Capítulo 22

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Con la primera semana, Harry se encontró sentado en su oficina, pensando en los eventos de esa primera Clase de Defensa. Umbridge había intentado ignorar la presencia misma de Harry en los pasillos, mientras que al mismo tiempo casualmente dejaba caer referencias a las muchas cosas que Profeta estaba tratando de calumniarlo. Harry simplemente se encogió de hombros, después de haber sacado sus propios estudios. Si bien no podía hacer mucho para deshacerse de Umbridge, ya que Griphook y Firenze estaban siendo bloqueados a cada paso en sus intentos contra la Junta de Gobernadores, sabía que era el único miembro del personal en el puesto que hacía algo, ya que Dumbledore estaba siendo sospechosamente distante – incluso para él. A diferencia de los otros profesores que estaban preocupados por perder sus trabajos en el Ministerio, Harry estaba a salvo gracias a las mismas reglas que impedían que Dumbledore lo retirara de su puesto en el personal.

Hasta ahora, el plan era comenzar pequeño. Sea civil, pero irritante, para volver constantemente a todos contra Umbridge. Le había complacido no tener fin cuando sacó una bonita pluma estilográfica y descubrió cuánto parecía irritarla cuando la usó sobre una pluma. Se había visto obligado a explicar la situación a Daphne más tarde ese día, como aparentemente había estado sentada en su clase de Arithmancy y de repente sintió una burbuja bastante extraña de alegría vengativa de él a través de su vínculo y estaba preocupada de que hubiera hecho algo estúpido. Como tal, estaba considerando otras pequeñas formas de rallar los nervios de Umbridge. Fred y George sin duda serían útiles, ya que ya habían comenzado el año con una explosión al presentar sus Skiving Snackboxes y anunciar que estarían a la venta para todos los estudiantes de Hogwarts,mientras que cualquier otro producto utilizado en los miembros del personal (con la excepción de Harry) les daría a los estudiantes un descuento en su próxima compra. Harry tuvo que dárselo para encontrar una manera de convertir la animosidad que algunos de sus clientes seguramente sentirían cuando inevitablemente fueron detenidos en una estratagema de marketing. Sabía que había tomado la decisión correcta en las personas para invertir.

El verdadero problema, sin embargo, era el hecho de que cada estudiante en Hogwarts estaba perdiendo efectivamente un año de educación en Defensa –con el quinto y séptimo año en particular siendo afectado lo peor.

"Por qué no lo enseñas?" Preguntó Kyddris desde su lugar acurrucado en la esquina de la oficina. Su tamaño se había duplicado fácilmente desde el torneo, y Harry estaba eternamente agradecido de que Hogwarts lo hubiera considerado adecuado para proporcionarle una oficina que pudiera acomodar casi todo lo que necesitaba, como un dragón de treinta pies y dos toneladas tendía a ocupar bastante espacio cuando no estaba escondido como un tatuaje en el pecho de Harry.

"Qué quieres decir?" Harry silbó en confusión.

"La señora de la rana está restringiendo que sus estudiantes alcancen su máximo potencial. Por qué no usas el tiempo que ofreces a todos para ayudarles a enseñarles lo que se supone que deben saber."

Kyddris tiene razón, Zephyr intervino mientras volaba desde su percha cerca de la ventana para aterrizar en el escritorio de Harry justo al lado de la foto enmarcada de sus padres. Ya sea que quieran admitirlo o no, hay una guerra que se está gestando debajo de la superficie de su mundo. Este castillo es tuyo por derecho, y te ha elegido para ayudar a educarlos y protegerlos. Hazlo.

"Lo pensaré", respondió Harry cuando un suave golpe en su puerta lo alertó de que alguien estaba afuera. Una rápida mirada a su mapa le dijo que era Daphne, y abrió la puerta con un pensamiento, poniéndose de pie para saludarla.

"Sabes", dijo mientras entraba en su oficina y se arrojaba a un lujoso sofá de cuero cerca de la chimenea, una Rosie felizmente jadeante justo detrás de ella. "Romper el toque de queda para colarse en la oficina de un miembro del personal seguramente hará que la gente hable."

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