Ira

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¿Qué se supone que haré con todos estos sentimientos que tengo? se cuestionó la chica de cabellos negros mientras estaba tirada sobre su cama. Trataba de tener energías para realizar alguna acción de provecho pero no lo conseguía. Los pendientes y obligaciones se acumulaban en su escritorio y no lograba convencer a su cerebro que era hora de trabajar.

Aunque fuesen vacaciones de invierno Alondra tenía un exacto calendario que cubrir. Ahora era el momento donde revisaba el temario de una prueba gigantesca donde se definiría su futuro. Una evaluación que contenía la materia de cuatro años de su vida y ella estaba ansiosa por rendir para ver el fruto de sus estudios. Pero ahora no tenía el menor ánimo para repasar sus ordenados apuntes de colores.

La gran parte del tiempo ahora lo usaba para ocultar cuanto lloraba. Odiaba ese sentimiento de fragilidad, vulnerabilidad y dolor que solía embargar apenas abría los ojos. Desde aquel fatal día cuando intentó llamar a Fernando, cuando supo que jamás volverían a conversar por horas al teléfono, cuando fue consciente que ya no tenía el privilegio de ir a su casa cuando quisiera... Desde ese día el llanto no se detenía.

Lo peor de todo es que debido a estar en vacaciones de invierno ella pensó que se sentiría mejor. No tendría que verle la cara a Fernando, ni soportar esa necesidad imperiosa de ir a contarle cosas y, lo mejor de todo, no verlo coquetear con todo lo que usase falda. Aunque quizás esa ultima observación tan solo nacía de esos celos quemantes que emergían al verlo conversar con alguien del sexo opuesto. El chico jamás necesitó coquetear con nadie porque las chicas llegaban hacia él atraídas cómo moscas a la miel.

Alondra estaba hastiada de este plano temporal donde debía cargar con su corazón roto. No estaba preparada para enfrentar el torbellino de emociones que reptaban por su cuerpo. No solo lloraba por los rincones sino que su cuerpo somatiza la ruptura también con manos temblorosas, dolor de estómago y náuseas eternas.

Necesitaba distraerse de alguna manera. Tenía que dejar de recordar los momentos vividos con Fernando. Tenía que parar de pensar en ese idiota y de pronto su mirada recayó sobre el antiguo baúl de su habitación.

De color amarillo, chapas antiguas y un olor bastante desagradable. Alondra soportaba aquel objeto en su habitación porque su casa era demasiado pequeña y no existía otro lugar donde guardar sus libros o resúmenes escolares. Pero ahora pensaba que no le importaba nada más que destruir ese objeto con sus propias manos.

Era la primera vez que una palabra tan destructiva se formaba en su cerebro. Las ansias de destrozarlo, quemarlo, destruirlo se armaban con un anhelo pasional increíble. No entendía por qué ese deseo tan quemante de destruir ese mueble pero casi sentía que después de ello podría sentirse un poco mejor

Lo odio, pensó, lo detesto. La manija oxidada le produce náuseas, el color barato y descolorido por el pasar de años y su repugnante olor a persona anciana. O quizás no es eso, solo necesito un chivo expiatorio, un algo en que depositar esta ira infinita que le recorre por los huesos cómo lava ardiendo.

Decidida comienza a sacar las cosas con lentitud para revisar mejor su contenido. Algunas arañas asoman sus patas apenas logra abrirlo pero ella tan solo las aplasta sin gritar. Una a una con su dedo logra asesinar a los tres insectos que tuvieron la mala suerte de toparse a Alondra en su camino. Deja algunos libros que limpiará, algunos resúmenes que aún sirven, una carta que le envió Scarlett a fin de año y... un dibujo de ella que lo había hecho Fernando.

Un día cualquiera Alondra estaba demasiado estresada por todas las actividades que realizaba. Estaba echada en su puesto, con los puños apretados y a punto de ponerse a llorar de frustración cuando él se sentó a su lado, entregando ese papel doblado en cuatro partes.

—Para ti —dijo Francisco sencillamente esperando alguna reacción de ella.

Alondra se enderezó sobre su asiento fijando su mirada en ese chico por primera vez. Su instinto le decía que debía mantenerse alejada de él, correr hacia la dirección contraria o incluso ignorarlo hasta que él jamás le diesen ganas de hablar con ella. Pero, en vez de hacerle caso a su mente, decidió darle una oportunidad y ver que le estaba obsequiando.

—¿Soy yo? —dijo levantando la ceja observando la ilustración de una chica con su mismo peinado pero mostrando una sonrisa agradable

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—¿Soy yo? —dijo levantando la ceja observando la ilustración de una chica con su mismo peinado pero mostrando una sonrisa agradable.

—El otro día cuando te vi conversando con Scarlett me percaté de que eres muy bonita —respondió Fernando con sencillez logrando alterar el pulso de Alondra con ese gesto —siempre estás tan preocupada por todos, la organización de este curso, el club al cual vas y otras actividades que no alcanzo a contar —continúo hablando demostrando cuanto la conocía —pero deberías tener tiempo para ser feliz. 

Dejó sin palabras a Alondra que tan solo musitó un bajito "gracias". Entonces él le revolvió el cabello y se alejó para ir a conversar con otras personas.

¿Por qué? pensó volviendo a la realidad ¿Por qué pasó todo esto? Si esto, todo lo que lo involucra terminaría tan mal... mejor no te hubiera conocido. Maldito mentiroso solo dijiste esto para atraerme hasta ti. Hiciste andar mi corazón para tan solo romperlo. Cuanto te odio Fernando... no tienes idea de cuantas ganas tengo de romper tu cara con mis propias manos.

Trató de romper el dibujo, doblarlo o pisarlo pero no tenía las fuerzas, aún, para realizar esa proeza. Lo escondió en el interior de un libro pero recordó que era lo que tenía que hacer.

Romper el baúl.

Sabiendo que es injusto.

Sabiendo que el baúl no tiene la culpa.

Sabiendo que los días con Fernando no volverán.

Sabiendo que no repara nada.

Sabiendo que no se sentirá mejor.

El baúl al fin se encuentra vació de todo. De recuerdos, de libros, de pedazos de cartas, de dibujos, de letras de canciones, de telarañas y demás recuerdos. Finalmente puede tomarlo para llevarlo al centro de su patio, lo deja ahí, vulnerable, expuesto, indefenso y abandonado en el suelo.

Alondra va a buscar las herramientas de su padre. Las voces en su mente le dicen que tiene que detenerse, que esto ha llegado muy lejos, que ella no es una mala persona, que puede tan solo dejarlo en la basura y que es innecesario romperlo. Pero Alondra está consciente de que no está actuando bien, pero de nada ha servido ser buena, servicial y amable. Tampoco rezarle a Dios pidiéndole que por favor Francisco la quisiera cómo ella a él.

Abre la caja de herramientas, saca el martillo y se dirige hacia el patio. El baúl por supuesto sigue en la misma posición y las ansias por destruirlo ahora son aún más poderosas que antes. Quiere romperlo, quiere ser ella la que destroce ese objeto con sus propias manos, observar cómo la madera se desploma ante sus golpes y cae inutil y rota al suelo. Quizás así podría entender el accionar de Fernando, tal vez entendería porque él se dedicó a destruir su corazón con sus propias manos.

Alondra descargó toda su ira en el pobre baúl.

No se sintió mejor.

El sacrificio fue totalmente inutil.

Porque solo le recordó aún más a Fernando.

Pero la dejó más vacía que antes.

Con más preguntas y ninguna respuesta.

¿Cuándo terminará todo este dolor?

Incompatible #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora