Capitulo 4 EL PLAN

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A las 3:00 a. m., atrapada en mi cama por el insomnio, reflexionaba sobre la desaparición de mi madre y las perturbadoras intenciones de mi abuela psicópata. La relación típica abuela-nieta, llena de amor y cuidado, era ajena a mi experiencia. Mi infancia estuvo marcada por la ausencia de esa figura que otros tenían.

A los 9 años, envidiaba a mis amigas cuyas abuelas las recogían de la escuela, compartiendo tardes con un cono de helado. Mis fantasías infantiles anhelaban tener esa figura ausente en mi vida. A las 4:00 a. m., mientras la lluvia caía en Londres, me sumergí en mis pensamientos. Piggy, mi peluche, no pudo calmar mi inquietud esta vez.

Decidí levantarme y contemplar mi habitación acogedora. Londres no era auténtico sin su lluvia diaria. Mi pequeño espacio albergaba un mueble de lectura, un librero y un escritorio. En la pared, plantas falsas añadían calidez. En un portarretrato, fotos de Halloween capturaron momentos especiales con mi madre y amigos. Aquella fiesta épica en el centro, con la ambientación de casa del terror, resplandecía en mi memoria.

Brenda, mi amiga desde el Kinder, compartió esa experiencia inolvidable. Adelin, mi poco convencional madre, destacó como el alma de la fiesta. Estos recuerdos pintan mi vida con matices de intriga y amistad duradera.

Bajo la lúgubre luz de Halloween, las instantáneas capturaron el espíritu festivo entre mi madre y yo. Con mi disfraz de Lizzy Borden y su majestuoso atuendo de la Reina María Antonieta, revivimos épocas pasadas, uniendo lo macabro y la realeza en una sola imagen.

La siguiente foto inmortalizó risas y complicidad entre amigos, marcando uno de los Halloweens más memorables. Nos dirigimos a una fiesta que desafió los límites de la imaginación. La discoteca transformada en un verdadero laberinto de terror, donde la adrenalina y el misterio se mezclaban con la música en un baile macabro.

La atmósfera estaba impregnada de detalles escalofriantes: desde bebidas que parecían pociones mágicas hasta bolsas de sangre tipo A+ que adornaban el lugar. La música envolvente creaba una banda sonora perfecta para la noche, mientras nos sumergíamos en una experiencia única.

La mesa de banquetes ofrecía delicias dignas de un festín de Halloween. Galletas embrujadas, pastelitos de chocolate con un toque de misterio y panecillos que parecían surgir de la misma esencia de la fiesta. Aquella noche, la comida se convirtió en el mejor acompañamiento para una celebración que trascendió los límites de lo convencional.

Me levanté a las 4:40 AM sin poder conciliar el sueño. Después de dirigirme al baño y realizar mis rutinas matutinas con poco entusiasmo, recogí mi cabello en un moño desenfadado. Al revisar mi celular, noté la ausencia de mensajes a esta temprana hora. Desde el evento que marcó mi vida, la escuela se convirtió en un escenario de miradas compasivas y expresiones de apoyo. Sin embargo, entre esos gestos, detectaba la sombra de la hipocresía. Algunos mostraban simpatía sin realmente conocer mi historia. Entre las chicas que lideraban la jerarquía escolar, las "abejas reinas", me sentía ajena, fuera de su círculo exclusivo. En este viaje incierto, mi despertar temprano era más que una rutina; era un intento de controlar el caos que rodeaba mi vida. Enfrentando una escuela que parecía dividida entre genuino interés y máscaras de empatía, yo buscaba mi propio camino, lidiando con la dualidad de la atención no solicitada. La pantalla del celular permanecía en blanco, pero mi día se presentaba como un lienzo en blanco.

Otra semana pasó sin obtener respuestas. No tuve la oportunidad de investigar el origen de la misteriosa carta. En pocos días, la inevitable llegada de mi abuela para llevarme a Escocia se aproximaba, decisión tomada desde que cerré el teléfono con rabia durante nuestra última conversación. No había escapatoria; después de todo, solo tenía 17 años.

Con un plan en mente, depositaba mi confianza en Jason, quien compartía una relación casi de vida o muerte con mi madre. Aunque no lo expresara de esa manera, sentía que le debía la vida. Sabía que él me respaldaría, y en Escocia, seguiría de cerca el desarrollo de la investigación.

Mi MadreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora