Puentes y Confesiones

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Las semanas pasaron, y aunque Tom seguía usando muletas, parecía que su humor había mejorado. Sin embargo, el dolor en su pierna era más llevadero que el que sentía cada vez que Elizabeth y Lucía lo miraban con desprecio o cuchicheaban entre ellas. Tord, fiel a su manera peculiar de mostrar interés, estaba más atento que nunca, llevándole apuntes, ayudándolo con tareas y asegurándose de que Tom no se sintiera desplazado.

Una tarde, después de clases, Tord tomó una decisión que lo llevaría a dar un paso inesperado.

—Tom, ¿qué haces hoy por la tarde? —preguntó mientras ambos salían del aula.

Tom, apoyado en sus muletas, lo miró confundido.

—¿Eh? Nada, supongo. ¿Por qué?

—Pensé en pasar por tu casa. Tengo unos apuntes que creo que te servirían para el examen de historia. Además, podemos... no sé, charlar un rato.

Tom parpadeó, sorprendido. Nadie, salvo Edd y Matt, había mostrado interés en visitarlo fuera de la escuela.

—¿Seguro? No quiero que te aburras.

—Hvis jeg ville kjede meg, ville jeg ikke foreslå det [Si me fuera a aburrir, no lo sugeriría]. —Tord soltó una pequeña sonrisa, y aunque Tom no entendió el noruego, su tono le pareció tranquilizador.

La casa de Tom era modesta pero acogedora, con decoraciones sencillas y un ambiente cálido. Tord dejó su maleta en el sofá mientras Tom se acomodaba en un sillón con la pierna en alto.

—No esperaba que tu casa fuera tan… hogareña.

—¿Esperabas qué? ¿Una cueva oscura y llena de telarañas? —bromeó Tom, sonriendo levemente.

—No, pero tampoco algo tan... ordenado. Supongo que esperaba más caos.

Tom rió, y por un momento, su risa llenó el espacio, haciendo que Tord se sintiera más cómodo.

—Tú también me sorprendiste. Pensé que alguien como tú nunca se molestaría en ayudar a alguien como yo.

—¿Cómo alguien como tú? —preguntó Tord, cruzando los brazos mientras tomaba asiento.

Tom dudó antes de responder.

—Ya sabes… el chico raro, el que siempre es el blanco de las bromas.

Tord lo miró fijamente, como si estuviera tratando de descifrar algo.

—Du er merkelig, men på en god måte [Eres raro, pero de una buena manera].

—¿Qué dijiste?

—Dije que no eres tan raro como crees. Bueno, no de forma negativa. —Tord se encogió de hombros.

Tom bajó la mirada, jugando con una de las correas de su muleta.

—A veces siento que no encajo en ningún lado.

—Todos sentimos eso en algún momento. Pero, ¿sabes qué? Me gusta que seas diferente. No pretendes ser algo que no eres, y eso es más de lo que puedo decir de la mayoría de las personas que conozco.

Tom alzó la vista, sorprendido por la sinceridad de Tord.

—Gracias. Eso significa mucho para mí.

-

En otro rincón del vecindario, Edd y Matt caminaban hacia la tienda de la esquina. Matt llevaba un pequeño espejo en la mano, admirándose cada pocos pasos.

—¿Crees que Tord y Tom se están llevando demasiado bien últimamente? —preguntó Edd, intentando sonar casual mientras sostenía una lata de Coca-Cola.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Matt, sin apartar la vista de su reflejo.

—No sé, simplemente... siento que algo está pasando entre ellos.

Matt se detuvo, finalmente dejando de mirarse en el espejo.

—¿Y eso te molesta?

Edd se sonrojó ligeramente, tomando un sorbo largo de su bebida antes de responder.

—No, no me molesta. Sólo me preocupa que Tom pueda salir herido. Sabes cómo es Tord, no parece del tipo que se queda en un lugar por mucho tiempo.

Matt lo miró fijamente, sorprendido por la preocupación de Edd.

—Eres demasiado bueno, Edd. Siempre pensando en los demás.

Edd apartó la mirada, incómodo.

—Bueno, alguien tiene que hacerlo.

Matt sonrió y le dio un ligero golpe en el brazo.

—Eres un idiota encantador, ¿lo sabías?

Edd sonrió tímidamente.

-

La tarde pasó entre risas y conversaciones ligeras. Tom notó que, a pesar de su arrogancia inicial, Tord era más amable de lo que aparentaba. Y Tord, por su parte, descubrió que la compañía de Tom era refrescante, como un escape de la superficialidad de muchas de las personas que lo rodeaban.

Cuando llegó la hora de despedirse, Tord se levantó, ajustando su saco rojo.

—Bueno, creo que ya es hora de irme. Descansa esa pierna, ¿de acuerdo?

Tom asintió, sonriendo.

—Gracias por venir, Tord. En serio.

—Det var hyggelig. [Fue agradable.] —Tord sonrió levemente y, sin pensarlo, añadió—. Nos vemos mañana.

Mientras Tord salía de la casa, Tom se recostó en el sillón, sintiendo algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza.

Espero que esten disfrutando estos momentos TordTom, primero vamos con lo tranki

In Another School | TordTomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora