Strange Place

¿Hera?

Desperté con un mareo imposible de controlar, la cabeza me daba vueltas y la migraña me consumía, pero aquello se fue volando cuando me di cuenta de que estaba en una celda, parecía ser el palacio Hayton. Pero al pasar maso menos cinco minutos, llegó lo que parecía ser un guardia real, y no era ni más ni menos que un Naeba. Y estaba por hecho el saber que muy de seguro la demente de Hera me había raptado para sacarme información sobre Ethan, y posiblemente intentaría matarme.

Pero yo no tenía absoluto miedo de lo que me sucedería allí, es más, esperaba con ansias verla personalmente, y ver cuan capaz era de hacerme daño. Y yo quería que Ethan decidiera de acuerdo a su corazón, pues no era plato de segunda mesa ni mucho menos sería capaz de cometer la estupidez de pelear por un hombre.

Mientras pensaba miles de cosas, recobré la conciencia y me levanté de golpe sin imaginar que tenía las manos atadas y los pies igual, pues era tanta mi confusión, que ni siquiera me había tomado el tiempo de darme cuenta de aquello, y más encima, tenía la boca cubierta con un trapo que de lo ajustado que estaba, no me permitía hablar.

Pero lo que más me asombró, fue saber que el hombre que me observaba era Marco, el mismo que me había hecho ponerme en contra de Ethan. Me miraba de forma intimidante y humillante, y gracias a eso, me pude dar de cuenta que me había metido vilmente.

—Ahh, mira quién ya despertó —sonrió con malicia—. Que lastima que hayas sido capturada, pero no fue culpa mía, ¡¡Tu misma te creíste todo!!. —terminó entre risas, entrando a la celda, agachándose para subir mi cabeza hacia él, y seguido de eso, desatándome el paño que cubría mi boca para dejarme hablar.

—¡¡Confíe en ti!! Y terminaste traicionándome de la peor manera. —lo miré con decepción, llena de furia. 

—¿Y qué estúpida se atreve a confiar en su enemigo? ¡¡Sólo tú!!. —rio aún más fuerte que antes. 

—No me interesa la mierda que hables, me vale un maldito cero a la izquierda.

—Te va a importar, y bastante. No te creas la más ruda, que al final y al cabo, toda espina nace junto a su rosa. Así que te recomiendo hablarle con sumo respeto a las emperatrices, Hera, Leah y Zoe, mayormente a Hera. Debes cuidar cada palabra que pronuncias contra ella, y ante cualquier falta de respeto, te mandará matar al instante. Así que, suerte hermosa. —me guiñó el ojo antes de irse.

Quedé tan atónita, que hasta comencé a creer que él si tenía razón, siempre había confiado en personas que al final me habían hecho daño de alguna manera, y que aún habiéndome dicho quererme y jurarme que nunca me lastimarían, terminaron haciendo algo mucho peor que eso.

Pero con eso, lo único que podía hacer era llorar para de alguna manera intentar descargar toda esa furia que por mucho tiempo había guardado. Y así estuve durante casi veinte o  más minutos llorando, tendida en el suelo de madera que se humedecía poco a poco con las múltiples lágrimas que salían de mis ojos cómo fuentes.

Ya me encontraba perdiendo la razón, hasta que llegaron dos guardias reales y entraron en la celda, y sin decir ni una sola palabra, uno de ellos me tomó por el brazo para levantarme del suelo, y el otro, me desencadenaba las manos, y los pies. Y para terminar, me sacaron de ella para llevarme a lo que parecía ser la sala de superiores.

Al entrar, todo estaba muy limpio y pulcro, el lugar se iluminaba gracias a unas lámparas de araña, un tipo de lámparas muy comunes y usuales en castillos y palacios.

El suelo parecía tener baldosas de algún tipo de piedra preciosa, y por su color y aparente apariencia, podía asegurar que eran de diamante negro, pues una de mis tías era especialista en diamantes, y muchas veces me había comentado sobre ellos, incluso me había dejado observar uno con mis propios ojos. Viendo el color, y brillo de aquellas baldosas, podía asegurar que el material con el que estaba hecho, era aquel diamante tan fino, costoso y codiciado.