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Sandie abrió la puerta de su hogar y se extrañó ver a Grace limpiando sin parar la mesa del comedor. Dejó las compras a un lado de la puerta y se acercó para preguntarle que era lo que pasaba. No era normal que limpiara algo ya limpio como si hubiera un desastre. Grace se detuvo de golpe y sus ojos temblaron al ver a Sandie. 

—Llegaste temprano—susurró con miedo y luego miró hacia arriba. 

—No actúes así que me asustas—también miró hacia arriba y notó que era la dirección de la habitación que compartía con William—¿El también llegó?—Grace negó con la cabeza y antes de poder decir algo los pasos firmes y fuertes de la señora Owen hizo que ambas se tensara. Sandie se dio vuelta para mirarla y la notó despeinada, nunca en su vida la había visto despeinada y pensaba que tampoco Grace. Tragó nerviosa ¿Qué había pasado arriba? 

—Llegaste temprano—dijo con una sonrisa—¿Compraste todo? 

—Sí, pensé que no iba a querer que me demora tanto. 

—Claro que no, de hecho, has llegado justo a tiempo—le agarró la mano y Sandie caminó juntó a ella mientras miraba a Grace que fue corriendo a guardar las cosas que compró. No la miró y eso la asustaba. La cara de Grace le decía que algo malo iba a pasar y nunca se equivocaba. 

¿Qué había hecho? No le ha dado un nieto y pensó que alejó a su esposo solo para dejarlo viudo. La señora Owen se había quedado sin paciencia y ahora se iba a deshacer de ella ¿Cuánta gente sé a desecho? De la vez que conoció a William sabia que tenía seis fieles amigos, y ahora tan solo tenía dos a su lado. No sabía lo que había pasado con ellos, ni William lo sabía y lo podía notar por lo asustado que estaba cuando se fueron de su vida. 

No los había matado, sabía que la señora Owen sería incapaz de matar a alguien, solo por su religión. Además, los había visto de lejos, los ha visto que cuando los ven, ellos cambian su camino para que no los notara. 

—Espero que no estés tan cansada—dijo la señora. 

—No mucho—susurró ¿Cuál era la respuesta que esperaba? 

—Deje en tu habitación un par de vasos de agua, para los dos—Sandie se detuvo y la señora la empujó hacia su habitación. Eso solo lo decía cuando la mandaba a tener relaciones con su hijo. Escuchó la puerta, cerrarse con llaves y miró hacia atrás con miedo. 

Tan solo miró el cabello negro y largo antes de sentir unos labios en los suyos. Sus músculos se relajaron al sentir que eran suaves y con una perfecta mezcla de delicadeza y brusquedad. Sintió como las manos rozaron su cintura y soltó un gemido cuando apretaron sus pechos. Una lengua se metió en su boca y la abrió más al disfrutar la experiencia de la otra persona. 

Colocó sus manos detrás de la nuca del desconocido y lo acercó para profundizar el beso. Lo hacía de maravilla y se sentía mil veces mejor que los de su esposo. No eran para nada tímidos, todo lo contrario, le estaba demostrando que estaba más que dispuesto en hacerle cualquier cosa y eso le excitaba a Sandie que levantó su pierna para acercar más la intimidad del otro. Llevaba tanto tiempo con las ganas de tener sexo por culpa de los toques de William que Eliza podía notar su desesperación. 

Desesperación que no podía aprovechar. 

—¿Mmh?—Sandie abrió los ojos al sentir a Eliza alejarse de ella. 

—No puedo hacerlo—susurró y sentó en la cama. Sandie vio como se peinaba el cabello hacia atrás y luego bajó la mirada a su intimida, donde notó una leve erección. Eso la calmó bastante, ya se había puesto a pensar que era ella la que estaba haciendo algo mal. Bajó más la mirada y notó que su pie estaba amarrada a la cama—los cuadros que tiene, esos donde sales con tu esposo, se ven demasiado felices como para arruinarlo. 

Miss LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora