Entrenamiento: Día 2 las bragas de la vergüenza.

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Para los lectores: la perte 2 sido agregado ya puedes leer aquí el capítulo completo.

Desperté en la mañana inundado por el olor de Lucía. Aún tenía los ojos cerrados, pero me percaté de algo: el olor era más fuerte esta vez y venía de una dirección en concreto. ¿Acaso ese era el ruido de una respiración? Abrí un poco los ojos, y allí estaba; era Lucía. Me estaba observando mientras dormía y, lo peor, traía ropa interior puesta sin mi permiso.

Abrí los ojos de golpe, y Lucía se sobresaltó.

—¿Qué haces? —pregunté visiblemente irritado.

—E-es que te veías tan lindo mientras dormías —dijo ella.

—Responde la siguiente pregunta. ¿Quién te dio permiso de entrar a la habitación y usar ropa? —dije.

—Pero era mi...

—Exacto, era. Ahora ya no —dije.

—N-na-nadie —dijo ella, por fin.

—¿Y eso significa que? —dije.

—Lo siento...

—Significa que rompiste las reglas y que tendré que castigarte —dije.

—Pero...

—Pero nada —dije.

Me senté en el borde de la cama y le ordené que se acostara en mi regazo. Lucía obedeció; con paso tímido, se acercó y se acostó en mi regazo.

Aquella escena me hizo cuestionarme si realmente había despertado del sueño, y mi clara visión de Lucía semi desnuda sobre mi regazo no sería más que un delirio o un sueño húmedo.

La mano me temblaba antes de descargar el primer azote, no por miedo o vergüenza, sino de emoción. Poseído por aquella sensación de poder y control, descargué el primer y violento azote que hizo que su suave trasero vibrara y su cuerpo se estremeciera con un gemido de dolor.

—¡Ay! —exclamó ella. Aquello le dolía, pero en el fondo lo que más la avergonzaba de toda la situación era que eso la excitaba.

—Aprenderás a respetar a tu señor —dije mientras me preparaba para descargar un segundo y poderoso azote.

El segundo azote fue aún más fuerte, y el sonido del impacto resonó por toda la habitación. Antes de que Lucía pudiera incorporarse del segundo, recibió un tercero y un cuarto, y después una pequeña y rápida oleada de azotes de menor intensidad que hicieron que su trasero se volviera rojizo y sus gemidos fueran acompañados de un suspiro.

—Disculpate con tu señor —exigí mientras continuaba azotándola.

—Lo si-siento —dijo ella.

Descargué otro azote, y Lucía lo entendió de inmediato.

—Lo si-siento, mi señor —dijo ella.

Continué azotándola.

—Si de verdad te arrepientes, no necesitarás esto —dije mientras le arrancaba las bragas de cuajo.

Me percaté de que estaban húmedas. Mi plan estaba dando frutos; Lucía ya estaba fantaseando con que yo la sometiera, y se me comenzó a ocurrir una idea para acelerarlo.

—¡Ah! —exclamó ella, sorprendida y algo asustada al percatarse de que ya no tenía bragas.

—Tampoco necesitarás esto —dije, mientras le desabrochaba el sostén y lo dejaba caer al suelo.

Lucía tembló un poco al percatarse de que estaba totalmente desnuda, y quizá la asustara más sentir mi erección chocando contra su vientre. Verla allí, sobre mi regazo, completamente desnuda, hizo que ejecutara mi plan para acelerar el despertar de su lado sumiso.

mi acosadora se convirtió en mi Esclava sexual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora