PALABRAS HIRIENTES

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RHAELLA

A medida que el tiempo avanzaba, las cosas comenzaron a tomar giros inesperados. No solo en la manera en que las personas me percibían, sino también en el trato que recibía. Las innumerables cartas solicitando mi mano en matrimonio se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza. Me alegraba saber que mi madre influía en que mi padre las rechazara, aunque no todas las rechazaba él; muchas eran rechazadas por mí. No es tan malo tomar prestado el sello del rey, ¿verdad?

Realmente, no lo era si nadie se enteraba. Pero como solía decir mi bisabuela, "las mentiras tienen piernas cortas". Así como mi vida había dado un giro drástico, también lo había hecho mi relación con mi tío.

Pasamos de ignorarnos después de cada acalorada discusión a mantener un tira y afloja constante, sin que ninguno estuviera dispuesto a ceder. Extrañamente, encontramos un punto de conexión en los lugares más inesperados, descubriendo que nuestra relación era más compleja de lo que ambos habíamos imaginado.

—Escabullirse en el despacho del rey no trae nada bueno, sobrina —dijo Daemon con un tono de reprimenda, que claramente ocultaba una pizca de diversión. Su mirada era una mezcla de desaprobación y diversión.

No podía evitar sonreír ante su comentario. Desde pequeña, siempre había sentido una fascinación irresistible por los lugares que me estaban vedados¹, y el despacho del rey no era la excepción.

—¿Y qué si lo hago? —repuse, tratando de mantener mi tono desafiante mientras escondía mi sonrisa—. ¿Qué haces espiándome? ¿Tan bajo has caído?

—Espiar, ¿eh? —replicó, mientras se cruzaba de brazos—. Solo pasaba por aquí y vi una figura familiar en una posición comprometida. Pero me parece que eres tú quien ha bajado los estándares al entrar en territorio prohibido.

—Si estuvieras haciendo tu trabajo en lugar de espiarme, tal vez no estarías aquí regañándome —le lancé, dando un pequeño salto para moverme más cerca de él—. Y, por cierto, ¿qué harías si te dijera que estoy aquí para obtener información crucial para la seguridad del reino?

Daemon se rio suavemente, moviendo la cabeza en señal de incredulidad.

—¿Información crucial, dices? ¿Como cuántas veces el rey planea tomar té en la mañana? —dijo, con una sonrisa en el rostro—. No te engañes, Rhaella. Rechazar propuestas de matrimonio no es información crucial.

Lo miré fijamente, sin dejarme desanimar por su tono burlón. Me daba cuenta de que para él, mi misión de hoy podría parecer trivial, pero para mí tenía un peso mucho mayor.

—Quizás no lo sea para ti —respondí, con voz firme—. Pero para mí, si lo es. Después de todo no serás tú quien vivirá condeno a un matrimonio con algún vejestorio mal oliente.

—Parece que has estado pensando en esto más de lo que imaginé —dijo—. Aunque la mayoría de las cartas son solo formalidades, lo que estás intentando hacer tiene más mérito del que te doy crédito. Sin embargo, eso no cambia el hecho de que estás en un lugar donde no deberías estar.

—He estado en muchos lugares que no debería —respondí con desdén, restándole importancia a sus palabras—. Y tú, en uno que tampoco deberías, y ahí vas cada noche a buscarlo, como dentro de mí, en mis aposentos, por ejemplo.

Daemon arqueó una ceja, sorprendido por mi respuesta. Se quedó en silencio por un momento, luego soltó una risa baja, pero sin el tono burlón de antes.

—Follarte no me llevará a la muerte —replicó, con un tono que mezclaba frustración y cinismo—. No hay punto de comparación entre tus travesuras y las consecuencias que podrían traer las mías. Pero veo que tienes un punto.

QUEENCARD ──𝐃𝐀𝐄𝐌𝐎𝐍 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora