- Sergio...Frente a sus ojos había un muy bonito ramo de flores, el cual descansaba sobre la pequeña mesa de la sala.
La mesa del comedor estaba decorada con velas, también había platos con cubiertos, acomodados de forma cuidadosa. Pudo notar que las velas se veían desgastadas, como si llevaran unas horas encendidas, sobre el comedor estaba una botella de vino; vacía.
Su marido se encontraba "sentado", casi acostado, sobre el sillón de la sala. El británico se notaba desaliñado, aún vestía su uniforme, pero este se veía un tanto desarreglado y arrugado.
- Lewis - susurró.
Entró a la casa, soltado la correa de Roscoe y deteniéndose aún en la entrada.
- Mi amor - volvió a hablar Hamilton, entonces Sergio notó que arrastraba las palabras - ¿Por qué llegas tan tarde? - cuestionó, hablando en voz baja; tranquilo.
Se levantó de el sillón y caminó, acercándose a el menor, con pasos torpes.
Entonces Checo vio la botella de whisky a medio tomar, a un lado del sillón.
- ¿Dónde estabas bebé? - continuó el mayor, abrazandolo con fuerza y escondiendo su cara en el cuello del pecoso.
- Estás borracho, Lewis.
Hamilton lo hizo callar, haciendo un ruido con su boca y poniendo su dedo índice sobre su boca, para después mirarlo directamente a los ojos y echarse a reír.
- No sé qué es tan gracioso - dijo molesto el mexicano - ¿Me puedes explicar qué es todo esto?
Sergio caminó hasta el sillón, casi cargando a Lewis, pues este seguía aferrado a él como si fuera un koala.
- Era para ti - respondió por fin Hamilton, haciendo un puchero - Pero no estabas y nunca llegaste. Pensé que me habías abandonado - se dejó caer sobre el sillón sin cuidado alguno.
Checo suspiró con cansancio.
- Eso sería una alegría para ti - bufó.
- No es así, Michel - el mayor había utilizado un tono de voz serio - Yo te amo, Sergio. Te amo mucho - se abrazó a la cadera de el mencionado, con fuerza - Perdóname, perdóname por todo. Por ser un imbécil, por ser grosero, por ser un completo idiota contigo. Perdóname, mi amor - sollozó.
Para cuando Pérez se dio cuenta, ya era tarde, tenía a su marido llorando sobre su abdomen.
Con una mueca intentó alejar a Lewis - Está bien, Lewis - dijo.
- ¿Estamos bien?
- Yo sí, tú no tanto - el agarre se tornó más fuerte - Ya suéltame. Lo mejor será que vayas a dormir.
- No quiero dormir, no solo y no en el cuarto de invitados.
Hamilton lo veía desde su abdomen, con una mirada suplicante.
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Entre la espada y la pared; Chestappen
FanfictionEstoy entre la espada y la pared, él es la espada y tú eres la pared.