Prólogo.

692 28 2
                                    

A la vuelta de la esquina se encontraba el instituto Nevermore, aquel que simplemente permitía la presencia de mujeres. En ese lugar muchas niñas formaron grandes lazos amistosos, muchas de ellas encontraron a su mejor amiga de por vida, pero una de ellas encontró algo más que una amistad:

Entre la multitud, una pequeña rubia miraba al otro lado del patio de juegos, exactamente dónde esa chica nueva se encontraba. Una tal T/N T/A o algo así, ella no lo recordaba con exactitud ya que no había prestado atención a las palabras de su profesora al presentar a la nueva chica latina. Emma había puesto su foco en ella, en sus facciones, en su estatura, en su uniforme desarreglado y en la coleta a medio hacer.

Esa chica no se comportaba como las demás chicas, eso lo tenía claro. Ella no pidió un almuerzo normal, no había pedido las galletas especiales de la señorita Kordei de los jueves, ella no había pedido leche de fresas o siquiera había elegido las mismas fresas. Ella había elegido lo contrario, lo que nadie pedía en el menú.

Todas hablaban de ella, no sólo por su forma grotesca de vestir el uniforme, sino por su forma tan grotesca de contestar; todas decían que inclusive, había intentado morder el dedo de una de esas chicas.

Era una completa salvaje.

Pero dentro de todo eso, había algo que captaba su atención, no sólo por lo antes mencionado sino por algo que crecía más y más dentro de su pecho al hacerse la idea de hablar con ella. Emma tenía miedo de acercarse a esa chica.

En sus cortos 8 años de edad nunca sintió ese miedo, siempre logró hablar con todos y llevarse bien pero algo le impedía repetir ese patrón.

El día que esa chica llegó, al final del día, al llegar a casa, Emma entró a casa y buscó a su madre con una duda entre sus inocentes vivencias.

- Mamá, ¿por qué siento mi corazoncito hacer pum pum? - le preguntó - aquí - señaló su pecho.

Su madre no respondió a su duda, y con la palma de su mano, impidió el paso de contacto visual.

- Estoy ocupada, Emma - rezongo.

Emma simplemente asintió con la cabeza aquella vez, ella no quería que la manito de mamá tocará su carita, le ardía y se coloraba.

Ella intentó hablar con su padre pero fue la misma respuesta, él también estaba ocupado. Por lo que su única solución fue cruzar la calle e ir a casa de la señora Cherilyn, la viejecilla que hacía deliciosas galletas y postres de frutillas.

- Oh, querida, eso es simple, es amor - le respondió la mujer de avanzada edad.

- ¿Amor? - preguntó.

- Hay veces, Emma, en las que el corazón actúa sin nuestro permiso. Late y late, hace ese pum pum que mencionas - mencionó - esa es la señal de que esa personita especial está cerca de ti - culminó.

- Sí tengo amor por alguien, ¿qué debo hacer? - preguntó.

- Debes decirle a esa personita lo que sientes pero debes saber algo, Emma. No siempre seremos correspondidos, ya que no todos compartimos esos latidos, querida. Pero no pierdes nada intentando - mencionó.

Esa noche, mientras Emma se escondía debajo de las sábanas, pensó en las palabras de la señora Cherilyn: ella tenía miedo, sí sus latidos no eran correspondidos, ¿qué haría?

Esa duda se quedó con ella durante mucho tiempo, inclusive cuando a las semanas de la llegada de la nueva chica, tomó el valor de acercarse a esa chica escondida entre los arbustos.

- Hola - le saludó pero no recibió una cortés respuesta - soy Emma, Emma Myers, mucho gusto - se presentó.

La pequeña chica miró la pequeña mano extendida de la sonriente chica rubia sin altibajos y simplemente aceptó su mano.

- ¿Qué haces ahí escondida? - le preguntó.

- No me escondo, me ocultó - le respondió.

Emma sonrió con picardía, le agradaba esa chica.

- Pero son la misma palabra - intentó aclarar.

Ella negó.

- Escondo y ocultó son dos palabras, dah - le respondió.

- No, no, no, no, escondo y ocultó son la misma palabra - le corrigió.

- No lo son - le respondió.

- Lo son - le corrigió una vez más.

- ¿Cómo sabes que son la misma palabra? - le preguntó.

- Porque escondo es esto - le señaló - y ocultó es esto - dijo y rápidamente, corrió hacía el siguiente arbusto, oculta de la vista de los demás - ¿ya lo ves? - le preguntó mientras asomaba su cabeza entre las hojas verdes.

- Es diferente, corriste - señaló.

- ¡Pero me oculté! - exclamó.

- Corriste, eso es otra cosa - rezongó.

- ¡Es lo mismo! - exclamó una vez más.

- ¡No lo es! - le respondió en una exclamación.

Ambas chicas continuaron con aquella discusión hasta que la campana sonó por todo el instituto, anunciando el final del receso.

- Eres grotesca - le insultó.

- Tú eres mimada - le respondió.

Con esas palabras, T/N le insultó de una última manera antes de salir corriendo a su aula asignada: ella le sacó la lengua.

- Descortés - murmuró la pequeña - no tengo amor por ti - declaró antes de irse al lado contrario del patio de juegos, directo a donde sus amigas de aula la llamaban a gritos. 

[EMMA MYERS] Myers' WishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora