𝘃. tranquilidad

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          Patético

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          Patético. Así es cómo se sentía Aerak en aquel justo momento.

Sentía como sus gemelos ardían al correr, y cómo su respiración se aceleraba a tal punto que parecía que fuego descendía por su tráquea hasta llegar a sus pulmones para matarle; aunque no tenía claro si aquello era por correr o porque, simplemente, estaba presa del pánico.

El sonido de cómo su padre le llamaba mientras él salía corriendo seguía resonando en su cabeza; y sus ojos comenzaron a picar cuando vio que aquel hombre le llamaba sin parar a su teléfono móvil. Llegando a la desolada marquesina dónde el autobús le recogería, Aerak se puso de cuclillas, agarrando su cabeza entre sus manos, tratando de calmarse.

Cerró sus ojos, respirando de forma entrecortada. Pero, rápidamente los volvió a abrir cuando la imagen de aquella niña se presentó ante él en forma de recuerdo. Eran hermanos. Aquella niña era su medio hermana; y no cabía duda de aquello. Ambos tenían el mismo tono de pelo; o de ojos. Incluso la misma peca en el pómulo.

Sus manos temblaron. No lo entendía. ¿Por qué su madre le había estado ocultando aquello? ¿Por qué él no se había enterado de la existencia de Gina hasta ahora? Era algo cruel. Su padre había dicho que debería de haberlo sabido porque su madre le había prometido contárselo; pero aquello jamás había llegado a pasar. Apretando sus dientes, tuvo el impulso de, cuando llegara a su casa, enfrentarse a su madre.

Pero, aquello solamente haría las cosas peores para él. Por el momento necesitaba tranquilidad y pensar. No en las mentiras que había estado tragando. Tampoco en aquella niña hermana suya, ni en el feliz rostro de su padre al volver a verle aunque Aerak hubiera rechazado algo tan simple como darle un abrazo.

No quería pensar en nada.

El moreno agarró su teléfono, y aún con los dedos temblorosos, llamó a alguien.

—¿Aerak? —contestó Chifuyu la llamada al otro lado de la línea— Qué sorpresa, ¡es la primera vez que me llamas!

—Oye, rubio... —habló él, y en ese mismo segundo, Chifuyu se percató de que algo no iba bien. La voz de Aerak sonaba demasiado ronca; como si estuviera al borde del llanto— ¿Puedes hacerme el favor de venir a buscarme? Podemos... No sé, ir a algún lado juntos.

—¿Oh? Claro. —accedió él rápidamente— No estoy haciendo nada justo ahora. Dime dónde estás para ir a buscarte.

Tras darle la dirección de su posición, Aerak colgó la llamada y se mordisqueó las uñas de manera compulsiva; rezando porque Chifuyu llegara antes de que su padre tuviera la idea de buscarle a la parada del bus dónde se encontraba. Siseó de dolor cuando se arrancó un trocito de piel de un dedo con los dientes; y miró su mano, percatándose de que unas gotas de agua habían caído en ella. Entonces, se dio cuenta de que estaba llorando. Y, de manera ansiosa, se limpió las lágrimas del rostro.

𝗖𝗨𝗣𝗜𝗗𝗢,     matsuno chifuyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora