22 y 23. Visita de un elfo

113 18 0
                                    

Entró suspirando al viejo elevador de su edificio, estaba agotado física y mentalmente. Por cuestiones de trabajo tendría que quedarse en la ciudad hasta pasadas las festividades de fin de año, podría viajar a Japón con sus padres hasta enero, eso por supuesto fastidió su buen humor, sin mencionar que preparó sus estúpidas maletas para nada.

—¡Espere, detenga el ascensor, por favor! —gritó una voz aguda que ya conocía perfectamente.

Katsuki alcanzó a sujetar la puerta metálica antes que se cerrará completamente. Vió a su vecino entrar con él, agradeciéndole con una sonrisa. Su nombre era Izuku, un enfermero recién graduado que trabajaba en el hospital general de la zona, habían hablado antes, pero desde el principio el uniforme blanco había delatado al chico de mejillas pecosas.

—Creí que ya estarías con tu familia, Bakugo —dijo Izuku cuando consiguió regular su respiración por haber corrido.

—Me necesitan en el trabajo, no puedo irme —respondió seco.

—Que mal…

—¿Y tú, no ibas a viajar con tu madre?

—No —dijo negando con la cabeza—. Creí que no me darían días libres así que le pagué unas vacaciones, pero resulta que si me dieron unos días de descanso, así que ahora estoy solo en las fiestas.

Izuku siempre era enfermizamente alegre, incluso confesando algo con lo que cualquiera se entristecería él mostraba una sonrisa radiante.

—Ya que ambos estamos solos, ¿quieres cenar conmigo?, puedo cocinarte algo —invitó Katsuki, sin darse cuenta de la forma en que aligeraba su tono de voz

—Eso me encantaría, Bakugo, y si quieres puedo cocinar yo en navidad, será divertido pasarla contigo.

—Sí, eso me gustaría.

Se sonrieron de una forma que no pertenecía a la de un par de vecinos, Katsuki no lo notó, y aunque Izuku si lo hizo no se molestó en disimular, llevaba mucho tiempo suspirando por su guapo vecino, no iba a fingir ahora que no le encantaba la idea de pasar una noche tan especial con él.

—¿Este es tu piso, no? —preguntó Bakugo rompiendo el ambiente.

—¿Eh?, ¡Ah, sí! —balbuceó Izuku—. Te veo más tarde, Bakugo —alcanzó a gritar antes que las puertas del elevador se cerrarán.

Bakugo sonrió cuando el elevador se movió de nuevo, al menos tendría a Izuku para hacerle compañía, eso alejaría la soledad que llevaba un tiempo alojándose en su corazón.

Al llegar a su departamento botó las maletas en la entrada, luego perdería el tiempo reacomodando lo que había empacado. Ni siquiera encendió las luces, fue hasta su sofá y ahí se dejó caer para descansar, se quedaría ahí unos minutos mientras pensaba en qué demonios iba a ofrecerle a Izuku de cenar.

Sin quererlo estaba dormitando, hasta que escuchó ruidos provenientes de su cocina, cosas volcarse y como si alguien masticará.

Tomó uno de los trapeadores del armario y fue a encender la luz de la cocina, acabaría con las ratas antes de que su invitado llegará. La alimaña no estaba a la vista, Bakugo rebuscó entre los muebles, debajo de la encimera, en la despensa del rincón, y las que estaban suspendidas en el muro.

Al abrir el lugar donde guardaba las galletas, panes dulces, harinas y demás se encontró con algo sacado de cuento de niños, algo como una niña de orejas puntiagudas y largos mechones blancos, vestida con un largo manto verde y rojo, estaba comiéndose las galletas de un caja. Sí, era extraño ver a una niña sola en su casa, pero eso no era una niña, era demasiado pequeña para serlo.

Calendario de adviento 2023 [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora