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~roier~

No había nadie en casa.

Su madre había salido desde la mañana, y su padrastro doblaba turno hoy, así que ambos hermanos tenían la casa completamente sola.

Roier miraba un programa de cocina en la televisión y Bobby jugaba afuera, había encontrado unas canicas y llevaba días dando lata con ellas.

"Eran raros los días en que se quedaban solos. Cuando era pequeño, a Roier le aterraba quedarse solo, pero ahora valoraba intensamente cualquier momento de paz y soledad.

Aunque el sonido de pequeñas esferas de cristal chocando y golpeando la madera del pórtico llegaba le indicaba que no estaba solo y que el chiquillo estaba ahí con él.

Roier miró la puerta, a través de la tela de la puerta veía a Bobby pasar corriendo de un lado a otro, reía. A Roier le gustaba la risa de su hermano.

Cerró los ojos, intentando sumergirse en los más profundo de su memoria ¿Cuándo había sido la última vez que se había reído así?

Envidiaba a Bobby, porque Roier se había jurado a si mismo proteger la infancia y sonrisa de su pequeño hermano, no permitiría que la felicidad del niño fuera arrebatada.

Roier lo protegía, siempre estaba para él, y Bobby sabía bien eso.

Si Bobby lloraba, Roier secaba sus lágrimas.

Si Bobby tenía miedo, Roier lo abrazaba.

Si Bobby reía era porque Roier lo hizo reír.

Pero Roier nunca tuvo un Roier.

El simple hecho de pensar en su antigua vida hacía que sintiera un vacío en el pecho (¿Por qué todo es en el pecho?), como si un trozo de su ser hubiera quedado atrapado en ese pasado que cada que podía regresaba a atormentarlo.

Odiaba deprimirse, pero la nostalgia y la añoranza parecían ser los compañeros constantes en su nueva existencia. Cada elección, cada giro del destino, había llevado a esta versión de sí mismo que apenas reconocía. Se esforzaba por encontrar algún destello de esperanza en su presente, pero la sombra de lo que fue seguía proyectándose sobre su ánimo.

Sintió sus mejillas húmedas y las secó con brusquedad.

¿Cuándo fue la última vez que te permitiste llorar con ganas, mi niño?

El sonido de las canicas lo tenía harto.

Miró la mesa, su madre le había dado veinte dólares.

Otra vez las canicas.

Se puso de pie y se metió el billete en el bolsillo del pantalón. Abrió la puerta principal.

Bobby estaba en cuclillas a punto de lanzar otra canica, levantó la cabeza para mirarlo.

-¿Tienes hambre?- el niño asintió -Deja tus cosas adentro, vamos a salir.

La cara del niño seilumino, rápidamente tomó las canicas y entró corriendo a la casa


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Heeeeeeeey ¿Cómo están? ¿Qué les pareció?

Aquí amamos a Roier, nuestro niño merece todo lo bueno.

Este cap estará dividido en una o dos partes más, veré como lo acomodo cuando este terminado ;D

Gracias por leerme <3

year ; guapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora