𝗶𝘅. abandonar

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          Los ojos de Aerak estuvieron perdidos durante el desayuno aquel día

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          Los ojos de Aerak estuvieron perdidos durante el desayuno aquel día. Su padre le había preparado un café, acompañado de dos más para él y su mujer, además de un vaso de leche para la pequeña Gina. Y el hombre al dejar la taza delante de su retoño, le puso la mano en el hombro de manera gentil.

—¿Va todo bien, hijo? —preguntó— ¿No has dormido bien? —esbozó una sonrisita, tomando asiento a su lado.

—Oh, pues claro que no ha tenido que dormir bien el pobre. —suspiró Hasumi, compadeciéndose— Ya sabes lo duro que es ese maldito sofá, una vez me quedé yo ahí dormida y casi que mi espalda se puso en forma de ocho. —exageró— Pero, no te preocupes Aerak; mañana mismo tu padre y yo iremos a comprar una cama para ti y despejaremos la habitación para hacerte un cuarto. —sonrió.

—No, no ha sido eso. —habló Aerak, agarrando la cuchara y dando vueltas a su café— Y, tampoco hace falta que os molestéis con lo de la habitación para mí. Es sólo que... He tenido una pesadilla. —tragó saliva.

Aerak no había podido dormir bien aquella noche, pero no por una pesadilla; sino por lo que había hecho en el baño mientras todos dormían. No podía parar de pensar en cómo, en su mente, habían aparecido imágenes de Chifuyu que lograban excitarle hasta tal punto como para tener que hacer aquello.

Pero, lo que más le quitaba el sueño, era preguntarse desde cuándo un hombre le podía hacer sentir de aquella manera; porque él no era gay. Ni siquiera bisexual. A él no le gustaban los hombres, claro que no.

O al menos, eso había pensado desde que entró a la adolescencia y empezó a interesarse por las demás chicas de su clase.

Entonces, ¿por qué había hecho aquello?

—Yo cuando tengo pesadillas llamo a mamá y a papá. —habló Gina, mirando a su hermano mayor con sus grandes ojos inocentes— ¡Podrías haberme llamado a mí y te habría ido a rescatar con Señor Bigotudo! —exclamó, refiriéndose al peluche de un gatito que tenía para dormir.

Una pequeña sonrisa decoró el rostro de Aerak.

—No hace falta. —alzó su mano y, delicadamente, colocó bien el pelo del flequillo de la pequeña— Pero, gracias, pequeña guerrera. —bromeó.

Desayunar en familia era algo totalmente extraño y nuevo para Aerak. Estaba acostumbrado a beber un café rápidamente antes de salir de casa por la mañana; obviamente, a solas. Pero, ahora no lo estaba haciendo. Su hermana pequeña se había sentado delante de él, parloteando sobre lo que haría en clase. Hasumi se preparaba para su trabajo como enfermera mientras les preguntaba a los demás si querían que comprara algo tras salir del hospital. Y su padre preparaba el desayuno tarareando una vieja canción de su adolescencia.

Todo era extraño. Extraño y cálido.

Aerak sentía que él mismo era un trozo de hielo que, lentamente, se iba derritiendo.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2023 ⏰

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