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En el año 1823, en Inglaterra, donde el tren estaba comenzando a inventarse, donde los vestidos solo son para mujeres y los pantalones para los hombres, se encontraba Sandie en una de la casa más lujosas del centro de Newcastle. Había tenido la suerte de casarse con un buen hombre, William Owen. Todo era maravilloso, era una de las pocas mujeres que no había sido obligada en casarse.

Conoció a William en un baile enmascarado. Ambos se veían de maravilla, ocupando sus mejores telas y con la idea de solo divertirse. Aunque ese baile no era para divertirse, era un lugar donde las mujeres debían de ir a buscar algún esposo, no podía ser cualquier persona y es por eso que solían ir también los padres de los enmascarados. Desde el momento que Sandie habló con William que su madre no ha pasado de presumir que su hija se había conseguido el mejor pez. 

William era sin duda el hombre perfecto para cualquier mujer. Muchas mujeres habían ido hacia él para conseguir el tan cotizado anillo. William era la primera opción de todas las mujeres de la ciudad y hasta parecía que hasta de hombres. Su cabello rubio perfectamente desordenado, sus facciones masculinas, sus hombros anchos, su sonrisa, su delgadez y su musculatura. A simple vista parecía ser directamente de la realeza y su personalidad le hacía pensar a las mujeres que era un verdadero príncipe. No tan solo era caballeroso, también era amigable, juguetón y con el toque perfecto de picardía. 

La química de los dos era visto por todos. Desde que se conocieron que no dejaron de sonreír y de demostrar su felicidad de conocer al otro. Sandie parecía ser no solo la pareja perfecta de William, también demostraba ser su mejor amiga en muchas otras situaciones. 

Sandie soltó un largo suspiro de estrés cuando William cerró la puerta de su habitación. Ambos estaban cansados de repetir una y otra vez la misma rutina. Cuando la luz del sol se iba y tan solo unas velas alumbraban el hogar, la felicidad de ambos se iba inmediatamente. 

William se colocó sobre el cuerpo de su esposa, le dio un tierno y largo beso para preparar el ambiente. Sus amigos le habían dado un sin fin de consejos para tener el mejor sexo con Sandie. Su esposa bajó la mano con lentitud y comenzó a masajear su intimidad. Sus amigas también le habían dado un millón de consejos para provocar a su esposo. William aguantó la respiración y cerró los ojos con fuerza. 

Hizo lo posible para dejar todos sus pensamientos a un lado para así concentrarse en Sandie. Deslizó con delicadeza su mano hacia las curvas de su esposa, sacándole un leve gemido. Ambos se separaron y se miraron directamente los ojos. Sandie soltaba unos cuantos jadeos y se deleitó por el torso desnudo de su esposo, que estaba bastante marcado. Los ojos de William estaban inquietos, inseguros, y aguantó nuevamente la respiración cuando la mano de Sandie se colocó bajo su ropa interior. 

Se apartó de Sandie para acostarse y antes de poder decir algo sobre el tema. Sandie se colocó sobre el, no se iba a rendir. Agarró la longitud de William y comenzó a masturbarlo directamente. Miraba con atención las expresiones de su esposo y cuando este se tapó la cara con sus manos, detuvo sus movimientos. 

—Perdón—susurró William. 

—No te preocupes—Sandie se colocó a su lado. 

—No entiendo lo que me pasa, no lo hago a propósito—apartó sus manos de su cara y miró a Sandie—solo no logró excitarme, no es culpa tuya, he intentado de todo y nunca lo he logrado. 

—¿Has ido al doctor?

—No es nada biológico, mi madre dice...—cerró los ojos con fuerza, no quería decirlo en voz alta. 

—Sé lo que dice—dijo acariciando su abdomen—y es por eso que creo que es más por el estrés, tu madre te presiona mucho. 

—Y lo seguirá haciendo cuando amanezca—soltó un largo suspiro.  

Sandie se acomodó para dormir, apoyando su cabeza en el pecho de William. Ninguno de los dos cerraba los ojos por la gran cantidad de preocupaciones que tenían y en su mayoría por la señora Owen. La mujer que más temían, ambos. 

William cerró los ojos, obligándose a dormir, aunque no quisiera que llegara la mañana, que era mil veces peor que la noche. Los recuerdos de su madre en la niñez siempre volvían en la noche. Su madre era extremadamente estricta y luego de la boda, no se contuvo con su nuera, aunque estaba lejos de ser como era cuando estaban a solas. 

Cuando pasaron las horas, acarició el cabello de Sandie. Se sentía culpable por hacerla vivir su infierno. Ella no tenía la culpa de que no pudiera excitarse, tampoco de soportar todos los días a su madre, ni por no poder enamorarse de ella. Sandie era una mujer fantástica, William era muy consciente de eso y lo veía todos los días. Sandie era la mejor esposa que pudo haber conseguido. La quería como una amiga, pero solo como eso. Una amiga que no quería que se fuera nunca de su lado, ya que a pesar de toda la culpa que le hacía cargar, era su lugar seguro. 

—¿¡OTRA VEZ!?—esa era la alarma que tenían desde que comenzaron hacer lo posible para tener un hijo. La señora Owen quitándole las mantas y, aunque ambos estuvieran solo en ropa interior, notaba inmediatamente que nada había pasado entre ellos—Maldita arpia—dijo con los dientes juntos, agarrándole la oreja a Sandie para sacarle de la habitación a gritos. 

William se levantó rápidamente de la cama para proteger a su esposa, pero cuando llegó a la puerta, su sirvienta llegó a detenerlo. 

—Sabes que solo empeorará las cosas—dijo su sirvienta, aunque ella también parecía preocupada por Sandie. 

—Ella no tiene la culpa, Grace—cuando perdió con la mirada a su esposa, miró a su sirvienta que se alejó de él para ordenar la cama—He seguido cada consejo de mis amigos y del doctor ¡Hasta los de mi madre! No es culpa suya que no se me pare esta maldita cosa. 

—¿Y crees que tus rumores son ciertos?—preguntó sin mirarlo, temía por la reacción que pudiera tener. 

—¿De qué soy gay?—agarró su pantalón para ponérselo—¿Eso no hará que al menos me excite al ver a un hombre? No soy gay, conozco mis gustos y no son los hombres—se sentó en la silla y miró a Grace trabajar—me gustan las mujeres, sus curvas, su delicadeza y sus personalidades. 

—¿Y qué no te gusta de Sandie?—soltó la sabana para mirar a William.

Grace era la hija de su sirvienta anterior, por lo que se conocían desde que se nacieron. Era la única persona que realmente lo conocía y siempre se trataron como mejores amigos. Cuando la madre de Grace murió y ella comenzó a trabajar para él, una distancia se puso entre ellos. Ya no jugaban como antes ni bromeaban como hermanos. La señora Owen se encargó en que Grace fuera tratada como la sirvienta que era, pero William no podía evitar hablarle como amigos cuando su madre no estaba. Sandie también hacía eso con Grace, se dedicaban a hablar durante horas cuando William se iba a hacer actividades de hombres. 

—Me gusta todo de Sandie—suspiró—es una mujer hermosa, eso no cabe duda, y bastante sensual cuando quiere. También es una mujer que merece ser la madre de mis hijos, sé que los criará con mucho cariño y los hará feliz—William hizo un puchero y Grace rio por eso—¿Por qué no puedo tener hijos con ella? Quiero tenerlos. 

—Solo es tu madre que te presiona mucho.

—¿Lo estuviste hablando con Sandie?—se levantó de la silla y agarró la camisa blanca para colocársela— Dijo exactamente lo mismo anoche.

—Es que ¿Cómo podrías excitarte cuando tu madre está prácticamente mirándote?—dijo Grace en un tono burlón mientras le arreglaba el cuello de la camisa—¿Sigues teniendo pesadillas? 

—Apenas duermo—le entregó una corbata a Grace para que se lo amarrara—¿Y si le pido a mi madre unas vacaciones lejos de ella? 

—¿Alguna vez has estado más de diez metros de tu madre? 

—Cuando me voy a cazar—dijo y luego suspiró. Grace tenía razón, su madre no lo dejaría. Bajó la mirada cuando Grace se alejó—¿Ahora que hago? 

—Tomate solo un descanso. Le puedo pedir a Sandie que deje de intentarlo por una semana.

—No te preocupes, yo se lo diré—dijo al salir de la habitación. 



Miss LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora