El arte de vencer

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El ver la habitación desde aquel ángulo me pareció extraño

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El ver la habitación desde aquel ángulo me pareció extraño. Porque aunque intentaba sentir nostalgia, lo único que podía sentir era miedo, un sentimiento muy común en mi. Me aferraba al dorsal desgastado y viejo de la cama, imaginando como seria el mundo allá fuera, mi mirada se fijo en la esquina vacía de la habitación, aquella que no me pertenecía porque en lo mas profundo algo me decía que alguien mas la había ocupado.

Cuando el sol llego a su máximo punto, mis pocas partencias estaban empacadas. El chirrido de la puerta me hizo girar -Señorita Eira- dije cuando la vi aparecer en el umbral de la puerta, ella ingreso a la habitación mientras el piso desgastado chirriaba ante cada uno de sus pasos.

Su mirada se dirigió hacia donde hace solo algunos segundos había estado la mía, aquella esquina vacía. Me pareció detallar un sentimiento que no pude descifrar por la expresión seria de su rostro.

- Algo en ti me enterneció desde el primer día en que te vi-  sus palabras me tomaron por sorpresa. Y aunque no estaba acostumbrada al tacto de otros, algo en sus suaves manos me pareció reconfortante, como el tacto de una madre. - Lo siento no quise incomodarte, es solo que...- su oración no pudo ser terminada, porque un hombre de piel canela y estatura promedio llego para recoger mis cosas. Las dos lo observamos cargar las maletas mientras me miraba con una duda plasmada en su rostro, una duda que nunca supe porque antes de que formulara su pregunta Eira lo interrumpió - puedes llevar las cosas al auto ella bajara en un minuto- el obedeció y se llevo la única maleta que poseía.

Lo vi alejarse pero antes de salir su mirada se encontró con la mía, aquel sujeto parecía temeroso sus ojos viajaban a todos lados mientras finas gotas de sudor bajaban por su frente, aquello me inquieto. Quería preguntarle si estaba bien, pero un apretón en mi antebrazo me hizo recordar que Eira aun seguía allí. Su rostro me indicaba que esperaba mi respuesta- No me sentí incomoda señorita Eira, es solo que su tacto se sintió...- los ojos de ella brillaron- conocido- dije al final porque ese era el sentimiento que me habían producido.

- Puedo darte un abrazo- le di una sonrisa y ella me envolvió con sus brazos, desde que había sustituido a la madre superiora nunca la había visto molesta, su sonrisa parecía no desvanecerse, su rostro era como esas pinturas que siempre tenían la misma expresión. - Voy a extrañarte- se separo y tomo mi brazo para bajar juntas al estacionamiento- se fuerte e inteligente, lograste lo mas difícil ahora no dejes que nadie te intimide.

Sus palabras me reconfortan  haciéndome olvidar por un momento el miedo- daré el máximo de mi- ella asintió y se alejo para adentrarse a la casa, el emotivo momento no tardo puesto que Diana se acerco con un impresionante vestido color marrón que se entallaba a su pequeña cintura. 

Me observo y paso por mi lado enarcando una ceja. Por inercia baje mi vista escaneando mi ropa, mis pantalones se veían desgastados y mi blusa no era la mas bonita, mi confianza se esfumo tan pronto que ni siquiera lo había notado.

-Es hora- antes de subirme al auto, dos cuerpos se asomaron desde la ventana del segundo piso gritando con fiereza. Diana y Susan agitaban sus manos mientras me lanzaban flores secas.

-Tu puedes cariño- grito Susan, que se sujetaba fuerte de la ventana para no caer- patéales el trasero a esos niños ricos- en su rostro se dibujaba una enorme sonrisa, Olivia la pellizco fuerte ha  modo de regaño y una sonrisa se me escapo, una sonrisa que duro poco, las extrañaría demasiado. Su calidez hacia menos gélida mi estancia en este mundo.

-Te extrañare- Olivia formaba con sus manos un lindo corazón.

-Las quiero- grite subiéndome al auto. Mi ojos tomaron un brillo distintivo y aunque la nostalgia me invadía, no pude evitar sonreír ante aquel emotivo momento, en medio de esas emociones surgió un pensamiento que llego como un rayo. ¡Volvería por ellas!

- Son patéticas- Diana alzo la voz para que pudiera escucharla, intente evitarla, pero ella levanto sus manos a la altura de mi cara, haciendo que lo único que pudiera observar fuera el inmenso anillo que resaltaba en sus guantes.

-Perdona- Dije quitando sus manos. Ella dirigió su mirada hacia su anillo, levantando su mano mientras acomodaba su peinado.

- Tus amigas, te olvidaran y se despiden como si fueran a recordarte.

Quería decirle que me recordarían pero, aun cuando Diana estuviera en el mismo lugar que yo no confiaba en ella.

- Posiblemente, pero al menos yo las atesorare.- Soltó una risa burlona. 

-Tu concepto de atesorar es patético. El mundo no es algodón de azúcar Neferth, mírame y mírate a ti- su mirada despectiva, aquella mirada que había estado presente desde siempre, la diferencia era evidente, Diana era una princesa y yo un relleno mas que ni siquiera podría tener su propia historia.- Yo solo podría atesorar una joya como esta- sus dedos movían la joya entre sus manos de un lado a otro, y por un momento desee lanzar ese anillo por la ventana- una reliquia que al parecer le perteneció a mi familia. ¿Conoces cual es el nombre de esta joya?- giro su mano para que los rayos del sol hicieran que la joya brillara- Es un diamante rojo, su distintivo deriva en su belleza, color tan peculiar y que es una pieza difícil de encontrar.

No quería tener aquel sentimiento, no podía odiarla por se lo que yo  nunca seria, sin importar cuantas cosas bonitas tuviera.

Diana no estaba satisfecha, la conocía muy bien, ella no paraba hasta que te volvía polvo, hasta convertirte en despojos- Esta piedra es como yo- su mirada se fijo en el brazalete que Sofia me había regalado en mi cumpleaños numero dieciocho- y eso que llevas puesto es como tu, simplón y horrendo.

Su sonrisa victoriosa, me hizo sentir miserable. Pero ante todo pronostico, esta vez mi boca no pudo mantenerse cerrada- No me preocupa ser simplona y fea- arrugue la nariz como lo hacia cuando estaba enojada- Agradezco tu sincera opinión sobre mi y para la próxima evítame la descripción tan precisa sobre ti- alce el mentón orgullosa por ver el rostro descolocado de la castaña- Creme cuando te digo que me importa muy poco saber sobre tus asuntos.

Ella iba a contraatacar, pero la conocía perfectamente como para saber sus siguientes movimientos, antes de que pudiera siquiera reaccionar me gire hacia la ventana concentrándome en el paisaje. Haciendo lo que ella mas detestaba: hacerla sentir ignorada, esta vez no reprimí mis sentimientos.

Quería convertir a Diana en polvo, volverla nada.

Las guerras solo se pueden ganar si conoces bien a tus enemigos- aquella palabras resonaron en mi cabeza como un recuerdo latente.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora