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E̸̜̊n̸̖̈́ S̷̍h̴i̷n̸̠ǵ̴̻e̷k̵̪i̶̡͘ N̵̪o̶̤ K̸̙y̶̮o̴j̷̙̃ȋ̵n̵̂
̵͑A̸͝u̸t̷͆o̷̧r̸̛̥.̸̆

Reinicio: es un término arraigado firmemente en las memorias de ciertos seres superiores. Y la cuestión es, ¿Qué queda después de la decapitación de un Ajin? No carne, no hueso, sino un abismo de olvido. El sujeto es despojado de recuerdos y sentido, se enfrenta a un vacío insondable en el que puede estar frente a su familia, al amor de su vida o incluso a su propio hijo, pero no abra conexión alguna. Mucho menos emoción. Se vuelven cascarones vacíos, figuras sin alma.

En un rincón sombrío, una figura emerge de entre las tinieblas. Una joven de cabellera ___, ojos ___ y piel ___ descansaba tras un gran escritorio con uno que otro documento. Su belleza es subversiva, una anomalía en el mundo cotidiano. Viste un traje elegante: falda corta, chaqueta adornada con plata, camisa blanca con un dije de diamantes en forma de alas. Medias oscuras abrazan sus piernas, y sus tacones altos son tan oscuros como la noche sin estrellas.

"¿Planeas quedarte ahí?" Su voz es un susurro, una advertencia. El hombre frente a ella le mira un segundo, pero sonríe con malicia depositando un par de carpetas sobre el escritorio.

"Fue más fácil de lo que pensé. Mencioné la palabra adecuada, y temblaron como hojas en el viento."

Ella toma las carpetas, exhalando el humo de su cigarro. Sus ojos se entrecierran al examinar los documentos, burlándose de las firmas de aquellos hombres repugnantes.

"Qué lástima", murmura con dolor fingido. Luego, su sonrisa se torna maquiavélica. "Deseaba borrarlos de la faz de la tierra." Arroja los papeles con desdén y marca un número en su teléfono.
La línea zumba y una voz seductora responde al otro lado.

"¿Sí?"

"Todo está listo. Puedes iniciar la siguiente fase."

Un silencio breve. Luego:
"Entendido." Y la llamada se corta, dejando tras de sí un rastro de intriga y oscuridad.

El joven se disponía a decir algo, pero justo antes de que las palabras escaparan de sus labios, un estruendoso ruido rompió el silencio.

Las puertas se abrieron de golpe, y dos pequeñas siluetas se precipitaron hacia el interior con una velocidad asombrosa. La mujer apenas tuvo tiempo de materializar sus partículas fantasmales para atraparlos, hacer desvanecer su cigarrillo y recibir a los niños en sus brazos antes de que chocaran contra ella tras un repentino salto.

"¿Qué hacen aquí?" Su mirada se clavó seria en los dos infantes de cabellera azabache, piel blanca y ojos que parecían esconder secretos.

Los niños no pudieron articular respuesta, pues otra figura apareció, jadeando, y apoyándose en el barandal de la puerta.

"Ustedes", los regañó con indignación. "¿Cómo se atreven a empujarme por el ascensor?" Su dedo acusador señalaba a los culpables. Las risas burlonas de los niños resonaron en el espacio, recordando cómo lo habían empujado justo antes de que las puertas se cerraran.

"Son unos..." El hombre se detuvo al sentir la mirada penetrante de su líder. "Pequeños angelitos", añadió con una sonrisa forzada, juntando sus manos en una extraña pose afeminada.

"Jajaja", los niños se rieron entre dientes, ocultando sus travesuras detrás de sus caritas pegadas al pecho de su madre.

El Ajin los odiaba. Maquinaba innumerables planes para darles una lección a esos sobrinos traviesos.

"No lo pienses demasiado", susurró su inquilino en tono burlesco. "Ambos sabemos que fallarás y terminarás más humillado de lo que ya estás."

Indignado, el Ajin preguntó: "¿De qué lado estás?"

"Del ganador. Claramente", respondió el inquilino con socarronería.

"No es que me moleste", soltó su madre con un tono ni tan frío, ni tan cariñoso. "Pero ustedes nunca vienen sin avisar con antelación a menos que estuvieran tan contentos, como para no recordar las reglas". Agregó mirándoles con advertencia, sin querer pensar en lo qué hubiera sucedido si entraban cuando ella estuviese amenazando a aquellos inferiores. No quería mostrarse como el monstruo que era ante sus amados hijos.

Ambos se miraron entre sí y luego asintieron, dirigiéndole sonrisas brillantes.

"¡Queremos mostrarte algo!" Dijeron al unísono.

De inmediato, uno de ellos rebuscó entre sus prendas un papel cuidadosamente doblado.

"¡Mira!" Le extendió el papel. La madre lo tomó con una ceja levantada y una minúscula sonrisa. Amaba la imperatividad de sus hijos, y la manera en que querían verse tiernos ante ella. Aunque claramente eran unos témpanos de hielo con lenguas afiladas ante los demás.

En la hoja, resaltaba el retrato de un hombre con capa verde, mirada afilada y un par de alas plasmadas como escudo en su espalda.

Los niños pensaron que era sorprendente su similitud con el retrato realista de uno de los personajes de un anime muy afamado. Así que decidieron mostrárselo a su madre con la esperanza de que recordara a su padre y pudiera contarles sobre este, más allá de las historias de sus tíos.

Pero sus sonrisas desaparecieron al ver la expresión impuesta por su progenitora.

"¿Mam...?" No pudo terminar la frase cuando ella se desplomó, siendo sujetada por los fuertes brazos de uno de sus hermanos.

"¿Tn? ¡Tn!" Se alarmó al notar un chorro de sangre brotando de su nariz y oídos. "¡Trae el maletín, ahora!" Le ordenó al Ajin recién ingresado, quien asintió y salió corriendo...

En Shingeki no Kyojin: LEVI X READERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora