villano aquí, porque de tu lado también siempre hubo alguien más- el griego con determinación se acercó al rubio, que lo volteó a mirar con la ceja fruncida -y esa persona era la única razón por la cual te aferraste a seguir viniendo a esta casa aunque te diste cuenta que no me interesabas- el inglés abrió los ojos con una mezcla de enojo y sorpresa.

Ya no tenía sentido permanecer un minuto más en la casa de los Gemini. Fue en esa tarde fría que el estudiante de leyes miró por última vez la casa de los gemelos y subió a su automóvil negro para desaparecer en la calle del vecindario bajo la mirada vidriosa de Kanon, que observaba desde su ventana al hombre que tanto quería pero, que, por alguna razón, se había encaprichado con su gemelo.

Inter paresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora