Pasaron los días, y se estableció una nueva rutina para Emma. Ahora que sabía que tenía cierta autoridad sobre todo el castillo, empezó poco a poco a introducirse en todas sus áreas y a incidir en ellas, no quería simplemente imponerse, debía ganarse la confianza y el respeto del personal por sí misma.
Las cenas ahora le parecían un poco más alegres y ruidosas, lord Roderick sí le hablaba, sí reía con ella, y en general, prestaba atención a cada una de sus palabras. El castillo al completo notó de inmediato aquel hecho, por eso hoy estaba siendo también un día diferente.
También, cada vez, el trato de lord Dunster era más áspero. Delante de Roderick él sonreía, le hablaba llamándola "su hija", y era bastante condescendiente, pero a solas la miraba como si la odiase, y al mismo tiempo, como si le debiese dinero.
—Quiero enseñaros todas las tierras de Albermale —dijo Roderick una de esas cenas, y Emma lo miró atenta—. Mañana en la mañana, os invito a un paseo.
—Encantada —él le sonrió, y acto seguido Lord Dunster se unió. Sin embargo, a la mañana siguiente envió una excusa diciendo que el vino le había sentado mal y prefería quedarse en cama descansando. Ni Roderick, ni Emma lo lamentaron.
Con ellos fueron Sir Doug y sir Wendell, dos de los caballeros más cercanos al lord, llevando una canastilla para su almuerzo, y se mantenían a una distancia prudente para darles privacidad sin perderlos de vista. Emma notó que Roderick iba armado con su espada y su daga, lo que le hizo preguntarse si acaso los caminos que tomarían no eran seguros.
—Sólo es precaución —contestó él cuando ella se quedó mirando su espada. Emma pestañeó varias veces esperando que él no la considerase demasiado curiosa—. Por lo general nuestros caminos son seguros —dijo él—, pero no está de más ser precavido—. Ella asintió.
Quiso hacerle preguntas acerca de la muerte de sus padres, pues suponía que esta precaución se debía a eso, pero prefirió guardar silencio. Tal vez no eran tan cercanos como para sostener aún ese tipo de conversaciones.
Salieron de las murallas del castillo y Roderick lideró el paseo virando hacia la izquierda, tomando un pintoresco camino que desembocaba en la cabaña donde Fatima llevaba a cabo su trabajo. Lo extraño era que aunque era Fatima quien lo ocupaba, todos le llamaban la cabaña de Nelly.
—¿Quién es Nelly? —preguntó Emma, pero Roderick se encogió de hombros.
—Fue la primera curandera de Albermale.
—Oh.
—Se dice que era muy lista, y tenía ideas revolucionarias. ¿No os pareció que el hábito del baño era extraño aquí?
—Bueno... al principio sí —admitió ella—. Pero creo que ya no podría saltarme uno —Roderick sonrió aprobando sus palabras.
—Se dice que fue Nelly la primera en recomendarlo, y luego la lady Albermale de aquella época lo hizo ley.
Roderick siguió hablando, y poco a poco le fue revelando la historia de sus antepasados.
El camino atravesó un pequeño riachuelo y lo vadearon sin que Roderick detuviera su relato. Nunca lo había visto tan parlanchín, pero era atractivo todo lo que le contaba.
Al parecer, cuatro generaciones atrás, el castillo sufrió un ataque y fallecieron los lores, dejando como única sobreviviente a una de sus hijas, Sarah, que se casó con un simple caballero. Aquel simple caballero, sin tierra ni títulos, se ganó el favor del rey, más una excelente reputación entre los lores del reino durante la guerra de Aquitania, y fue convertido en conde.
Roderick hablaba de él como si se refiriera a un héroe, exaltando sus virtudes y sabiduría. Cómo todos sus descendientes lo respetaron siempre y la paz que hubo en Albermale desde entonces.
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Una falsa dama
RomanceEn los peligrosos años de 1280 de la Inglaterra medieval, el conde de Albermale, Roderick Montfort, busca esposa. Acostumbrado a las trampas y a la traición, que le arrebató a su familia años atrás, Roderick Montfort es desconfiado y, a veces, algo...