Capítulo 9 CAMINO A LA VERDAD

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¡Finalmente! Pensé después de
recibir el alta del hospital tras dos días. Mis costillas mejoraban, aunque aún sentía algo de dolor. Me despedí agradecido de la enfermera Rose, quien me había ayudado con el malestar. Sin embargo, mi mente no dejaba de pensar en Sarah Nelson. Estaba preocupado por sus días en Escocia, al lado de alguien a quien desconocía y que sabía que despreciaba por su historia familiar.

Una vez recibí las últimas indicaciones del doctor, me levanté con cuidado, todavía con molestias y mareado por los medicamentos. Una enfermera entregó mis pertenencias: ropa, zapatos y mi billetera, probablemente guardada en el bolsillo durante el misterioso ataque.

"Bueno, señor Davis, finalmente le damos el alta. No olvide las medicinas para el dolor. Vístase y puede irse. Le deseamos una pronta recuperación", dijo la enfermera con una sonrisa, mientras yo la miraba con ojos cansados.

Agradecí y expresé mi prisa por llegar a casa. Estaba desesperado por escribirle a Sarah, a pesar de los riesgos que me habían amenazado. Mi promesa de ayudar a Sarah era lo más importante.

Una vez vestido y con mis medicinas, me dirigí a la salida. El largo pasillo blanco, característico de los hospitales de Londres, con su personal médico y el olor a desinfectante, me guió. Torpemente, entré en el ascensor que me llevó a la planta baja, encontrándome con pacientes en silla de ruedas, con yesos o simplemente con una gripe.

En la recepción, mostré mi orden médica y salí sin problemas. Para llegar a casa, opté por un taxi debido a mi urgencia.

            
                            ***

Para mi suerte, llegué rápidamente a mi casa, pagué los servicios del señor y me dirigí por unas escaleras hasta llegar a la puerta de mi departamento. Antes de abrirla, me encontré con la señora Gladys, quien con gran entusiasmo me recibió.

—Cariño, ¿cómo sigues? —me preguntó Gladys, preocupada por mí. No podía negar que me sentía muy agradecido por tener a alguien como ella en mi vida.

—Me encuentro mejor —confesé—, aunque aún tengo 3 costillas rotas.

Gladys me dio un abrazo reconfortante, con mucho cuidado para no lastimarme.

—Pobre de ti, Jason, pero vas a ver que te recuperarás muy rápido. Eres un chico saludable y joven, me aseguro de ello para darme tranquilidad —añadió con optimismo—. Te he dejado algunas cosas para que comas. Fui al mercado mientras estabas en el hospital y, ya que casi no tenías nada en la nevera, me tomé la libertad de traerte algunas provisiones. —explicó con sorpresa y preocupación, parecía una abuela preocupada.

—Gracias, Gladys. De verdad, no tenías por qué molestarte en hacer eso —dije avergonzado, sintiéndome como una carga, ya que ella vivía sola.

Gladys amplió su cálida sonrisa, como si un resplandor del sol acariciara lo más profundo de los huesos.

—Jason, sabes que no es molestia para mí hacerte estas atenciones. Eres un buen chico, no tienes a nadie, y quiero ayudarte. Me caes muy bien, y para mí, eres como un nieto —confesó sinceramente.

—Y ahora, por favor, dejemos de hablar. Ve a descansar para que te recuperes más pronto. Recuerda comer a tus horas, por favor. —agregó con cariño.

                            ***

Jason, al entrar en su departamento, quedó impresionado por la limpieza del lugar, como si los destrozos del día del incidente hubieran quedado atrás. Recordó el momento en que alguien, a quien no pudo identificar, lo golpeó hasta fracturarle las costillas. En ese instante, se cuestionó si aún habría alguna prueba de ello, pensando en "La Nota en su Computadora". Por supuesto, Gladys no permitiría que regresara a un lugar desorganizado. Probablemente, ella había limpiado y organizado todo, mostrando su atención y consideración al anticiparse a sus necesidades.

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