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Unos segundos después, Yanara trajo en una bandeja una porción de helado con colores variados en un pote de porcelana con forma de huevo.

—¿Está frío? — pensó en voz alta Kurapika, recordando en el momento el hecho de que a pesar de la falta de luz había sido tan ingenuo como acceder a pedir un helado.

—Frio como el Himalaya — contestó ella, sentandose devuelta en la mesa de enfrente.

—¿Cómo? — pregunto confundido el rubio, observando las tres bolas de distintos colores.

—Secreto empresarial— con una sonrisa picara, Yanara volvió a trabajar.

Kurapika se quedó sin palabras ante el frenesí de cocina en frente suyo y decidió centrar su atención en el misterioso helado.

Agarró la cuchara con un pequeño polluelo en el mango y dió la primera probada en el costado— Frutilla... — murmuró en voz baja, asombrado por la suavidad e intensidad del dulce. Volvió a probar el segundo gusto, un chocolate amargo pero exquisito que se notaba casero. Por sentido común Kurapika pensó que el último sabor iba a ser vainilla, pero se equivocó a lo grande. El último fue un limón, ácido que te relaja la boca y dulzura que la llena, satisfactorio y perfecto como una última opción para contrarrestar los anteriores límites de sabor.

— Ay... — Kurapika se agarró la frente congelado por comer tan rápido, y cuando levanto la cabeza mareado se encontró a Yanara sonriendo victoriosa por su acertada elección, aunque por supuesto sin parar de batir.

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Llegó el sol de la mañana a las 9:00 a.m., y con el la gente comenzó a llegar a la panadería. El primero fue un señor de ya bastante edad, que entró a la tienda refunfuñando por la horrible mañana.

—¡Ya ves Yani! ¡Nos hacen trabajar como mulas y luego ni la luz nos dan! — se quejó el anciano, sentandose en la mesa donde anteriormente estaba trabajando la chica— ¡En casa me muero de frio, tengo que andar envuelto en mantas!

—Shisho, las personas que trabajan en la luz en su mayoría también son de clase obrera como vos — le recalcó la pelirroja, comenzando a hacer el café que el hombre ni siquiera había llegado a pedir.

—¡Pero esos son todos jóvenes! — exclamó el señor mientras batía su mano. Fue entonces cuando comenzó a mirar a su alrededor— ¿Otra vez llegue primero? Esos viejos no se despiertan ni aunq-

Shisho cruzó miradas con aquel adulto joven de pelo rubio hasta el cuello, ojos grises de gato y facciones delicadas, analizandolo de pies a cabeza. Hasta ahora el anciano había estado tan absorto en si mismo que no había notado la presencia del chico.

—¿Y esta lesbiana? — pregunto el hombre señalandolo con su dedo pulgar.

Ambos jóvenes se quedaron mirándolo anonados, hasta que por fin Yanara comenzó a reírse tapándose la boca— ¡Shisho, ponete los anteojos! — dijo entre risitas.

El señor achino sus ojos tratando de ver mejor sin éxito, así que saco de su pecho unos lentes rotos y se los puso. Luego de unos pestañeos, por fin el anciano pudo ver la cara avergonzada del joven adulto en frente suyo.

—Ah... — como si no hubiera pasado nada, el hombre se giró hacia Yanara— Este tiene fachas de cheto, ¿o soy yo?

Ella se rió levemente ante el cambio de tema y le sirvió el café recién hecho— No se, las únicas fachas que le veo son  de "lesbiana"— se burló mientras miraba al pobre Kurapika.

—Dale Yani, no dejas pasar nada vos... — se quejó el anciano— Ya nadie tiene piedad por los pobres abuelos, nosotros... que forjamos este mundo para ustedes...

—Que dramático. — le resto importancia la chica mientras rodaba los ojos— Además del café, ¿vas a querer la torta de siempre o algo nuevo?

—Dame una red velvet y un partido de ajedrez— pidió con naturalidad el hombre, cosa que atrajo la atención de Kurapika.

—Ya te dije que no voy a jugar al ajedrez, Shisho. — sentenció Yanara.

—Natural que no quieras, yo también tendría miedo si jugaría contra el campeón regional de ajedrez.

—Disculpe — llamo Kurapika sin aviso, captando la atención del anciano— ¿Le gustaría jugar una partida conmigo?

—¿Huh? ¿Crees que puedes ganarme, niñato? — le dijo con una sonrisa altanera— Pues bien, juguemos. ¡Yanara!

—¿A quien te crees que tratas como una sirvienta?— regaño ella a la par que golpeaba delicadamente con el tablero de ajedrez la cabeza del anciano.

—No dejas vivir la buena vida... — se quejó Shisho, volviendo su atención a Kurapika— Bien, empezaré yo así que dame las blancas.

—¡Ay, mira como te andas aprovechando de novatos! — le regaño nuevamente Yanara, por fin dejando a su lado la red velvet— Buena suerte, Kurapika.

"Pan'emore" HxHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora