Eliza soltó un grito cuando la señora Owen le agarró el cabello para sacarla de la habitación. Mientras su cabeza agachada a la fuerza seguia a la mujer mayor, se subió los pantalones para no tropezarse. Pensaba que eso habia peor la situación. Cuando terminaron de bajar las escaleras y abrió la puerta del lugar, Eliza pensó que la tiraria hacia la calle, pero no la soltó y salieron juntas del lugar.
—¿¡No era esto lo que quería!?—Eliza se sentia estupida por enfrentarse a la señora Owen, pero no podia evitarlo. Era morir o morir ¿No era mejor intentar una tercera opción?—¡Ya me cogí a su nuera!—le gritó y la señora se detuvo para darle una cachetada con todas sus fuerzas.
—Quiero que eso nunca salga de tu maldita boca nuevamente—le dijo, mirandola directamente a los ojos y antes de que Eliza desviara su mirada, volvió a tirar de ella.
—¡Sueltame!—gritó Eliza—¡Sueltame maldita loca!
La gente del lugar la miraba y ninguno tenia las ganas ni la valentia de ayudarla. Muchos sabian que ese dia susederia, no habia algo que la señora Owen odiara mas que a un ladrón y mas si ese ladrón era algo que parecia no ser hecho por dios, una persona que fue creado por el mismo Satanas.
La señora Owen tiró a Eliza al suelo y esta gimió de dolor cuando su torso desnudo tocó el suelo. Se levantó con rapidez e identificó rapidamente el lugar. Su cuerpo tembló por el miedo y mas cuando estaban los soldados rodeandola. Se tapó con sus brazos sus senos y se comenzó a marear al no encontrar una salida. Se dejó de buscar cuando sus ojos se cruzaron con el alcalde, ahí supo inmdiatamente que la estaba esperando ya que tenia un latigo entre sus manos.
"Maldita hija de perra" pensó con el cuerpo lleno de ira al notar que salir sana y salva de la señora Owen, nunca era una opción.
Retrocedió un par de paso y chocó con un cuerpo firme. Trató de correr del lugar pero la mano de ese mismo hombre agarró su cabello y luego su brazo. Eliza gritó desesperadamente a por ayuda mientras dos soldados la llevaban a la fuerza hacia un palo al medio de la plaza. Agarraron sus manos y mientras Eliza hacia lo posible para escapar de ellos, amarraron sus manos a ese palo de hierro.
Con la respiración dañando su garganta sensible por tanto gritar, se encontró con la mirada de William que peleaba con unos soldados para ir hacia ella, a su lado estaba Sandie que luchaba con mas desesperación que su esposo. Sus gritos eran tapados por lo del publico que festejaba por haberla atrapado.
—¡AHHHH!—gritó al sentir el primer latigazo.
Cerró con fuerza sus ojos y antes de poder acostumbrarse al ardor de su espalda, otro latigazo chocó contra su espalda desnuda. Habia visto a otras personas recibir latigazos y nunca se imaginó que serian tan doloros, siempre pensó que la gente era exagerada por gritar como ella lo estaba haciendo ella.
Le llegó otro latigazo y sintió la calidez de su misma sangre bajar por su piel. Le llegó otro y vió como su sangre salpicó hacia al suelo.
La pareja habia dejado de luchar desde el segundo latigazo, cuando Sandie miró como la espalda de Eliza sangraba y ocultó su cara en el cuello de su esposo. William podia sentir como su esposa la apretaba con fuerza cada vez que se escuchaba el cuero chocar contra el piel de la mujer. Lo encontraba tan cruel que, por primera vez en su vida, estaba tan enojado que tenia el valor de hacer algo.
Miró a su propio padre alzar el brazo y darle un latigazo a esa mujer y apretó su mandibula. El cabello despeinado de su esposa, junto las marcas en el cuello que notó mientras la veia salir corriendo de su casa ya que habia regrasado por el miedo de dejarla sola una noche, le hizo darse cuenta que era lo que habia pasado con ellas dos.
—Tu madre. Tu madre va a torturar a una mujer que obligó a acostarse conmigo—le explicó entre sollozos cuando le preguntó porque corria.
William sabia que nunca iba a poder con su madre y menos con su padre. Sin embargo, sabia que iba a poder soportar sus torturas por un gran tiempo. Le agarró con fuerza la muñeca a su esposa y con una clara misión en su cabeza, la sacó de la multitud para llevarla a su casa.
—¿Que haces?—le preguntó Sandie.
—Te sacaré de esta mierda de vida.
Sandie nunca lo habia visto así, tan serio que le daba miedo. Por un segundo pensó que se parecia a sus padres, pero su enojo era cumpletamente distinta a los de ellos. El deseaba lo mejor hacia otro, no lo peor. Ambos corrieron para aprovechar bien el tiempo donde sus padres no los estaban viendo.
Entraron a la casa y William soltó la mano de su esposa para dejarla hacer una maleta para irse. William entró a la habitación de Grace, encontrándola sentada en el suelo con la mirada perdida. Su cara estaba llena de culpa y cuando notó a William, sus ojos se volvieron llorosos.
—Perdón—dijo limpiándose las lágrimas y levantándose para cumplir lo que fuera que le iba a mandar a hacer.
—Agarra tus cosas—le dijo y Grace la miró confundida—Te irás de acá con Sandie, a una ciudad lejana o a un pueblo, no sé, solo váyanse.
—¿Estás seguro de esto?
—Claro que sí, ustedes no merecen vivir así y pueden cuidarse ente sí—Grace soltó un suspiro y sintió que se relajaba.
—Gracias—dijo mientras le daba un corto beso en los labios y luego ir con un apuro a agarrar sus cosas más personales para ponerlo en una bolsa de tela.
William la miró por unos segundos y luego salió de la habitación. Subió las escaleras y al entrar a su habitación, aparte del de su esposa, abrió un cajón para sacar sus medallas y otras cosas de oro que le pudiera servir más a las mujeres que a él. Necesitaban dinero para vivir. Lo ocultó dentro de una tela y salió de su cuarto al mismo tiempo que Sandie. Se miraron a los ojos y bajaron juntos.
—Yo desde acá trataré que no maten a esa mujer—le dijo William mientras agarraba los bolsos de ambas mujeres—puedo darle algo de dinero para que pueda desaparecer de la vista de mis padres—los tres salieron de la casa corriendo.
—Su nombre es Eliza—le dijo Grace—es de escocia.
—Entonces será más fácil sacarla del país.
—Deberías de enviarnos una carta luego de que lo logres—William negó con la cabeza.
—Mi padre sabrá donde estarán si les envió una carta, es mejor que hasta yo sepa lo menos posible de ustedes.
Las dos chicas afirmaron con la cabeza y se concentraron en correr del lugar. A pesar de esta corriendo, sentía que entre más lejos estaban esa maldita casa, más podían respirar por su libertad. Se detuvieron al ver a un hombre con una pipa sobre un carruaje. William se acercó hacia él y mientras hablaban, ambas chicas no podían dejar de mirar a su alrededor.
La madre de William podría llegar en cualquier momento, si no los encontrara en la casa, no iba a tardar en saber donde se encontraban. Sandie vio como le daba una medalla de oro al conductor y ambos sonrieron por el acuerdo. William le había pedido que no se detuviera hasta llegar a Exeter, un pueblo en el sur de Inglaterra.
—Súbanse—les ordenó y les ayudó a hacerlo. Les pasó el oro que había sacado para ellas y sin dejarlas de ver, cerró la puerta—Cuídense, por favor—sus ojos se pusieron llorosos, las iba a extrañar a ambas.
—Tú también cuídate—le dijo Sandie.
—Cuando seas libre, visítanos.
—Lo haré—dijo con una cálida sonrisa y se alejó para que carruaje se pusiera a andar.
Miró como se alejaban y sintió que le solía el pecho. Se mordió el labio para no llorar, aunque ya lo estuviese haciendo. Se peinó el cabello hacia atrás y soltó un suspiro largo. Estaba tan triste, tan feliz y tan enamorado de Grace que su cabeza era un caos.
William se dio vuelta escuchar el grito de su madre, ya no le importaba nada, sus dos personas favoritas ya se encontraban en marcha y ya nada iba a poder detener ese carruaje. Miró directamente a los ojos a su madre y sin ningún rastro de miedo, recibió la cachetada de su madre que le rompió la nariz.

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Miss Lady
Short StorySandie es una mujer casada con un pequeño problema; Su esposo no quiere acostarse con ella, pero su madre quiere que tengan hijos. Eliza, una simple ladrona con rasgos intersexuales, es metida entremedio a la fuerza *LGBT+ *Terror