Capítulo 6

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Han pasado tres meses desde que los humanos desaparecieron del Valhalla... bueno, eso es lo que pensaban los dioses, tan ingenuos como siempre cuando era todo lo contrario.

En realidad estaban bastante bien estando ocultos tal y como dijo Leónidas.

Además de las humanas junto con Kintoki, Adán y Eva, las Valquirias también se mudaron con ellos. Buddha y Zerofuku se encargaron de traerles provisiones cada mes aunque no tenían necesidad de nada.

Estaban muertas de todos modos y no tenían necesidad alguna.

El lugar que le dieron a la reina de Esparta era enorme, tanto que cada soldado suyo podría tener una habitación. Esa fue la única condición que ella pidió además de que nadie podía saber en donde estaba.

El día en el que las humanas se despidieron no fue nada fácil. Jane y Qin se despidieron de las mujeres  que fungieron como sus madres con lágrimas en los ojos pero pensando en que hacían bien para protegerlas. Okimi se despidió del señor Kōndo con bastante dolor en su corazón. Raiden tuvo que tener el valor de separarse de sus padres, quienes lloraron al verla irse para que no los lastimaran. Además de despedirse de todos los maestros del Sumo que se encariñaron con ella.

Lü Mei, Chin Gong junto con Leónidas tuvieron que separarse de sus ejércitos temporalmente. Los soldados lloraron a mares al ver a sus señoras y líderes partir, sobretodo Haggis. Es más, tuvieron que convencerlos de no iniciar una revuelta con los ejércitos aliándose para atacar en el Valhalla.

Los primeros días fueron difíciles para todos, no era para nada agradable permanecer escondido por el resto de sus vidas espirituales por gusto de los dioses que dijeron una vez amar a sus rivales del Ragnarok.

Incluso Liebre Roja estaba ahí en un establo que fue construido para él, donde era cuidado día y noche Lü Mei junto con Randgriz y Chin Gong, la gran mujer china soportó las inmensas ganas de llorar al ver a su fiel compañero postrado en el suelo sin poder levantarse. Sus cuatro patas tardarían mucho en sanar pero la incertidumbre de no saber si volvería a caminar le dolía bastante.

Y estaba agradecida de que Michelle, Gregoria y Leónidas estuvieran con ellas al momento de velar por la salud de su caballo así como Qin, Eva, Komi y Reginlief cuidaban a Adán o hasta hacían relevos de turnos entre todos.

En momentos de necesidad, el ser humano sabe cómo adaptarse ante las adversidades y salir adelante al estar unidos. Eso era lo bello de la humanidad.

La convivencia del día a día hizo su trabajo y poco a poco se recuperó el ambiente que compartieron mucho antes del desastre. No era una gran avance para que estuvieran mejor pero era algo.

Leónidas pensó que después de todo lo que pasó al fin ella y los demás humanos podrían estar en paz...

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¿Pero quién dijo que todo iba a terminar ahí?

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Ocurrió un día normal y común en el Valhalla, los dioses de cada panteón hacían sus respectivas labores. Todos felices de que sólo estuviera la presencia divina en el cielo y no la inmundicia de los humanos entre ellos.

No, no, no. El Valhalla es de uso exclusivo para seres de inmenso poder, los humanos no eran, no son, ni serán jamás aceptados entre ellos.

Todo estaba en armonía y no podría ir nada mal...

O al menos se pensaba así, es más, hasta que algunos vieron al mensajero de los griegos, al ex dios de la conquista y al señor de la guerra más tembloro que de costumbre rondando por ahí con varias cuerdas, cadenas y sogas entre sus manos y enormes sacos.

(SNV) ¿Efímero o Eterno? (RoR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora