Día 3. El regalo artesanal

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Había en su mundo un par de cosas que le daban felicidad, uno, ese pasatiempo que se convirtió en su fuente de ingresos, hacer figuras de arcilla traía paz a su corazón y comida a su solitaria mesa; lo segundo era cierta persona especial que se metió en su vida usando sus bellas sonrisas.

El nombre del artesano era Katsuki Bakugo, un alfa de apenas diecisiete años. Él parecía haber nacido con una maldición de mala suerte, había quedado huérfano hacía unos años, fue un accidente en la carretera. Sus padres murieron y él llevó las cicatrices tanto en su corazón como en su cuerpo.

Llevaba en la mitad del rostro cicatrices de viejas quemaduras, además perdió la vista en el ojo derecho y aquello había dejado una mancha blanca en lugar de su brillante iris escarlata.

Su aroma también había cambiado, sus glándulas de feromonas se estropearon en el accidente, por ello el aroma del que estaba tan orgulloso se había tornado en algo asqueroso y vomitivo, un aroma que le recordaba aquel trágico día, pues ahora él olía como si algo se quemara.

Antes del accidente algunos de sus compañeros decían que era aterrador, por su gran altura y sus colmillos, ahora con las cicatrices la gente lo evitaba como la peste, sin importar por donde caminará lo veían como a un monstruo.

Al menos fue así hasta que él llegó. Desde el primer cruce de miradas Katsuki sintió como si el cielo le hubiera enviado un ángel para compensar todo su dolor y soledad. El nombre de su regalo divino era Izuku Midoriya, un omega de encantador aroma a jazmín y vainilla, tan dulce como su portador.

Katsuki lo admiraba de lejos, suspirando por él tras cada sonrisa que hacía sonrojar sus mejillas adornadas de bellas pecas.

Con la llegada del invierno y las vacaciones de fin de año tan cerca, Katsuki decidió ser valiente y darle a Izuku un regalo. Hizo especialmente para él un pequeño conejito de arcilla y lo pintó de color verde, adornó su cuello con un listón rojo y metió su regalo en una caja pequeña.

Pasó todo su día de clases buscando una oportunidad de acercarse a Izuku, lo acechaba entre los pasillos como si fuera alguna especie de cazador, pero cada vez que lo veía el omega terminaba rodeado por otros alfas y betas que se lo llevaban lejos, arruinando con eso todas sus oportunidades de acercarse.

De ese modo se esfumó el día, al final de las clases Katsuki se escondió entre los arbustos junto a la entrada de la escuela, con la esperanza de que Izuku se hubiera quedado un poco más a estudiar en la biblioteca y de esa forma pudiera alcanzarlo.

No notó a los alfas que lo descubrieron y que reunieron a un gran grupo para enfrentarlo. Lo acorralaron ahí mismo, detrás de los arbustos.

—¿Qué mierda quieres hacerle a Izuku? —preguntó uno—. Llevas todo el día detrás de él.

—Ni siquiera tendríamos que preguntarle, es obvio lo que este bastardo quiere hacer. Esperándolo detrás de los arbustos, eres un cabrón —señaló otro.

—No vamos a dejar que se acerque… —murmuró un tercero.

Ni siquiera lo dejaron hablar, en un instante sintió un golpe contra su mejilla, luego uno en sus costillas, una patada en su rodilla lo mandó por fin al suelo donde la lluvia de golpes siguió, él no intentó defenderse, decidió abrazar la cajita que llevaba entre las manos, si al menos su regalo se salvaba todo el dolor valdría la pena.

—¿Qué es eso, eh?, ¿qué mierda escondes? —dijo uno de ellos, intentando arrancarle de las manos su regalo.

Fue entonces que Katsuki se defendió, tomó el brazo del tipo y lo apartó con fuerza. Su aroma se filtró a través de su ropa contaminando el aire, los sujetos dijeron que era asqueroso y se apartaron de él cubriéndose la nariz. El alfa herido dejó sus lágrimas brotar, ahora Izuku ni siquiera aceptaría al menos escucharlo, si olía de esa forma y lo veía cubierto de sangre el omega saldría huyendo.

—¡¿Qué creen que hacen?! —gritó alguien de pronto.

Katsuki reconoció la voz de Aizawa, uno de sus profesores.

Las palabras, los gritos, los regaños de su profesor y los lloriqueos de esos chicos dejaron de importarle, al menos Aizawa estaba alejándolos de él. Lo que lo aterró hasta la médula y lo hizo desear no haber pensado en algo tan tonto como siquiera acercarse a Izuku, fue precisamente percibir su aroma por sobre el suyo.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó una dulce voz.

Katsuki levantó el rostro y ahí estaba él, su ángel. Izuku estaba inclinado, mirándolo con una mezcla de preocupación y miedo, tenía la nariz roja por el frío, se veía tan adorable como siempre.

—E-estoy bien, yo solo… —tartamudeó, dándose cuenta de pronto que era su oportunidad—. Q-quería darte esto, lo hice para ti.

Sacó la cajita y la extendió para Izuku, tuvo miedo de ser rechazado, pero obtuvo como respuesta una sonrisa discreta y unas mejillas sonrojadas, por fin las miraba de cerca y eran más adorables de lo que creyó.

Izuku abrió la cajita por impulso y el corazón de Katsuki se estrujó. El conejito había pérdido la cabeza y tenía una oreja rota.

—P-perdón yo… intenté… —murmuró. Sus lágrimas brotaron sin resistencia, otra vez el sentimiento de no poder hacer nada bien lo invadió, parecía que recientemente el destino se había ensañado con él.

—No llores, Kacchan, se puede arreglar y será aún más bonito.

—¿K-kacchan?

—Es tu nombre ¿verdad?, Katsuki-chan, Kacchan.

A Katsuki le pareció que la sonrisa que Izuku tenía en ese momento era la más brillante y hermosa que se hubiera creado jamás.

—Vamos Kacchan, tenemos que llevarte a la enfermería…

A pesar de la preocupación en su voz, Kacchan se quedó en el suelo con la garganta escociendo y las lágrimas surcando sus mejillas. De pronto se sintió rodeado por un cálido abrazo que apartó el frío de su corazón.

—Ya Kacchan… Todo estará bien… —arrulló Izuku.

Esas palabras se sintieron como una promesa, si su ángel aseguraba que todo estaría bien, él no tenía razones para dudar o volver a tener miedo.

Calendario de adviento 2023 [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora